Las Flores Que Me Diste

VEINTIUNO

—¡Un gusto conocerla señorita Karol 

—¡El gusto es mío José! Gracias por invitarme a su casa. 

Él sonrió de oreja a oreja. 

—No agradezca señorita. Yo debería agradecerle por aceptar mi invitación. ¡Es usted una escritora muy talentosa!  

—¿De verdad lo cree? 

—Si. Tenía tiempo que no recibía un manuscrito con tanta intensidad, su libro contiene un mensaje muy importante. 

—Por supuesto. Creo que cada escritor expresa algo suyo a través de sus letras y lo que usted expresa, es sin duda el sentimiento de superar un pasado complicado. 

Yo me había puesto una falda tableada, una blusa blanca y un collar delgado. Me sentía cómoda. Ángel escuchaba la conversación. Estábamos sentados en la terraza del señor José. ¡Su casa era bonita! 

—Déjeme preguntarle algo personal. 

—Por supuesto. Pregunté. 

José era un hombre mayor. Quizá y hasta tenía la edad de Samuel, el padre de Ángel. Su forma de hablar era muy cordial y me transmitía mucha calma. 

—¿Tú eres la chica de esa historia? 

Había una sonrisa en mi rostro. 

—Es la historia de mi vida. 

Parecía sorprendido. 

—¿Por qué decidiste contar tu vida? Con todo respeto, digo, es una historia dura, pero con un final muy grato. 

—Pues verá. Quiero que la gente vea que es uno quien decide qué rumbo darle a su vida. Es verdad que me han etiquetado y ofendido más de una vez, muchas veces fui la mujerzuela de muchos hombres y el sufrimiento es algo que no le deseo a nadie; pero, jamás he permitido que una posición alta, el dinero o toda esa gente engreída, o toda esa gente que no comprende mi situación, me quieran hacer sentir mal. ¡Las opiniones ajenas no deben definir nuestra felicidad! Y quiero que los lectores comprendan eso. Todos pasamos por dificultades, tenemos problemas y dolores. Aun así, se puede ser feliz, a pesar de tener un pasado difícil. 

José parecía muy contento con mi respuesta. 

—¡Eres conmovedora! —y comenzó a aplaudir. 

Su gesto me sorprendió. 

—No tanto. Solo soy una chica común. 

—A eso me refiero. No eres una chica engreída. Pues hija, te deseo el éxito. Y mira. Te tengo una sorpresa. 

¿Una sorpresa? 

—Ah, no se preocupe, estoy bien así. 

Él llamó a su mayordomo, quien, a su vez, le trajo un estuche de piel color negro. Me lo entregó a mí. 

—¡No puedo aceptarlo! ¿Cómo creé? 

—¡Por favor! Es tuyo. 

Ángel me miraba con atención. Asintió como gesto de ánimo. Tomé el paquete. José me miraba con mucho detalle. 

—¿Lo abro? —Pregunte indecisa. 

—Adelante. 

La piel era suave. Había un broche de color plata con forma de una flor. Lo alcé y abrí el empaque. Por dentro estaba forrado de terciopelo y entonces lo vi. Justo conmigo estaba mi pasado. 

—¡Muchas gracias! —dije emocionada. 

—No me agradezcas, para mí ha sido un gusto poder ayudarte con este proyecto. Ángel es quien ha hecho bastante para la impresión. 

Seguramente que sí, Ángel siempre estaría dispuesto a ayudarme por completo. 

—¿Te gusta? 

Mi angelito se acercó a mí. Yo aún no podía creer que esto me estuviera pasando. Mi libro, mi historia, mi vida y todo mi pasado estaban justo en mis manos. Una portada muy bonita, dos siluetas con muchas flores y el título muy conmovedor. 

—Por supuesto. ¡Gracias por tanto! 

—No es nada. Tú sabes que te quiero. 

¿Lo sabía? Más que saber, yo misma lo estaba comprobando. 

—Mi buen amigo me dijo que este proyecto era algo importante, para una chica especial —dijo José. 

¿Me consideraba especial? Un año atrás nada de esto hubiese pasado si yo misma no hubiese querido correr el riesgo de intentar las cosas. ¿Escapar o quedarme? ¿Ser prostituta o no serlo? ¿Mujer o mujerzuela? ¡Mi nombre es Karol! Soy esa mujerzuela que a tu cuerpo el placer le doy. Soy una sonrisa fresca y una opinión fuerte. No me da miedo lo que diga la gente y casi siempre, trato de olvidar aquellas cosas que no me ayudan a crecer. ¡No estoy para sufrir con el pasado! 

Después de cenar en casa de José, teníamos que regresar a casa. Le pedí a Ángel que fuéramos al parque del arte. Así que fuimos por la noche y estaba muy tranquilo. Le tomé del brazo, no hacía frío, pero al tocarle el brazo sentía escalofríos. ¡Escalofríos de los buenos! 

—¿Quiero preguntarte algo? 

Él asintió. 

—Dime. 

—¿De qué trata la vida? 

Sus ojos se pusieron curiosos. 

—De muchas cosas. 

—¿Por ejemplo? 

—De amar, disfrutar, sonreír, llorar, maldecir, sufrir, superar, festejar y hay muchas otras cosas. 

—¿Te gusta tu vida? 

Lo puse a pensar todavía aún más. 

—Sí, me gusta. Dicen que lo tengo todo, pero la vida no se trata de tenerlo todo y ya. Vivir es tener lo necesario y disfrutarlo con tus seres queridos. 

Me gustó su respuesta. Ángel era muy bondadoso. 

—¿Me quieres en tu vida? 

Nos detuvimos. 

—Ya estás en mi vida. 

Era cierto. Sonreí un poco sonrojada. Me gustaba mirarlo y ver qué su mirada me correspondía. ¡Se sentía muy bonito saber que alguien me miraba con ternura! 

—¡Gracias por dejarme subir ese día en tu camioneta! Tal vez nuestras vidas hubiesen sido muy diferentes de no ser por aquel gestó tan bueno por parte tuya. ¿Cómo fue que tú pasaste por esa calle en un momento como ése? 

Bajo su mirada, se aclaró la garganta. 

—Pues resulta que ese día se cumplían dos años desde que Daniela y yo rompimos. 

Me sorprendió escucharlo. 

—Yo había ido al lugar donde nos habíamos comprometido. Necesitaba deshacerme del anillo de bodas que iba ser de ella. ¡Lo tiré en la presa! Había rentado una lancha y lo deje caer en el agua. El lugar se llama Tenango de las Flores, es un lugar muy bonito. Cuando intenté regresar a casa tuve mucho retraso porque la carretera principal estaba obstruida por un deslave de tierra. Así que busque alguna otra ruta. La calle donde te encontré formaba parte de esa ruta y en ese momento, mis pensamientos solo apuntaban a una pregunta. ¿Qué pasaría conmigo y mi corazón roto? Daniela me había roto en mil pedazos y después de tanto tiempo comenzaba a pensar en la posibilidad de un futuro sin ella, pero me estaba costando muchísimo trabajo. Minutos más tarde de haber pensado en una pregunta como esa, tú te impactaste con mi camioneta y me pediste ayuda. La verdad pensaba rechazarte porque el lugar no se veía muy agradable, pero cuando vi que ese hombre te perseguía supe lo que tenía que hacer. Pensé que tal vez tenías problemas casa y cuando me dijiste sobre tu pasado, me sentí comprendido de alguna forma. ¡Sentí que tú y yo teníamos algo en común! Percibí que también tenías el corazón roto y eso era algo en lo que a ambos nos habían golpeado muy feo. Aunque me pediste dejarte en esa gasolinera, me sorprendió tanto el hecho de saber que estabas dispuesta a sobrevivir sola, sin ayuda de nadie.  Yo necesitaba a alguien como tú en mi vida. ¡Eres increíble! Por eso no te deje ir, porque sabía que ambos podríamos ayudarnos de muchas maneras. Tus escritos son mi ancla a la felicidad. Me haces ver aquellas cosas que desconozco de mí.   




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