El clima era en definitiva exquisito, el sol calentaba mi piel de forma placentera y el aire golpeaba suavemente mi rostro como una dulce caricia, ondeando mi cabello oscuro peinado con una trenza no muy grande a cada lado unidas ambas detrás de la cabeza, portaba un vestido color malva con tirantes gruesos, corte de corazón, cuatros dedos arriba de la rodilla. Disfrutaba del momento tranquilo en el que me encontraba, por un breve periodo todas las preocupaciones que tenía no existan, ni siquiera me acordaba de ellas, en mi mente no había espacio para nada negativo. Recolectaba algunas rosas rosadas y rojas en el prado que siempre frecuentada ir cuando estaba en la casa del campo.
Un grito desgarrador se esparció por el aire, acabando con la paz sustituyéndola por miedo, impulsivamente corrí con mi corazón a todo galope tenía un mal presentimiento, los ruidos horribles me guiaban a la casa de campo, con su color verde primavera era imposible pasar desapercibida, recordaba la vez en que la escogí con mis….
¡Mis padres!
No tarde mucho en reconocer a quienes les pertenecían esas voces, esas lamentaciones cargadas de un dolor inexplicable, uno que hacía que mi piel se erizara. Subí la pequeña escalera que conducía a la puerta y con un movimiento brusco la abrí, adentro me encontré un panorama totalmente distinto, esa no era mi casa, era un lugar lúgubre, la iluminación era casi escasa, advertía el sonido de cadenas al ser arrastradas por el suelo, ladeé mi cabeza y la apertura por donde crucé ya no estaba, desapreció y en su lugar apreciaba una pared oscura.
La claridad de la luna se colaba a través de una pequeña abertura de la larga cortina que cubría el enorme ventanal, di un paso para acercarme a ella, mas no continué al sentir una sustancia espesa bajo mi tenis, incliné mi cabeza para descubrir sangre, parecía que habían arrastrado a dos personas heridas por aquí.
Un escalofrío recorrió mi espalda con tan solo pensar en la probabilidad de que perteneciera a mis padres, volví a oír las cadenas por lo que caminé dejándome llevar por el chillido para llegar a ellas, paré de golpe tras verlos, su cabello rubio ahora se hallaba oscuro, su piel blanca pasó a ser café debido a lo costra de suciedad que poseían, sus ropas rasgadas, moratones y rasguños en su cuerpo.
- ¿Dónde están? – formuló con molestia un hombre fornido, alto, de cabello negro, rostro anguloso, nariz perfilada, cejas espesas, ojos de un rojo intenso y labios delgados.
De sus bocas no brotó ningún tipo de ruido o palabra, mis padres guardaron absoluto silencio.
- ¿Dónde están? - pasó la hoja afilada del cuchillo por la piel de mi madre, esta se rompió de inmediato, la sangre de un rojo vivo recorría sus extremidades - ¿Dónde están? - perdió el control deslizando el arma por diferentes partes de los brazos de ella.
Presionó sus ojos con fuerza, mordiendo su labio, unas cuantas lagrimas se desplazaron por sus mejillas.
- ¡No le hagas daño! - corrí hasta él para detenerlo, sin embargo, solo lo traspasé, me tropecé y caí.
- ¡¿Dónde están?!- Volteé mi rostro con rapidez ignorando el aturdimiento, para ver como con un veloz y brutal movimiento condujo la hoja plateada ahora teñía en rojo por su cachete, un chillido desgarrador egresó de su boca, bajó su cabeza cubriendo su herida con las manos, las cuales temblaban al tocar tanta sangre.
- ¡NO! - exclamé ensanchando mis ojos asustada, gotas de agua brotaron de ellos.
- ¡MALDITO! ¡DEJALA EN PAZ! - gritó mi padre con una rabia nunca antes vista, se levantó halando las cadenas todo lo que podía, deseaba romperlas, pero fue inútil.
-Una carcajada espeluznante escapó de su boca, en su ropa y rostro se apreciaba la sangre de mamá- Admiro tanto su fuerza, su resistencia y su lealtad, lamentablemente mi paciencia no es tan grande y ya me aburrí de jugar con ustedes así que…- chasqueó sus dedos.
Una mujer de cabello castaño con corte varonil agarró el cuchillo y lo cambió por una espada, el rostro de la chica era inexpresivo, la mirada perdida me hacía pensar que en realidad su mente no se hallaba allí, con ella, parecía una especie de robot.
-Gracias Demetria- inspeccionó el arma y deslizó su dedo por la hoja probando el filo, sonrió satisfecho al comprobar que estaba como deseaba- Mmm veamos, ¿quién quiere morir primero? - apuntó a mi madre con la misma.
La mujer que me dio la vida lo observó con odio, no vaciló en ningún momento a pesar del dolor que podía sentir, a pesar del miedo que podía tener, la sostuvo hasta el final.
- Tu Amanda, ¿Quieres ser la afortunada?