Entre más revisaba el extraño formulario, más confundido se encontraba Luis. Cualquiera lo estaría si encontrara un formulario de hospital con símbolos extraños y cuadriculas indicando si conocía sus parentescos etéreos o no y su inclinación religiosa con nombres de dioses que desconocía.
Se tomó la cabeza con ambas manos, agobiado. ¿Dónde carajos estaban? La sede de las Hermanas Curadoras… Jamás había escuchado de ese nombre. ¿Sería cierto lo de las teorías conspiranoicas y fueran alienígenas los que controlaran el mundo? Tal vez las historias sobre hadas y criaturas parecidas fueran simples contactos con seres de otro mundo, bueno, mundo fuera del nuestro.
O simplemente no debí tomar un poco de droga antes de verse con Javier. Había sentido que los efectos pasaban mientras se preparaban para el robo, pero no parecía el caso.
Dejó caer los brazos y observó el techo, se dio cuenta por primera vez que las luces no eran luces de led azuladas como en todos los lugares, sino esferas de luz blanca brillante, colgando en el aire, sin cables o soportes que las mantuvieran pegadas al techo.
«¿Me darán en este lugar un desintoxicante?» Pensó seriamente, su mente estaba alucinando cada vez más. Aunque, ya puestos a alucinar, podría haberlo hecho con algo mejor que una simple sala de espera en un hospital y esferas de luz.
Pasos se escucharon a su izquierda y Luis volteó a ver, la chica/hada corría hacia él, seguido de la mujer de antes y la chica que se había llevado a Javier.
«Bueno, al menos imagino chicas bonitas», pensó.
La chica/hada se hizo a un lado cuando se acercó, permitiéndole a la mujer acercarse más.
—Es usted Luis, ¿verdad? —Preguntó la mujer llamada Jimena.
Él asintió.
—¿Podría indicarme la razón de su llegada a este lugar?
Luis sintió una punzada en el estómago de los nervios. Mierda, lo sabían, ellas habían contactado posiblemente con la policía. O tal vez…
—¿Leyó la mente de Javier?
La mujer ladeó la cabeza, confundida.
—No, no hemos leído la mente de su amigo.
—Ah bueno, era una posibilidad, tengo entendido que los aliens tiene máquinas para eso y, no sé, se me ocurrió que por esa razón me hacia la pregunta. Era una idea, pero, pues, veo que no era la correcta…
Entre más hablaba, más cuenta se daba de que estaba diciendo tonterías, sobre todo con la cara de fastidio que Jimena estaba mostrando.
—No, señor Luis, no leemos la mente en este piso y no somos alienígenas.
La mujer suspiró y se sentó al lado de Luis. En ese momento, él pudo notar que ella no estaba bien, su rostro lucía algo cansado y la forma en la que dejó su cuerpo caer en la silla acentuaba esa idea. La idea inicial de alguien tan regio y firme parecía haberse desvanecido.
—¿Algo le pasó a Javier? —Le preguntó él, preocupado.
—No, su amigo está bien. Mire, hay unos carros arriba que están buscando entrar. No le negamos en este lugar la entrada a nadie si es una emergencia, cosa que ellos no parecen tener. Creemos que los buscan a ustedes. Las heridas de su amigo fueron hechas por un licántropo, por lo que aquellos hombres que los siguen no son normales, son hombres-lobos con total seguridad, así que necesito de su absoluta sinceridad. ¿Por qué razón está herido Javier, y por qué hay criaturas afuera buscándolos?
Luis estaba perplejo. ¿Hombres-lobo? No, era una mentira, no era cierto que los estuvieran siguiendo criaturas de fantasía. Si algo, los dueños del local sí, tenían un perro grande, muy, muy grande.
«Demasiado grande para ser un perro», pensó.
Luis se levantó y comenzó a caminar de lado a lado, dejándose llevar por la ansiedad, agitando los brazos con cada palabra que decía:
—Mierda, mierda, mierda, no puede ser, puta vida. ¡Esto tiene que ser una hijueputa mentira! Los hombres-lobo no existen, ni las hadas, ni nada de eso.
Al decir esas palabras, no pudo evitar mirar a Cerix, quien desvió la mirada, apretando con fuerza los labios y sus mejillas rosadas ponerme más rojas, sus alas se agitaron, con evidente enojo. Carajo, no debió haber dicho eso último.
—Tiene al frente pruebas de que sí, señor Luis. —Dijo Jimena con un tono suave que invitaba a la confianza—. Puedo entender su confusión, no es un mundo al que pertenezca, pero ahora están envueltos en él por algo que usted y su amigo hicieron, así que necesitamos esas respuestas para saber qué podemos hacer con los hombres que están afuera.
Jimena tenía razón, Luis lo sabía, pero asimilar ese hecho era más difícil de lo que pensaba. Un mundo donde las criaturas de fantasía existieran, y en su propia ciudad. Jueputa, eso no debía ocurrir ahí, sino en lugares como los Estados Unidos o Londres, no en Bogotá.
Pero estaba ocurriendo, su amigo estaba herido por el ataque de un hombre-lobo y ahora estaban tras ellos. No podía negar lo que tenía al frente por más que su cabeza quisiera decir lo contrario.
Luis tomó asiento y entrelazó sus dedos, tomando determinación mientras pensaba las palabras que debía decir a continuación.
A decir verdad, mientras Luis lo pensaba, no había visto tan decidido a Javier, y eso que él era el que intentaba que Luis no se metiera en problemas, pero en esta ocasión, los roles se habían intercalado.
Editado: 21.11.2024