Las Flores Que Me Diste

DIECISIETE

Julia le pidió que se calmará, pero él no quiso escucharla. Había bebido demasiado y su mal genio se había hecho presente. Empujó a la chica, entro de golpe y se me quedó mirando fijamente. La cena se volvió incómoda. 

—¿Qué haces aquí Karol? Afuera hay un hombre que me pagó para pasar la noche contigo. ¡Vete a trabajar! 

¿De verdad? ¿¡Ahora mi propio padre me estaba diciendo eso!? ¡Sin vergüenza! Me levanté de mi lugar, yo estaba muy molesta. Román me imitó. 

—¡Largó de aquí! —Le grité, su presencia me hizo enojar—. ¡Vete de aquí! 
Todos estaban mirando la escena. ¿De nuevo en el pasado? ¿Esto estaba volviendo a ocurrir? 

—¡Ve afuera! Te están esperando —ordeno él. 

Su aliento olía a podrido. Su rostro estaba dando vueltas. 

—¡Lárgate de aquí! Vete, por favor. 

Su mirada perdida me hizo sentirme segura de lo que yo iba a hacer. 

—¡Tu no me das órdenes! 

Papá quiso volver a pegarme. Alzó su mano, cerró su puño y lo intento. Mi movimiento fue más rápido, lo tomé del brazo, puse su peso en su contra y le apliqué una llave de defensa personal que Román me había enseñado. ¡Todos parecían sorprendidos, excepto Román! Él me había entrenado para esto y yo no pensaba dejar que mi propio padre me tratara mal. 

—Sácalo, ¡por favor! —le pedí. 

No le costó trabajo hacer aquel trabajo. Saque mi celular. Agradecí ver qué si tenía señal. 

—¿A quién le llamas? —Preguntó mamá. 

Su voz irradiaba preocupación. 

—¡A la policía! 

Ella se asustó. Yo estaba molesta por lo que había pasado y por tanta crueldad en sus palabras. ¡Seguro que se había vuelto muy insensible! 

—¡No hija! No llames a la policía. ¡Por favor! Él es un buen hombre. Pobrecito, no puedes hacerle eso. ¡Es tu padre! 

¿Qué estaba diciendo? ¿Lo estaba defendiendo? ¿Y dónde quedábamos nosotros al haber venido desde lejos después de tanto tiempo? ¡De verdad no le importábamos!  

—¿Te estás escuchando? ¿Acaso no te duele? Tú casi mueres por su culpa. Toda la vida ha sido miserable para ti y para mis hermanos por culpa de ese hombre. ¿No te das cuenta? 

—¡Él es tu padre! 

Sentí una puñalada bien fuerte a mi corazón. 

—Quizá es mi padre y llevo su sangre, pero no pienso permitir que me vuelva a hacer miserable la vida. ¿Ahora resulta que lo defiendes? ¿Cuántas veces no has estado a punto de morir? ¿No te duele lo que él nos hizo? ¡Ten un poco de dignidad! 

Mis hermanos me estaban mirando. La cena se había vuelto muy incómoda. 

—Sí, pero es tu padre. ¡Obedécelo! 

¿Ella también se había vuelto insensible? En ese momento supe que su corazón se había secado, que todas esas bonitas cualidades que florecieron algún día ahora estaban muertas. Seguro que su corazón se había acostumbrado a tanto dolor que ya no era capaz de sentir nada. ¡De hierro! Seguro que también estuvo de acuerdo en venderme como prostituta, no me defendió ese día. 

Ella se puso de pie, quiso acercarse a mí. Su rostro pálido me hizo sentir lastima por ella. 

—El que llevemos la misma sangre ya no significa nada para mí. 

—Pues debería significar, estás viva por él y por mí. ¿No crees que estás siendo una malagradecida con nosotros?  

Recién recuperada de su enfermedad y así me mostraba que yo no le importaba ni en lo más mínimo. ¡Quería llorar! Me obligue a aguantar. 

—¿Malagradecida? ¿Tú qué sabes sobre mí? Todos estos años sobreviví por mi propia cuenta, sin el cuidado de una madre.  ¿Y dónde estabas tú? ¡Dime! 

Me dio una cachetada. Con todas sus fuerzas, mi mejilla ardía de dolor y la sangre me hervía.  

—Las mujeres fuimos creadas para sujetarnos al hombre, no importa si es malo o bueno, debes obedecer. Te corresponde hacer lo mismo, ya veo que aun sigues siendo esa chiquilla ilusa.  

¿Ilusa? 

—En verdad, no entiendo que hago aquí. 

—¡Viniste a verme! 

—Y fue un error. No pienses que porque soy mujer seré igual que tú. 

Me dio tanto coraje todo lo que ella me acababa de decir. Todas mis emociones estaban prendidas. Salí de la casa y efectivamente había un hombre esperando con una botella de alcohol en la mano. Quiso acercarse a mí. 

—¡Tócame y yo misma te corto el pene pedazo de basura! 

Lo asusté. Papá se estaba levantando del suelo. Román me estaba mirando, miraba mi rostro lleno de lágrimas. Aclare mis emociones un poco. ¿Realmente quería ser de hierro? 

—Así que ahora te mandas tu sola. ¡Muchacha ingrata! 

—¿Tú qué sabes de ingratitud? 

Comenzó a reírse. 

—Mira. Mejor cállate y ve con él. Tú vales mucho dinero, que bueno que estas aquí. Muchos hombres me pagaron para que estés con ellos. ¡No sabes lo millonario que me siento! 

De repente, Ángel se acercó a él a toda velocidad y le dio un golpe con todas sus fuerzas. El borracho termino en el suelo. 

—¡Vámonos de aquí! —Ordeno Ángel. 

Mamá y mis hermanos salieron a ver cómo nos íbamos de aquel lugar. Vi a Víctor intentar venir a mí, mamá lo detuvo. 

—Karol. ¡Somos tus padres! —Dijo ella. 

Subí a la camioneta, no le contesté nada a mamá.  

Román encendió el motor y huimos de aquella terrible noche. Este día di por perdido todo mi tiempo y me dolía todo el sentido emocional de mi alma. ¿Por qué había venido? Tenía un poco de esperanza en que quizá mis padres habían cambiado. ¡Me equivoque! 

—¡Lo siento muchachos! —Dije a medio camino—. ¡Lamento que hayan tenido que perder su tiempo en algo que no valía la pena! Si tan solo pudiera compensarlos. 

¿Cómo compensas el tiempo perdido? Simplemente no se puede. Solo queda intentar ser mejores el presente. 

—Tranquila Karol, no te disculpes. No tienes esa obligación. 

—Me siento mal por todo esto. Yo, ojalá... 

—Ahora estamos lejos de ellos. No vale la pena que sigamos hablando de ese tipo de personas —Román me sorprendió con sus palabras. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.