La luz fue lo primero que volvió, y luego, la puerta crujió. Esta se abrió y ahí estaba Valeria, con el uniforme roto por todas partes, dejando bastante piel al descubierto, enseñando su cuerpo tonificado y musculoso. Se había vuelto un desastre dado que lo había llevado al límite durante el combate.
—En serio, Jimena, consígueme un uniforme de mi talla y que no apriete tanto, por favor.
Jimena, que estaba de pie al lado de Javier, había curado toda la herida mientras escuchaba los disparos en la sala de espera. Rogaba a los Dioses que cuidaran de Valeria todo lo que pudieran, y cuando la vio en la puerta, magullada, no pudo evitar sentirse alegre.
Se acercó con paso rápido, y le propinó una fuerte cachetada. El sonido del golpe sonó parecido a un balazo, haciendo que los demás se estremecieran del susto. Luis incluso dejó escapar un «auch» al ver cómo la mano de Jimena se había marcado en el rostro de Valeria.
—Tonta, me prometiste que no harías nada de eso. Era la forma de tenerte acá, en este lugar. Ahora, ¿cómo le explicaré a la Madre Directora que siga permitiéndote como una aprendiz? Por los Dioses, ya no sé qué hacer contigo, te levantas tarde, dañas los uniformes, a veces te demoras en hacer la limpieza de tu cuarto y nunca te organizas el cabello. Eres un desastre y yo tengo que cuidar de que no lo seas, debo estar pendiente de que andes arreglada, de tu uniforme, de tus estudios, de tus tareas, de que... de que...
Valeria la miró a los ojos, tenía los suyos abiertos como platos, sorprendida de toda la palabrería que Jimena acababa de soltar. La Hermana desvió la mirada, apenada de no haber podido mantener el control.
Sintió que le tomaban la mano, cuando volvió la vista, encontró la mano de Valeria sujetando la suya.
—Vamos, déjame mostrarte algo.
Jimena se dejó llevar a la sala, donde encontró todos los cuerpos acomodados en los asientos. Dioses, cuantos muertos, eran tantos que incluso podía sentir como sus auras estaban… estaban… normales.
Jimena frunció el ceño, confundida.
—No entiendo… ¿ellos siguen con vida?
Miró a Valeria, quien observaba el suelo con la mirada medio perdida.
—Te lo prometí, ¿no? No volvería a matar, y me esforzaré porque no ocurra nunca más algo así para no preocuparte.
Jimena se quedó sin aliento, estaba tan aterrada por la posibilidad que nunca había llegado a pensar en que Valeria podía controlarse y evitar matar a aquellos hombres.
—¿Cómo lo hiciste? —Le preguntó.
—El bloqueo de dolor sirve también para otras cosas. Solo era usar eso con lo que yo ya sabía y, bueno, ahora tienes trece hombres desmayados en la sala de espera.
Jimena observó el escenario de la batalla. No había ni una sola gota de sangre, a pesar de la cantidad de casquillos que estaban en el suelo. Observó las parades, algunas con agujeros de balas, igual que un par de sillas. Vio marcas de garras a la entrada del ascensor, eso sería aparatoso de reparar.
—Por los Dioses, la Madre Directora me va a matar. La renovación costará un montón.
—¿No hay forma de hacerles pagar a ellos? —Preguntó Valeria—. Al final de cuentas, han roto el tratado de neutralidad que tiene este sitio.
—Es cierto, aunque el castigo final lo impondrán los dioses. No creo que termine en solo, pagar las reparaciones.
—Oh.
—En efecto. Volvamos con Javier, necesito asegurarme de que haya quedado todo bien curado.
Las dos volvieron a la habitación con mucha calma. Jimena no podía evitar pensar cómo hubiera terminado todo si ella hubiera actuado más rápido. ¿Detener a Valeria habría sido un error? Lo más probable, al final, fue ella quien tomó la mejor decisión.
Observó a la chica que estaba a su lado, pálida y con ojeras. Una asesina que ahora tenía mejor rostro que cuando había llegado seis meses atrás, no solo por sus heridas, sino por un propósito mejor. La había subestimado, y ese era el mayor error.
—Usaste bastante Éter.
—Más bien, use Éter de una manera que había olvidado. Necesito dormir. Ah, por cierto, ¿tenemos vacaciones? Unas vacaciones no me sentarían mal.
—Pero si llevas seis meses trabajando en este lugar. Y sí, tenemos un tiempo de descanso remunerado una vez al año.
—¿Solo una vez al año? —Exclamó Valeria.
—Es casi un mes completo, no te quejes, ten paciencia y te lo ganarás cuando dejes de ser una aprendiz.
—Lo cuál debería ser pronto, con esto he demostrado que sé usar las técnicas de las Hermanas a la perfección.
Jimena hizo un gesto de duda, ladeando su mano de lado a lado.
—Tienes algo de razón, aunque no es la aplicación que debería hacerse.
—Entonces aún mejor, he mejorado la medicina luego de casi tres mil años de historia.
Las dos soltaron una pequeña risa al tiempo que llegaban al cuarto donde estaban todos. Jimena los observó y se encontró con rostros aterrados, mirándolas con extrañeza, esperando que les dijeran algo.
Jimena se adelantó, junto las palmas de sus manos y les dedicó la mejor sonrisa que podía brindarles:
Editado: 21.11.2024