Las lágrimas del último espíritu

Capítulo 5

Antes de que el mundo se tiñera de humo, Kaen solía hablar con el viento.

De niño, pasaba horas en los campos fuera de Aeryn, observando cómo las flores se movían al ritmo del aire.
Mientras otros niños perseguían juegos de metal y luces, él escuchaba las voces que nadie más oía: susurros en las hojas, risas en los ríos, el canto invisible que llenaba los días de calma.

Una vez, su madre le dijo sonriendo:
—El viento te quiere, Kaen. Si aprendes a escucharlo, nunca estarás solo.

Pero esa promesa se rompió una noche.

El fuego llegó desde las colinas, devorando todo a su paso.
Los cazadores quemaban los bosques buscando los “restos de magia”, y el aire se llenó de gritos que solo él podía oír.
Los espíritus… lloraban.
Kaen intentó correr hacia ellos, pero su madre lo detuvo, abrazándolo entre el humo.
—No los escuches esta vez —susurró—. A veces, para sobrevivir, hay que fingir que no oyes nada.

Cuando el amanecer llegó, todo estaba en silencio.
Y desde entonces, el viento dejó de hablarle.

Hasta ahora.

Kaen abrió los ojos. Estaba de nuevo en el presente, junto a Rin, bajo el refugio de un puente abandonado.
La lluvia caía sobre las calles metálicas, y cada gota resonaba con una melodía que él recordaba de su infancia.
Rin lo observaba en silencio, como si pudiera ver los recuerdos que lo atravesaban.
—El viento te eligió hace mucho —dijo ella suavemente—. No eres un humano cualquiera, Kaen.

Él sonrió con amargura.
—¿Y si solo soy alguien que no aprendió a callar?

Rin negó con la cabeza.
—No. Eres alguien que aún recuerda cómo escuchar.
Por eso el cristal te busca.

El aire se movió entre ellos, cálido y vivo.
Y en medio del ruido de la ciudad, una brisa susurró un nombre antiguo… el de Lirkan, el espíritu perdido del sur.

Kaen lo sintió como un llamado dentro del alma.
Y sin pensarlo, supo lo que debía hacer.
—Rin —dijo—, vayamos a buscarlo. Si Lirkan aún vive, sabrá cómo recuperar el cristal.

Ella asintió lentamente.
El viento volvió a moverse, acariciando sus rostros.
Y así, bajo la lluvia de una ciudad que había olvidado soñar, el niño que hablaba con espíritus dio su primer paso hacia su destino.



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En el texto hay: fantasia, misticismo, accion

Editado: 04.11.2025

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