Las Jones.

37. Me confieso.

Pablo.

 

—No lo quiero dejar, vayan ustedes — hago una mueca, no me gusta el hecho que él se quede, sabiendo el estado que está papá. 

—Pues considero que todos deberíamos quedarnos — expreso. 

—Si quieres yo me quedo —se ofrece Austin — Al fin y al cabo es tu fiesta, ya que los amigos que tenemos nosotros eran más bien compañeros. 

Me rio. Toda la semana se la ha pasado ofendido con la vida, por el siemple hecho que sus amigos no le hicieron nada. 

—Eres Austin, ese es el simple hecho. No eres muy importante. — lo molesto. 

—Bueno, váyanse — nos señala la puerta. 

Nos despedimos de Santiago y empezamos la caminata hasta casa de Caleb.

Como explicar lo que ha pasado estos tres días, la palabra indicada sería. Desconocer. No sabemos porque ese día estaba llorando, solo se que la llegada de esa mujer tuvo algo que ver. No puedo asegurar el que es, pero se le veía la mirada de una persona vacía, con remordimientos, con miedo de las consecuencias que eso traerá.  

Todo es un misterio. 

Austin y yo nos ponemos hablar acerca de nuestros amigos, de los nuevos proyectos, de la fiesta de Sofía, del evento a final del año. De todo lo que haremos antes de terminar el año. También empieza a joder, por el hecho que en la cafetería nos van a dejar tocar en la noches, eso nos funciona para empezar como principiantes, además después de clases podemos ir perfectamente —Aunque no faltó la advertencia de mi madre acerca de mi promedio, ya de por sí está más o menos—. 

Austin me confiesa que Aitana a estado un poco asustada por todo el lío de la semana pasada y no la culpo, estaban dispuestos a entretenerse con ella, de cualquier forma. 

—¿No ves a Santiago diferente? — me pregunta Austin.

Ya llevamos mitad de camino. 

—Pues si, algo asustado por todo lo de papá.

—No de esa manera —lo miro con cara de "Me explicas bien, gracias" — Con la vecina. 

—¿Con cuál de todas?

—Después soy yo el menso —me pega el la frente y me la sobo— A ver, hablo de Layla.

—Ya, lo siento. De por sí es difícil lidiar con la mía. 

— Upa, con la tuya— Claro yo y mi pico—. Te tiene loco, Pablo. Empiezo a creer que los tres cumpliremos el cliché y eso me parece lo peor, no me gusta ese tipo de cosas. 

—Tu odias el amor, pero ya lo sientes.

—Corrección, los sentimos —ambos nos reímos— Dejando ese día la casa, jamás me imaginé que sería de mí en seis meses, siempre supuse que iba a ser el mismo. Él que molestaba a Mateo por cualquier cosa que hacía.

—Todavía lo hacemos— le recuerdo.

—No me interrumpas— me regaña— Tampoco él que iba a ver a su secuaz enamorada de la misma chica, lo digo por la misma cara —aclara — Mucho menos que me iba a empezar a sentir diferente, los celos, esa manía de querer tanto con esa persona.

Aprieto mis labios, para evitar reírme. Yo no estoy hablando con Santiago o con cualquier loco enamorado.

¡Hablo con Austin!   

—Ay Austin, a veces me pregunto si el habernos mudado, si era lo que necesitábamos. Porque por estas mismas calles solíamos ir, pero con chicas siempre diferentes.  

—No se si era lo que necesitábamos, solo se que eso era lo que nos hizo cambiar y ver la vida desde otra perspectiva. Además quien se iba a imaginar que alguien nos iba a interesar, para algo más.

Eso es cierto...

Seguimos nuestro camino, hasta llegar a la casa de Caleb, de afuera es escucha como la música resonar. Los vecinos no deben estar muy contentos por eso, pero vamos a darle. Entramos y esta se abre por un chico que estudia en el instituto. Pasamos y está hasta el tope de personas.

—Esto, esta de locos — vocifera, viendo todo las personas que ahí y el gran baile que hacen en la sala. — Caleb, ¿cómo consigue permiso? Escasamente mamá nos deja salir. 

—Deja de decir mentiras, mamá nos deja salir y si no lo da, te sales por la ventana — le recuerdo —Además deja la envidia y ve a buscar, a tus pocos amigos.

—Adiós secuaz —empieza a escabullirse por la gente, pero antes me acuerdo de algo y lo alcanzo.

—Portate bien, sabes bien que tienes novia —el bufa y continua su camino. 

 Empiezo a rodear las personas, hasta dar con las escaleras que llevan al segundo piso. Donde probablemente están profanando esta casa. Ahí seis piezas y pego mi oreja a una de ellas, donde claramente se escucha que la pasan bien. Me pego a la otra y lo mismo, pero hasta percibo el olor de algo, hago lo mismo con la tercera y cuarta y casi que los mismo resultados.

Malditos puercos.

—Pero miren, ¿quién está de chismoso en mi casa? — me giro y al frente están Caleb y Briand, quienes me sonríe con burla —Esa mañas que te dejo California, hay que empezarlas a trabajarlas. 

—Idiota.

—¿Qué tal bro? Ya descubriste si en alguna de esas puestas esta Narnia —y no faltaban las burlas de Briand —De verdad Pablo, me preocupas. 

—No ven que los estaba buscando y no faltaba encontrarlos profanando la casa.

—Todos los tres sabemos que el primero en follar con alguien, en mi casa, fuiste tú. — empiezan a burlarse y yo decido que vayamos a saludar a los demás.

A ambos los conozco desde hace mucho, casi que al iniciar el kinder. Pero como tal nuestra amistad se genero mucho años después. El negro Caleb es el morenazo, que posiblemente las chicas les encanta, con su personalidad tan espontánea y cuando baila, siempre, pero siempre, conquista. Mientras de Briand, es mucho más pacifico y él que no mantiene segundas intensiones, con lo que hace.

Empezamos a hablar con los chicos y me adelantan de todo lo que ha pasado, de sus cosas y su familia. También empezamos a molestar sobre cosas de las que solíamos hacer en el instituto, por ejemplo, cuando Briand intento tocar la batería de Caleb y todavía nos preguntamos cómo hizo, para que uno de los platos resultara a unos 10 kilometros. 



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En el texto hay: vecinos, ex novio y mentiras, playboys

Editado: 23.01.2022

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