Las Flores Que Me Diste

DIECISEIS

—¿Mamá? ¿Aún está con vida? 

—Sí, es solo que ahora está muy enferma. Existe la posibilidad de que ella muera. 

—¿Cómo sé que dices la verdad? 

—Julia le ha comunicado a Carlos que mamá está grave de salud. 

Mi cabeza comenzó a aturdirse por lo que acababa de escuchar. 

—Haber Alán. Espérate tantito. ¿Me estás diciendo que Julia la que era nuestra vecina, le dijo a Carlos que mamá está enferma? 

—Eso mismo te acabo de decir. 

—¿Y cómo sé que no me mientes? 

Alguna parte de mí desconfiaba de mis hermanos. Ellos nos habían abandonado y su acto de buscar un futuro mejor fue la muestra más cobarde que yo había visto. ¡No fueron capaces de aguantar y nos dejaron a nuestra suerte! 

—Porque yo mismo hablé con Julia. Ella y yo nos comunicamos desde hace años —ahora era Carlos quien hablaba conmigo. 

¡Maldito! ¡Cómo nunca fue capaz de comunicarse conmigo que soy su hermana! ¿No tiene vergüenza? 

—¿A dónde dices que van a llegar? 

—A la CAPU. Llegamos en treinta minutos. 

Pensé por algunos segundos. ¿Qué haría con ellos? 

—Está bien. Cuando hayan llegado, me vuelves a marcar. 

—De acuerdo. 

Finalice la llamada. Román me miraba con mucho detenimiento, me ofreció más agua. 

—¿Todo bien? 

—No. ¡Nada bien! Mis hermanos vienen para Puebla. 

—¿Tus hermanos? 

—Sí. Los mismos que nos abandonaron a mí y a Víctor. 

Antes le había contado la historia de mi infancia a Román. Su gesto no me sorprendió. Yo estaba molesta, frustrada, sorprendida y preocupada. 

—¿A qué vienen? 

—Dicen que mi mamá está muy enferma, así que van al pueblo de dónde somos. 

—¿Recuerdas el nombre del pueblo? 

Comencé a buscar entre mis recuerdos, tan solo pensar en aquel lugar me hacía sentir un poco nerviosa. ¡Debía ser fuerte! 

—San Mateo. San Mateo Mimiapan. 

—Sabes por dónde queda? 

Me reí. ¿Cómo iba a saber eso? 

—No. No recuerdo nada sobre la ubicación o la carretera. Aquel lugar estaba en medio de los cerros, los bosques de cazahuates y el sol. 

—Entiendo. No te preocupes, lo buscaremos en el maps. 

Román quería ayudar. ¿Yo quería que él nos ayudará? De repente me sentía molesta y fastidiada.  

¿Mamá seguía con vida? No supe de ella después de tanto tiempo. Días antes de que papá me vendiera, ella recibió una golpiza enorme que la dejo completamente inmóvil por varios días. Ese día y con tanto esfuerzo había ido a ayudarme en la cocina a cocer frijoles para la comida porque mi padre debía comer a sus horas. ¿Pude haberla ayudado más?  

Muchas veces intenté meterme entre las peleas y golpizas que le daba papá. Yo también termine varias veces moreteada y con el alma herida. ¿Mamá era de hierro? ¿Cómo había aguantado tantas cosas malas? 

—No sé si ellos digan la verdad. No confío mucho en mis hermanos. No puedo recibirlos en casa de Ángel y mucho menos en la tuya, no puedo ayudarlos. 

Suspiré. Apreté los labios y di un trago de agua. Había pasado mucho tiempo y el huracán emocional comenzaba a acercarse a toda velocidad a querer tocar tierra en mi corazón.  

—Diles que tomen un taxi y que vengan aquí. Envíales la ubicación. 

—¿Hablas en serio?  

—Por supuesto. Después de todo llevan tu sangre. 

—El hecho de que lleven la misma sangre que yo no significa que merezcan mi ayuda. 

Estaba molesta con mi pasado. ¿Aún no lo superaba?  

—Eso lo sé perfectamente, pero también sé que tú no eres igual que tus hermanos. ¡Tú eres valiente! 

Sus palabras me convencieron. No espere a que Alán me llamará. Le escribí un mensaje y le envié la ubicación. También necesitaba informarle a Ángel sobre todo esto. Lo llame. 

—¡Hola Karol! ¿Cómo te fue con la comida? 

—¡Ángel! 

—¿Está todo bien? 

Quizá y mi voz sonaba a mucha preocupación. Mis estúpidos sentimientos me hacían sentir inestable. 

—No. Mi mamá está enferma y mis hermanos vienen para acá, piensan ir a verla. ¡Me siento estresada! 

Nos quedamos en silencio algunos segundos. 

—¿Estás en casa de Román? 

—Sí. 

—Voy para allá. ¡Tranquila! Todo estará bien. 

¡Ojalá todo estuviera bien! Lástima que las cosas no siempre son como uno espera.  

Sé que todo está mal en casa, siempre lo estuvo y eso es algo criminal para todos. ¿Realmente regresaremos a nuestro pasado? ¿Cómo estará Víctor? ¿Mi madre? ¿Qué hay de ese hombre que tuvo el cinismo de venderme para pagar sus vicios? De repente me dieron ganas de llorar. ¡No sé! Cómo un mar embravecido, así estaban mis emociones en ese mismo momento. 1) Mis hermanos, 2) mamá, 3) mis dos enamorados y 4) mi infancia. ¿Entiendes ahora él por qué me siento así? Mis ojos percibían el impulso de llorar, pero por alguna razón, yo misma no me permití llorar. Vivir atada a un lugar cruel y vacío me obligó a no mostrar lo más frágil de mi persona. Yo creo que por eso a veces digo las cosas de forma directa y al grano, la dureza de una persona es como ese escudo que protege lo más débil de su alma. ¡Mi parte frágil no podía ser revelada ahora! 

Mis hermanos no tardaron en llegar, realmente ya venían cerca. Román les abrió la puerta y ellos lo miraban con desconfianza. 

—¿Karol está aquí? —Preguntó Alán. 

Él siempre fue un poco más humilde. Carlos no, era orgulloso y muy arrogante. 

—¿Por qué la buscan? 

—Somos sus hermanos. Ella nos dijo que viniéramos para acá. 

Después del breve interrogatorio el bravucón los dejo entrar.  

Cuando me vieron, los dos estaban muy sorprendidos. Cada quien cargaba una mochila de estambre, su ropa estaba desgastada y su piel era del mismo color que mi piel, solo que ellos estaban más tostados. ¡Condimentados con canela es lo que éramos! 

  —¡Karol! —Dijo Carlos— Te ves diferente. 




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