Las Hierbas Que Sanaron Al Angel

Capítulo 6: Alejandro & La Anciana

Al siguiente día, se notaban las cosas diferentes. Podía notar como más y más gente se acumulaba a las afueras de mi tienda, la enfermedad se expandía cada vez más y era obvio; el tiempo se agotaba.

Abrí la tienda, y Chelsea fue la primera en entrar.

La tomé y la llevé a una habitación más privada.

–Chelsea....eh...muchas gracias por ayer. Lo necesitaba.– Le sonreí.– Pero esta vez necesitaré algo más..... Tengo que trabajar con Sigmund en un proyecto...¿Te importaría....?–

–Sí, sí, no te preocupes. Yo me ocupo de la tienda.–

–¡Ay, gracias!– Le di un fuerte abrazo y le besé la frente. –Prometo compensarte, lo juro.–

Tomé mi bolso y abrigo, y me dirigí al castillo.

Al caminar por las calles de Angulema, algo me sabía raro, la gente tosía, más y más. Era signo de que teníamos que preocuparnos

Antes de llegar al castillo, caminando por las calles del Distrito Alto, sentí algo. Una especie de presencia. Miro hacia mis lados, y era la misma anciana que encontré en la plazoleta, estaba mirándome desde un callejón. Me percaté de su mirada profunda, sus ojos eran rojizos, pero no te llegaban a asustar, por lo más raro que pareciera. A pesar de ello, no me atreví a acercarme.

–Ten cuidado con lo que haces....Puede que ese doctor sea bueno...o no..– Dijo ella a lo lejos.

–¿y usted quién...?– Antes de que pudiera terminar, ella ya había desvanecido en la oscuridad del callejón.

Me dejó con las palabras colgando. Y para asegurarme que realmente desapareció, entré al mismo callejón, y para mi desgracia, ya no había nadie.

Preferí simplemente no perder el tiempo y seguir mi camino hacia el castillo.

Una vez allí, Sigmund me estaba esperando.

–¡Oh, ya era hora! Te demoraste demasiado.–

–Uf, perdón, tuve problemas con la tienda y...–

–¡Shhhh!– Me interrumpió. (Como todo el mundo a este punto. ¿Han notado que les gusta interrumpirme?) –Recuerda que aquí nadie sabe que tú eres el herbolario. No tienes una tienda...solo eres.....eres.......¿Mi ayudante?, no sé, pronto pensaremos en algo, pero no herbolario.–

Me recordó ese pequeño punto, no podían descubrir que soy el herbolario, especialmente los otros doctores. Si no, no me podré volver a escapar de esa y seguramente me quemen por 'Brujería'.

–Cierto. ¿Vamos a tu oficina, doctor?–

–Por supuesto, em...¿Cómo te puedo llamar aquí?–

–Hum....¿Merlín? Al menos de momento.–

–Me parece bien, de hecho, te queda.– Sonrió.

Correspondí esa sonrisa, y acto seguido, nos dirigimos a su oficina. Una vez allí, las cosas estaban más ordenadas y se nota que estaba preparado para el trabajo de hoy.

–Lo único que sabemos de esta enfermedad, es que causa fiebre, dolor de garganta, tos, claramente... Y que esos síntomas mutan, o se intensifican con el tiempo. ¿Algo que puedas agregar?– Dijo Sigmund.

–Hum, al parecer es contagiosa, de camino hacia aquí, vi a varias personas tosiendo, esto no parece bien. También vi algo de sangre por el suelo.–

–¡Tos con sangre! Es lo más característico. Si tienen tos con sangre, es porque están infectados...–

–¿Tos con sangre? Entonces es más de lo que creí....Lo que más me preocupa es que ¿Cómo vamos a descubrir su origen?–

–De momento no hay taaantos infectados. Podemos ir preguntando. Ver las rutas de los enfermos, con quienes se juntaron, en qué momento se empezaron a sentir mal....Puede funcionar, o al menos agregar más información sobre los síntomas.–

–¡Podemos separarnos! Nos ponemos mascarillas, y en una hora más o menos, nos juntamos aquí y descubrimos lo que sabemos.–

–Hecho. Aquí tengo algunas.– En un cajón tenía diversas mascarillas, eran negras y de pico largo. Tomó una para él y en mi caso, tomé dos. Quería darle una más a Chelsea. –Nos vemos en ese caso, yo iré al distrito alto, me suelen conocer ahí.– Terminó él.

Asentí, y me puso una mano en mi hombro y se fue. Si Sigmund se fue con los ricos, a mí me toca ir con mi gente. No me demoré mucho en llegar, y he de admitir, que cuando pasaba por las calles, me fijaba demasiado en los callejones. No quería ver a la anciana otra vez. Ya se volvió como una especie de paranoia. Al parecer Sigmund tenía razón en ese sentido....La Anciana era una bruja, que a lo mejor me debo cuidar.

Me fui a la tienda otra vez, creo que es la mejor manera de empezar las preguntas, ya que ahí van la mayoría de los enfermos.

"¿Qué ha sentido últimamente? ¿Ha conocido a alguien con esos síntomas? ¿Dónde vive ese conocido?" Eran alguna de esas preguntas para los enfermos. Todos, tarde o temprano me dirigían a una misma persona; un tal Alejandro. 

''¡Alejandro fue la última persona con la que tuve contacto!''

Todo este interrogatorio mientras Chelsea proseguía con las ventas. 

Sabía donde ir, pero antes.....

Me acerqué a Chelsea.

–Hey, toma.– Le di la mascarilla. –Vas a atender a muchos enfermos, quizá no es lo más lindo que hay, pero vale tu seguridad.–

–Gracias Abraham, suerte en el trabajo.–

–¡Y tú en el tuyo!– Le besé la frente.

Cogí nuevame mi bolso, y me fui al hogar del tal Alejandro. Estaba un poco alejado del Districto Bajo, de hecho, vivía en el Distrito Hatson. Hogar de los mejores comerciantes de la ciudad. Debido a su cercanía al Distrito Alto, era obvio que toda la clase noble, venía a ese lugar a comprar todo lo que necesitaban. Llegando a mi destino, visualicé una casa amarilla, más grande incluso que mi tienda. Y las ventanas eran tan inmensas que parecían los ojos de la edificación. Golpeé la puerta. Me abrió una señora, al parecer también enferma, pero con síntomas leves.

–¿Sí?– Preguntó ella.

–Quiero conversar con Alejandro, vengo de la Reina Zoe.–

–Oh, claro, pase, adelante.– Me hizo un gesto de bienvenida. –Es la última habitación al fondo.– Todo por la majestad Zoe. 



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En el texto hay: lgbt, amor, brujeria

Editado: 04.04.2020

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