Gandhorel entró a su casa y comenzó a recoger algunas de sus pertenencias, su madre, que lo miraba con cierto escepticismo, dejó que él terminara de preparar su equipaje para preguntarle a dónde demonios iba.–Es que… Revharil, ¡ya sabes cómo es!, me invitó a una excursión a…–¡Eso no te lo crees ni tú!, dime la verdad, Gandhorel, ¿estás metido en algún problema? –su madre era en exceso desconfiada.–No, no, madre, la verdad es que hace falta traer más dinero a la casa, y se nos ocurrió algo que quizá resulte.–¿No me digas que van a hacer algo peligroso? –su madre ya se estaba empezando a poner nerviosa.–Es… cazar unos animalitos salvajes, en especial uno.–¿Animales salvajes? ¿Pero en qué estás pensando, hijo?–Estoy pensando en ustedes, madre–su hermano pequeño lloraba sin cesar en un rincón de la sala–, el dinero no nos alcanza desde que padre se fue a… servir de escolta al príncipe de Fhagar. Yo… tengo que sacar a nuestra familia adelante.–¡Pero hay otras formas de hacerlo, hijo mío! ¿Cuántos trabajos no habrá disponibles para jóvenes talentosos como tú?–Ninguno me hará ganar más dinero que el de cazador de monstruos, y te recuerdo que hasta ahora he trabajado como ayudante de cocina y de vendedor ambulante y no he tenido mucho éxito ni en uno ni en el otro.–¡Está bien, si ese es tú destino yo no soy nadie para impedir que te dediques a esa profesión! ¡Sólo cuídate, hijo mío! –dicho esto su madre le dio un fuerte abrazo y comenzó a llorar.–No te preocupes, madre, volveré en unos meses, ya verás, ni te darás cuenta de que estuve ausente–Gandhorel trataba de buscar palabras que sirvieran de consuelo a su madre. –¡Vete, no me hagas sufrir más de lo que ya sufro!... ¡Vete! –la señora Erilda parecía bastante afectada con la inminente partida de su hijo.–¡Volveré, madre!... ¡Volveré! –dijo Gandhorel justo antes de salir de su pequeña pero queridísima casa.Las lágrimas se le querían escapar de los ojos, él no estaba haciendo nada malo, pero sentía ganas de llorar. Temía que su madre se volviera loca. «No sé por qué le estoy haciendo caso a Revharil, pero ya no hay vuelta atrás», se dijo él en lo que cruzaba la calle principal del pueblo de Ashoril. El trayecto hasta casa de su amigo no duró más de diez minutos, Gandhorel caminaba de manera rápida e impaciente, evidentemente quería dejar el pueblo atrás lo antes posible. La angustia le recorría el pecho como un río crecido y desbordado, la tristeza que sentía por dejar a su madre y su hermano solos era indescriptible. «¿Seré yo un mal hijo, un mal hermano?», se preguntó justo antes de ver a Revharil con una sonrisa de oreja a oreja. –¡Qué tal Gandhorel! ¿Preparado? –Sí… estoy ansioso por partir, así que no perdamos más tiempo–Gandhorel tenía ganas de decirle mil horrores, pero se supo controlar y no lo hizo.Revharil tenía muchos caballos en los establos de su casa, así que dejó que su amigo escogiera uno. A caballo avanzarían mucho más rápido que a pie, así que Gandhorel se sintió agradecido cuando su corcel blanco inició el galope hacia las fronteras de la villa dónde había vivido los últimos veinte años. La vegetación que colindaba los alrededores del pueblo de Ashoril era simplemente hermosa, sauces gigantescos brindaban su sombra y protección a los viajeros que utilizaban el camino empedrado. Cientos de kilómetros les faltaban por recorrer, pero Revharil lucía tan emocionado como si ya le hubiera dado caza a la bestia. El aire olía a lluvia, a tormenta, el Sol avanzaba lentamente sobre el cielo y Gandhorel sabía que probablemente les quedaban unas pocas horas de luz. Un rebaño de ovejas desfilaba por las serpenteantes colinas del reino libre de Ghaztarel y los dos jóvenes jinetes se entretenían mirando a las bestias que brindaban su lana a la humanidad.–¿Veo que trajiste tu espada? –le dijo Gandhorel a su amigo.–¿Espada? No es una simple espada, sino un espadón.–Tú me entendiste, yo también traje una espada, aunque creo que soy mejor lanzando hechizos.–Yo traje mi arco, así que no te preocupes por lanzar muchos hechizos–la sonrisa en el rostro de Revharil no había desaparecido desde el inicio del viaje.El día se tornó repentinamente gris, frío y oscuro, los truenos y los relámpagos iniciaron su aparición en el cielo. Los jóvenes viajeros buscaron refugio en el interior de una casa de madera abandonada. La lluvia empezó a caer luego de que ellos amarraron los caballos a unas barras de madera que había dentro de la casucha deshabitada. El viento soplaba con fuerza y hacía un ruido extraño y aterrador.–¿Trajiste comida? Yo no tuve tiempo de traer…–le dijo Gandhorel a su amigo.–Sí, pero aún no es hora de la cena, así que no te me pases de listo.–¿Y tu padre? ¿No se puso molesto por tu repentina marcha? –le preguntó Gandhorel con cierta ira en la voz.–No, él admira a los jóvenes valientes…–Eres afortunado, mi madre... ella no piensa de la misma forma en que lo hace tu padre.–Es normal, las madres siempre quieren tener a sus hijos cerca. Seguramente no quería que te fueras, pero tú bien sabes que tenemos una gran oportunidad entre las manos, no la podemos dejar escapar, ¿verdad? –la cara de su amigo parecía macabra y siniestra en la penumbrosa casucha abandonada.–Creo que es mejor encender una hoguera, se nos van a congelar los huesos–dijo Gandhorel luego de un rato de silencio.–Una hoguera llamaría demasiado la atención de las criaturas del bosque, creo que no es buena idea, además, hace un viento terrible, y ni siquiera ha terminado de llover.–Tienes razón, sólo espero que está lluvia no dure demasiado. La noche está cerca–a Gandhorel le molestaba la oscuridad que los envolvía dentro de la casa abandonada, era casi como estar viviendo una pesadilla.–Lo peor de todo es el fango, detesto el fango–dijo su amigo como buscando un tema de conversación.–Y el ruido del viento, ¿no te molesta? –le preguntó Gandhorel para tratar de concentrarse en algo que no fuera los recuerdos de su madre y su hermano pequeño.–No, ¿por qué me iba a molestar? Es un ruido triste, es verdad, pero no es más que eso, un ruido.–Hay sabios que cuentan que el sonido de las tormentas es sinónimo de locura y desesperación, de muerte y desgracia, pero yo no creo en esas sandeces.–Haces bien en no creer, aunque es verdad que es un sonido muy molesto–reconoció Revharil al prestar más atención al ruido provocado por el aire.Poco a poco las nubes se fueron haciendo más ligeras, y finalmente el cielo se fue despegando, cuando el Sol volvió a salir ya era débil y anaranjado.–Creo que es hora de reanudar la marcha–dijo Revharil luego de examinar el terreno.Cuando Gandhorel salió de la casucha deshabitada se sintió increíblemente aliviado. El olor de las flores primaverales le llegó junto con una agradable brisa. El atardecer le parecía hermoso, pero no había mucho tiempo para admirar el paisaje, debían encontrar una posada pronto; antes de que los sorprendiera la noche.
Editado: 16.03.2021