Las Jones.

39. Fiesta Bie.

CANCIÓN DEDICADA: TE CONFIESO - CAMILA.

Sofía. 

Mi cumpleaños y el mar, es la tradición que me ha gustado tener desde pequeña y más cuando ellos dos estaban vivos. Para mi, en realidad mis cumplaños es el 25 de diciembre, porque el 24 jamás lo celebro. No me siento bien haciéndolo. 

El día de ayer cosas extrañas sucedieron y todo se tiene que ver con el Yeti. A ver, ¿cómo es posible que ayer, me haya dado un regalo? ¿Era Mateo? O tal vez, ¿estaba disculpándose? Mierda, no entiendo nada. 

—¡Feliz cumpleaños! —llegan gritando y subiéndoseme encima mis hermanas —. ¡Oye, rubia, es tu cumpleaños! 

—Déjenme despertarme como corresponde —gruño y ellas se mueven —. Además mi cumpleaños ya fue y ya pasamos por esto. 

Recuerdo que ayer, esto mismo me hicieron.

—Bie, deja de ser tan floja, son las diez de la mañana. 

—Por eso, muy temprano para que un alma tan pura como la mía, se levante. —le contesto a Layla. 

Ellas empiezan a brincar más encima mío y de mala manera las quito de mi espalda. Me sobo los ojos y me quito la lagaña, para ver mejor y luego las veo a las tres con sus pijamas del día anterior. 

—¿Son conscientes qué nos acostamos, casi que a las tres de la mañana?  

—No rubia, pensamos que a las nueve nos habíamos ido a dormir — ironiza y yo me rio —. Levántate el desayuno está listo. 

Con pereza me quito las mantas y me pongo las pantuflas, empezamos a salir de mi habitación hasta bajar por las escaleras. En la cocina hay un sonriente Mark y son de esas sonrisa diferentes. 

—¿Qué da tanta alegría a estas horas de la mañana? —pregunto, a lo que él pega un brinco y suelta su teléfono, que va a dar al suelo. —. Pero mira nada más, quien esta nervioso.

—Papá, me parece que has estado diferentes estos días —con sutileza empieza hablar Aina, mientras se sienta en la isla —Claro que pueden ser solo ideas mías. 

Papá los mira a las tres y sabe que todas pensamos lo mismo. 

—Aitana, para ti no hay desayuno —sentencia papá y ella lo mira sin entender —. Muy lindos tu y Austin hoy en tu cama. 

Ella abre los ojos y un carmesí se genera en sus mejillas. 

Ay, estos dos que estarían haciendo anoche.  

—Mira, tu desayuno —Layla que empezó a servir los desayunos, empieza a pasarle a cada quien. —. Feliz cumpleaños —me guiña el ojo y eso me saca una sonrisa. 

Mi cumpleaños por estos motivos es que vale tanto, tengo dos celebraciones. Una con amigos y la otra con mi familia. 
 

—¡Rubia! — me empezó abrazar y cuando se separó empezó a despeinar mi cabello —¡Feliz cumpleaños! —le sonreí —. Lo bueno es que cumples en esta fecha y solo te tengo que dar un regalo.

—¡Dos regalos! —corregí—Mamá, —la llamé y ella volteo a vernos desde el sofá en el que estaba —Edward dice que solo recibo un regalo y no es justo —me crucé de brazos, ofendida.

—Ven acá, mi amor —separo las hojas que tenía en sus manos y me estiro sus brazos. Corriendo me senté encima de ella y la abrace —. No le prestes atención a tu hermano, por lo menos tu cumples en fechas tan especiales, pero, ¿y él? —escuche que bufido de mi hermano mayor —No, porque en febrero nada pasa.

—Pero, si la fecha de Edward no es especial ¿la de Lila tampoco?  —Edward soltó una sonora carcajada y mi mamá no sabía qué decir.  

—Esa es mi hermana —caminó hasta donde estaba y me ofreció las cinco, las cuales con gusto choque —. Ahora vamos a limpiarte esa carita —me baje del regazo de mi madre y con él de mano me fui a limpiar las migajas galletas que quedaron en mi boca. —. Te quiero, Sofí.

—Te quiero, Ward.
 

Cuando vuelvo es si, veo que todos hablan animadamente. El desayuno que Aina y Aitana prepararon se ve provocativo, pero esos recuerdos me suelen bajar el animo y quitar el hambre. 

—No tengo hambre —sonrió a duras penas. 

Ellos se quedan viendome con preocupación y antes que pregunten subo las escaleras, corriendo, hasta dar a mi habitación. Cierro la puerta y unas lágrimas traicioneras se generan.  

—Te amo y te extraño mucho, Wardo —susurro y me recuesto en la puerta —. Quisiera que estuvieras acá, molestando y diciendo que soy la rubia más fea del mundo. Aunque todos sabemos que era hermosa.

Escucho el sonido de mi teléfono y camino hasta la mesa de noche, donde esta. Lo tomo sin ver quien es y doy una fuerte exhalación de aire.

¿Alo? 

¿Quieres ir algún lugar, para despejar tu mente? —frunzo el ceño y reviso quien me esta llamando. 

Es un número no registrado, pero conozco es voz, es del Yeti. Me acerco otra vez el teléfono a mi oreja.

Mira al frente —ordena y eso hago.

Él está al frente, con cara de recién levantado, con una pijama y con las cortinas abiertas —Que solo en los momentos incómodos míos, las tiene abiertas—. Me mira serio, pero ya no lo siento tan lejanos como antes. 

¿Qué dices? —me quedo callada.

Pero ya me dolio uno de sus rechazos, no quiero pasar por otro.

Pero por otro lado mi hermana me lo ha dicho y Santiago. Mateo no es como los demás chicos que conozco, es jodidamente diferente. No es como Patrick, que solo busca el cuerpo de una persona, no es como Austin o Pablo, que ellos no creían en el amor, por las experiencias de los demás. No es como Santiago, alguien con un corazón tan grande y una persona tan fácil de llevar. 

Él es el tipo de persona, con un pasado que lo hace ser un idiota. Pero mi problema esta en ¿eso lo justifica? No me a tratado mal, pero no quiero que por no tener, lo que quiero, me duela más. 

Si — es mi respuesta. 

***

—¿Te invito a salir? —pregunta Aina sin creer lo que les estoy contado —. Eso me alegra mucho y de paso podemos organizar bien la fiesta en el restaurante.



#419 en Joven Adulto
#2002 en Otros
#115 en Aventura

En el texto hay: vecinos, ex novio y mentiras, playboys

Editado: 23.01.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.