Las Hermanas Curadoras

VIII

Aquello que Jimena temía era que Valeria matara, y eso se debía a que era la mejor asesina en el sub-mundo de Colombia.

Al igual que Javier, se había convertida en asesina por azares de la vida, intentando ayudar a su madre, una de las alquimistas más respetadas del país, hasta que una mala formula estalló en su laboratorio y la dejó incapacitada de formar ideas coherentes.

Cuando ocurrió, Valeria tan solo tenía diez años. Sin padre, perdido en una expedición, y ningún otro familiar que cuidara de las dos. Tenían amigos del gremio de alquimistas, pero nadie podía darle la ayuda constante que necesitaba.

Lo único que pudo hacer fue recurrir a un grupo de alquimistas, bastante conocidos en el mercado negro. Requerían un ayudante, alguien que fuera su guardia de seguridad. Por las enseñanzas de su madre, Valeria había aprendido a refinar el Éter de su interior, por lo que podía hacer trabajos físicos sin esfuerzo, a pesar de su contextura y edad.

En poco tiempo, ganó el dinero suficiente para pagar una habitación en un centro especial para cuidar a su madre. Luego, llegaría la orden que lo cambiaría todo.

—Necesito que escoltes unos materiales hacia el norte de la ciudad, nada peligroso, solo se te pide mantenerte alerta.

Valeria no dijo nada, nunca se quejaba de las órdenes. Partieron con el grupo en el camión a entregar los materiales durante la noche, buscando no llamar la atención. Cuando llegaron a un semáforo, cerca de la calle 26, por la Caracas, Valeria notó unas sombras extrañas que se movían. Cuando estuvo a punto de avisar sobre ello, el vehículo fue atacado.

Chillidos comenzaron a sonar alrededor, eran aterradores, y Valeria supo al instante que solo una criatura hacia esa clase de ruido, vampiros.

El ataque fue rápido y sin piedad. Estaba tan aterrada, viendo a su equipo ser masacrado, que no pudo salir de la cabina del conductor. Vio que su acompañante, el que conducía, le hablaba, pero Valeria no lo escuchaba. Una mano pálida y delgada aferró la cabeza de su compañero y la arrancó del cuerpo. El vampiro, con sangre en sus labios y una sonrisa endemoniada se acercó a ella con suavidad, su rostro y la sangre que lo bañaba eran alumbrados por la luna, dando una imagen aterradora.

—No te preocupes niña, morir es tan sencillo como dormir.

Al escuchar eso, Valeria tuvo un solo pensamiento: «No quiero morir, mi madre me necesita».

La criatura chupasangre se lanzó sobre ella, y sin pensarlo, endureció el Éter que rodeaba su puño y dio un golpe al frente. Aquel puño reventó la cabeza del monstruo como si fuera una fruta, derramando sus sesos.

Valeria observó aquel líquido rojo cubriendola y no sintió asco alguno, solo estaba contenta de haber resistido. Más vampiros se dieron cuenta de lo sucedido, y con chillidos estridentes, la atacaron.

Cuando hubo terminado con ellos, llevó la carga en el camión hasta el lugar de encuentro. Estaba cubierta de sangre y parecía estar en estado de shock, pero por primera vez, sentía que tenía la mente clara.

Al día siguiente se supo lo ocurrido y fue llamada por el líder del gremio. Este no dijo nada mientras ella estaba de pie frente a él, inexpresiva. Luego de unos segundos muy aburridos, el lider habló:

—Derrotar un grupo de vampiros no es común, y menos a tu edad. Tienes algo especial que puede mejorarse, puedo notarlo por el aura que emanas. Déjame que uno de los nuestros te entrene, y podrás obtener más dinero del que ganas ahora.

—De acuerdo, pero antes tengo una petición.

—Dime, pequeña.

—Cuiden de mi madre mientras yo no estoy.

El líder sonrió.

—Tu madre es una mujer que es incapaz de recordarte, aun así, ¿quieres seguir cuidándola?

Valeria le dirigió una mirada asesina, aquella que había dirigido a los vampiros, pero eso no inmutó al líder, que soltó una carcajada.

—De acuerdo, de acuerdo, Dioses, no tienes que mirarme así. Juro que cuidaremos a tu madre como si fuera el tesoro más preciado que tuviéramos en nuestro arcón. Lo prometo por cada uno de los nueve dioses, ¿te sirve?

Y de esta forma, Valeria fue entregada a un anciano con el rostro curtido por arrugas, y el físico del mejor luchador que hubiera conocido en su vida. Lo apodaban «El Sombrerón», en honor de la criatura de la región y de los sombreros que siempre cargaba con él cuando salía a cumplir un encargo, era el asesino del gremio. Valeria entrenó con él por dos años, en los cuales nunca conoció su verdadero nombre.

El Sombrerón le enseñó el control del Éter para usarlo en su beneficio. Camuflarse con el entorno, cambiar su rostro, su figura, voz, incluso poder proyectarlo para hacer lo mismo con los demás y cometer asesinatos a distancia. Todo un logro para su edad. Se entregó en cuerpo y alma al entrenamiento, mejorando su energía y su físico. A los trece años, era una de las asesinas más letales de la ciudad.

Mientras tanto, su madre estaba siendo cuidada con ayuda del gremio de alquimistas. Su condición era irreversible, pero, aun así, buscaron maneras de ayudarla para vivir de manera decente. Valeria agradecía el esfuerzo, y devolvía el favor con montañas de cadáveres.

Hasta que el gremio cayó, por culpa del Sombrerón.



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En el texto hay: hombres lobo, asesinos, magia

Editado: 21.11.2024

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