Las Jones.

31. El partido.

Aitana.

Me siento a punto del colapso, mis nervios, mi todo a flote. Mi uniforme no lo encuentro, mi cabello es un desastre, no me he bañado, estoy en pijama a las once de la mañana a una hora de tener que estar en el colegio para el evento. 

Tengo partido y lo juego con mi novio. 

Suficientes razones para estar de esta manera. 

—  ¡Aina, préstame tu uniforme de educación física! —  grito subiendo las escaleras, caminó hasta el cuarto de mi hermana y la abro sin permiso. — Veo que no soy la única volviéndose loca —  digo mientras paso. Todo es un caos, tiene un montón de ropa en su cama, ella ya se bañó y lo se por la toalla en su cuerpo y cabello.

—  Busca tu uniforme en eso —  señala el montón de ropa — ¿Será que Sofía me ayuda a elegir algo? — pregunta nerviosa. 

—  ¿En qué? Yo te puedo ayudar —  ella me mira como si estuviera loca. 

Y lo estoy.

Soy la persona más bipolar con ella, un día puedo ser una torta de azúcar con ella, pero al otro día le reprocho por distanciarnos, por tener al imbécil de Gustavo como ex. Todo eso. 

—  Pero, te sientes bi... —  cierra los ojos negando y cuando los abre asiente — No se que ponerme, no quiero ir como elegante porque estaré con un delantal, pero tampoco ir con la pijama.

—  Yo te ayudo —  empiezo a ver la ropa y aunque para esto la experta en Sofía. 

Al final elijo un vestido de flores blanco con rosado que le queda muy bien, se supone que tenemos la misma cara, pero el cuerpo es diferente. El de Aina es como blandito y el mío más duro, las piernas de Aina son más gruesas y bonitas, las mías son más largas y es algo que le envidio. Su cuerpo me gusta más. 

—  Gracias —  se va al baño a vestirse y yo salgo ya con su uniforme. 

Entro a mi habitación y al hacerlo veo a mi novio al frente de mi ventana, se nota lo nervioso que está, porque está saltando por su pieza mientras habla con Pablo. Tanto él como yo estamos emocionados y queriendo ganarles a los del otro curso. 

Me gusta que nos guste lo mismo.

En una de los saltos se caen al piso y Pablo se ríe, lamentamente yo tampoco lo puedo evitar. Pablo se da cuenta de mi presencia y me saluda con la picardía que lo caracteriza. Desde que se entero que soy novia de Austin esta que nos molesta. A la vez me siento a gusto cayéndole bien a él y a Santiago. No se si a Mateo, es tan raro, único en su especie que no es alguien para descifrar.

Mi novio se voltea y me manda un beso, riendo entro a mi baño y empiezo a quitarme la ropa, entro a la ducha y el agua caliente empieza a deslizarse por mi cuerpo. Estoy nerviosa y es por muchas cosas. 

Con Austin vamos bien, pero supongo que es normal llevando tan pocos días juntos. 

Mi dilema es Lionel, se a alejado mucho de nosotros. Sus humores son de lo peor, las actitudes que está teniendo me hacen dar dolor de cabeza. Parece que desde mi noviazgo ya todo para él es malo y los chicos tampoco entienden qué pasa, ni yo mucho menos.

***

— ¡Me voy a caer, no voy a poder! — si así es Sofía bajo presión, se vuelve toda una dramática — Si él no va y me deja, como hago los saltos sola, voy a quedar en ridículo, el instituto se acordara de mi es porque el chico por el que suspiro me dejo sola, plantada y muchas cosas más. No quiero recordar esto como último año escolar. 

— Calmate — la tranquiliza Aina — Para empezar apenas vamos a salir de la casa, de la cual vamos atrasadas, entonces Mateo no te va a dejar plantada, no se ve alguien que incumpla, me parece muy responsable. Y deja de ser tan dramática, bailar se te da bien, no eres como yo que parece dos pies izquierdos. Lúcete Sofía — nos quedamos viéndola sin poder creerlo. 

Aina desde hace años, no es la persona más segura, ni con ella misma, ni con los demás. Cuando tenemos este ataque de nervios, nos apoyamos entre las dos y de Aina se encarga Layla. 

Supongo que las cosas están empezando a cambiar. 

— Bueno vámonos, la señora Elena nos va a llevar — dice Sofía y se nota ansiosa. 

Y todo se debe a Mateo, la rubia tiene un presentimiento. En realidad todas lo tenemos, pero el mío no es como el de ella. El que siento me dice que algo malo va a pasar y no lo soporto. 

Pero quien vive en el miedo, se queda en la duda.

Salimos de casa y la señora Elena está recostada en su auto mirando el reloj.

— ¡Se supone que soy yo la que se tiene que demorar! — el primero en salir es Pablo — ¿Se puede saber qué hacen los hijos míos? Se demoran más que yo — se queja y Pablo ríe, caminamos hasta su auto y cuando nos ve nos sonríe — ¡Niñas! Como están de bonitas. 

 Todas las tres estamos preparadas y me siento feliz de saber que aunque yo no este con vestido, el uniforme de Aina me queda bien y una trenza en cascada que hace que mi cabello no se me venga a la cara y me sirve para más tarde, tenemos tres partidos el día de hoy entonces voy con toda. 

— ¡Mateo, Austin! — grita y ya enojada — ¡No me hagan ir y arrastrarlos de las orejas!

— ¡Ya voy! — dice saliendo Austin también con su uniforme y guapo. 

Saluda a mis hermanas y a mi me besa ligeramente en los labios. Escuchamos como murmuran, pero ya es algo de ellos, no se normalizan de vernos juntos. Ni él, ni yo lo hacemos. Todo ha pasado tan rápido, un día estaba que le quitaba toda su masculinidad y al otro aceptando que me vuelve loca.  Me abraza y recuesto mi cabeza en su pecho.

Tonta enamorada.   

— ¿Mateo? — pregunta Sofía y todos sonreímos al verla. 

— No te pongas nerviosa Sofí, él ya sale. Por su propio bien lo tiene que hacer — nos reímos, Elena y sus ocurrencias. 

Mateo sale y me quedo viendolo sin disimular un poco. Que Mateo sea antisocial no le quita que este guapo. Tiene unas mallas negras y unos tenis Nike blancos, con un saco de lana rojo, pero algo me dice que debajo de eso, esta su pecho a disposición.



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En el texto hay: vecinos, ex novio y mentiras, playboys

Editado: 23.01.2022

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