Dos meses.
Ese ha sido mi tiempo aquí.
He de admitir que colarme entre sus filas y en la academia ha sido bastante sencillo, más cuando se poseía un don como el mío, había adoptado la forma de un chico llamado Peete, fingí ser él por todo este tiempo, no era difícil para mí, al parecer él no tenía un círculo social muy grande y por lo que observé su comportamiento no era complicado de imitar, era un bobo Gemiriano y el hecho de que no poseyera poderes fue mucho mejor, ya que mentir con respecto a mis poderes era algo que hice por un largo tiempo. Esconder su cuerpo fue quizá lo más complejo de todo, no es como si aquí en el instituto hubiese muchos lugares para ocultar algo tan grande como eso, sin embargo, topé con suerte al encontrar un buen sitio cerca de los limites, metí el cuerpo en un gran tronco hueco, a nadie le gustaba venir a los bordes tal parece que a todos les torturaba el hecho de ver su hogar como de verdad era.
En realidad no maté a Peete, solo se encontraba en un sueño profundo, uno que duraría tanto como yo quisiera y en este caso según los planes acordados no faltaría mucho para deshacerme de esta fea apariencia y volver a la mía, nunca sospecharían de mí, pero siempre tomaba mis precauciones, utilizar mi poder todo el día de una forma tan seguida hacía sentirme débil y a veces creía que en cualquier segundo podría simplemente ceder al cansancio y transformarme en mi verdadero yo, por tanto me escabullia para descansar cuando sentía ya no poder más y en las noches dormía con doble pestillo en la puerta y ventanas por si alguien accidentalmente se equivocaba de habitación.
Fui enviado aquí con el objetivo de espiar y encontrar sus puntos débiles, por alguna extraña razón Nemidas los consideraba como posible amenaza, pero yo no lo veía así, solo son ilusos con una gran cantidad de esperanza y valentía ¿Qué podía hacer eso contra un gran ejercito de bestias y Gemiers con el cerebro lavado? Por lo que conté el número de Gemiers aquí era realmente bajo, por lo suelos si se comparaba con el nuestro y un montón de Gemirianos con espadas, dagas y diversas armas no harán mucho por más que supiesen como manejarlas, la verdad me causaban lastima su muerte seria en vano ¿Por qué no simplemente se rendían? ¿Por qué simplemente no se inclinaban ante su verdadero rey?
Entré en la bibloteca la cual estaba completamente vacía, por aquí no eran muy amantes a la lectura y el único que pasaba la mayor parte de sus ratos libres como una rata escondida en su cueva era Hans y tanto él como los demás se encontraban en el entrenamiento que hoy, se había extendido más de lo habitual, sabía de antemano que ellos suponían a la perfección que su tiempo se acaba. Metros antes de estar cerca del cuarto donde hacían sus tontas reuniones con el fin de hallar las gemas, gemas que no sabían que tenían frente a sus narices, por que esa era otra de mis misiones tomar las tres- Nemidas tenía ya una a su disposición- que se encontraban ocultas en estos terrenos, aún no había dado con ninguna, pero el jefe estaba seguro que se hallaban aquí después de buscar por todas partes, además conocía demasiado bien a su hermana como para saber quiénes habían sido los Gemiers a quienes se los había entregado y sabía que se ocultaron aquí, el único lugar que Zira protegió del mal que acechaba afuera.
Al estar a cuatro pasos de distancia de la puerta, cambié de forma a un insecto pequeño y me colé por la apertura de abajo de la puerta, rápidamente estaba dentro, por si fuera poco el rey me asigno otra tarea debía vigilar a la nueva chica-la cual conocía bastante bien- que le informé entro hace unos días, pareció realmente interesado cuando le conté sobre el collar con la particular gema que portaba, el creyó que esa podía ser el rubí protector, una de las cinco, que los padres de Alessia junto con ella cuidaron por años.
Tenía que ponerla en peligro, pero la oportunidad no se había dado después de su fracaso en el entrenamiento -que yo sabía bien que tendría ya que nunca ha sido hábil para esas cosas- no había vuelto a ir y no me arriesgaría hacer algo fuera de allí para exponerme.
Tras escuchar que irían a Ritbeth esta vez, vi mi oportunidad, debía irme inmediatamente para avisarle lo que planeaban, una parte de mí no quería hacer esto, pero el prometió no hacerle daño, entonces, aunque verdaderamente no confiaba en su palabra decidí esta vez ignorar mis cuestionamientos, negar a mi voz interna que me repetía constantemente que no fuese estúpido y hacer lo que me ordenaban si deseaba ganar mi lugar, un lugar que me pertenecía, sin importar que.
Los sentimientos tendrían que hacerse a un lado.