Las Lecciones de un Amor Kármico

Capítulo 1

Primer día de universidad + un hematoma en el ojo = una mala imagen.

Vale, no diría que es un hematoma, es más un arañazo que me ha dado Agatha, mi gata. Suspiro de frustración mientras intento taparlo con corrector, sintió la humedad sensación del maquillaje sobre mi mejilla, pero nada que lo cubre.

Nada, me toca dibujarle un muchacho arriba y hacer como que es un tatuaje hecho en una borrachera. Me lo planteo, eh, no me vendría mal hacerle un cambio a mí maquillaje todos los días. Sonrió ante mis tontos pensamientos y dejó la esponja sobre la maquilladora. Me miró de nuevo en el espejo, dejándome llevar un poco.

Primer día de universidad, mi primera clase como estudiante de Diseño Gráfico. Estoy hasta los nervios. No tenía idea qué me sentiría tan presionada, es algo nuevo. No tenía nada planeado estudiar esta carrera, mucho menos me hacía la idea de ser diseñadora gráfica, pero podría intentarlo.

Solo son tres años, respira, todo irá bien”...

Al llegar a la universidad, no pude evitar mostrarme impresionada por lo lindo que era el edificio. Gris con ventanales cubiertos de papel ahumado, pero aún así, mantiene una estética tan profesional y moderna que me gusta. Me fijo en las personas que entran. No vienen tan arreglado como yo esperaba, algunas usaban solo unos joggers y una blusa ancha con el cabello suelto y un poco de labial.

Me sentí un poco abrumada, como si tuviera que estar más arreglada de lo que quería. Ahora pienso que me pasa. Una blusa negra ceñida al cuerpo, con unos pantalones beiges anchos, y unas botas negras con tacón bajo. Bueno, no puedo anexar este outfit como algo poco casual, aún así me da inseguridad…

Eyra, a nadie le importa cómo vienes vestida, recuerda. Ya nadie piensa en eso”.

Me recordé sacudiendo la cabeza dejando que los malos pensamientos se fueran. Me adentré en la universidad sintiendo cómo las emociones se me vienen como una avalancha. Los pasillos estaban abarrotados. Profesores caminaban con prisa, alumnos de cursos superiores charlaban como si el tiempo no hubiera pasado desde el último semestre, y los nuevos, como yo, intentaban no parecer completamente perdidos. Las paredes estaban cubiertas de carteles de clubes, actividades extracurriculares y anuncios de eventos de bienvenida.

La sensación de entrar a un lugar nuevo, al que jamás había concurrido, me parecía un poco incómoda, pero excitante, en el buen sentido. Podría decir que, me sentía en otro planeta. Soy de sentir mucho, y este cambio va a ser bueno si el día va a bien, si no, voy a tener que plantearme la idea de trabajar de busetera.

Entré a mi primera clase con el corazón latiendo más rápido de lo normal. Las sillas se llenaban poco a poco y todos parecían buscar un asiento estratégicamente: ni demasiado adelante para no parecer ansiosos, ni demasiado atrás para no dar la impresión de que no les importaba. A mi lado, alguien revisaba su horario una y otra vez, y más adelante, un grupo ya comenzaba a charlar, como si se conocieran de toda la vida.

Yo no pude evitar quedarme en silencio absoluto. No conversé con nadie, solo me senté dos asientos antes de los primeros para poder prestar atención sin escuchar el bullicio de atrás.

Mientras todos terminaban de entrar, no pude evitar sacar la libreta de dibujo y poemas para ponerme a escribir un poco. Me gusta escribir el momento más impactante de mi día como si fuera un poema, así podía expresar con toda valentía las cosas que sentía o admiraba sin sentir un abstivo de vergüenza por eso.

Eventos como una mirada al espejo, una observación pequeña, detallar cada pétalo de una flor que fue de mi agrado en algún momento, como la sonrisa de un niño me hizo sentir que me estaba abrazando el corazón. Todas esas cosas, que son tan pequeñas y tan significativas, deben escribirse y admirarse. De alguna forma.

Mi tiempo de paz no duró mucho, porque alguien se sentó a mi lado mirándome fijamente. Intenté no levantar la cabeza rápidamente para saber quién era con la intención de no parecer desesperada. Me levanté despacio mirando a la chica a los ojos qué estaba prestando más atención a mis escritos que a mí presencia. No me molestaba, pero no pude evitar arquear una ceja, curiosa.

—Eh ¿Hola?

Ella levantó la vista segundos más tarde. Tenía el cabello castaño claro, con ese hermoso corte mariposa que le daba volumen a su cabello lacio. Sus ojos eran verdes, cubiertos de máscara de pestañas y delineador negro, me miraban buscando algo que juzgar o descifrar. Sus mejillas eran delgadas y sus labios eran carnosos. Era una chica delgada, de tez clara y lunares se asomaban con ternura por su rostro y cuello, formando constelaciones sin tener esa intención.

Cuando terminé de observar, ella me sonrió amablemente señalando mi libreta.

—Perdona la intervención, es que me ha llamado la atención verte escribir con tanta concentración—Se excusa con una expresión tranquila—. Podría decirse que soy curiosa o metiche, depende como lo veas—Me reí levemente por ese comentario, y ella me ofreció su mano—. Soy Silvia, pero todos me dicen Sil. ¿Tú eres…?

—Soy Eyra, un gusto.

Me reste a decir con una sonrisa a medias dándole la mano. Ella asintió mirándome de arriba a abajo aún analizandome. Sentí un leve cosquilleo en la palma de mi mano que me brindaba una sensación tranquilizadora, pero el calor se me acurrucaba más en las mejillas a medida que ella bajaba la mirada.

—Me gusta tu estilo, Eyra.

—Gracias, también me gusta el tuyo.

Ella vestía una falda tableada negra, un hoodie blanco ancho y unos botines blancos con azul. Su maquillaje era sencillo, pero le daba ese toque afilado a los ojos que no pude evitar notar.

—Perdona la pregunta, pero ¿Qué te pasó en la mejilla?

Me toque instintivamente la mejilla para tapar el arañazo. Cuando llegué a casa, tendré una conversación un poco seria con Agatha. Es increíble que me haga pasar esta pena, dios.




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