“Akemi era un muchacho japonés que vivía en el barrio Kawasaki. Era muy pobre y su madre estaba muriendo de cáncer. El estaba muy triste debido a esto. Un día fue al centro y observó a una muchacha de ojos luminosos que estaba parada en una esquina. La gente apenas la veía, porque iban de acá para allá, inmersos en sus cosas. Solo unos pocos podían verla, aquellos que realmente tenían una necesidad en su vida. Como atraído por un imán, Akemi se acercó a la chica.
-Hola, me llamo Chiasa – dijo la muchacha. Chiasa era lo opuesto a un mendigo, en vez de pedir, ella daba. – Aquello que te preocupa puedo solucionarlo.
-Es mi mamá. Está moribunda.
De repente Chiasa comenzó a llorar de manera misteriosa. Sus lágrimas salían de sus inmensos ojos y corrían por sus mejillas como una lluvia intensa y gratificante.
-Ella tendrá un millón de amaneceres – dijo la muchacha secando sus lágrimas en un pañuelo de papel.
Akemi se despidió de la bella Chiasa y regresó alegre a su casa. Al llegar, había comida preparada en la mesa. Su madre cantaba alegremente en la cocina mientras traía arroz en un cuenco. Akemi corrió a los brazos de su madre y creyó en los milagros.”
Editado: 08.05.2019