La vida del salado no tiene día libre, y yo soy la prueba viviente de eso.
Van dos semanas de haber coincidido con Archie en la universidad y, voy a tratar de decirlo de la forma más cortés posible: es una pesadilla.
Solía pensar que me sentiría mucho mejor si lo veía de nuevo después de “haberlo superado”, y tomando en cuenta que ni siquiera he olvidado cómo se siente el olor de su colonia, entonces no, para nada fue mejor, fue un asco.
Estás dos semanas que han pasado me he tomado la libertad de ser lo más neutral posible. No deseo incomodar a este nuevo grupo de amigos que tengo por un hombre que no forma parte de mi vida. Me tomaría esto con más calma si sólo fuera un conocido para ellos, pero no, literalmente es el chicle de Thiago y Silvia, el hijo adoptado, la lámpara, entre otros nombres raros que se le dan al mejor amigo de la pareja.
Y como es de imaginarse, en los momentos donde estos dos se ponen cariñosos, me quedan dos opciones: o mirar mi celular desinteresada pero con una pizca de rabia por dentro porque no tengo a quien darle amor y quiero un novio, o, irme a otro sitio excusándome estúpidamente.
Porque entre esas opciones hablar con Archie no es una, ni de chiste.
Aún así, teníamos que mantener una distancia poco sospechosa. Silvia no tardó ni dos minutos cuando entramos a clase para preguntarme qué había pasado con Archie para que yo me comportará así. No le conté nada, simplemente le dije que era un amigo en el colegio con el que terminé en malos términos.
No muy lejano de la realidad, pero aún así, no di todo el contexto.
Era algo que aún me daba vergüenza. No tenía siquiera el coraje para contar toda la historia a lujo de detalle a estás alturas de la vida. Sobre como nos conocimos, que hice para que todo esto pasara, que hizo el para lastimarme tanto y sobre todo, como nos equivocamos en el camino.
Cómo los abrazos sin pedir, el poema, las conversaciones en la tarde por el celular, o la carta que mandé por impulso.
Todo me hacía un hueco en el estómago y aún me daba mal sabores en la boca. Aún me hacía sentir malestar en el cuerpo y como se me eriza la piel cada que lo siento cerca, por los nervios de que alguna vez haga algo que no deba o yo haga alguna estupidez por culpa de mis desbordantes emociones.
Pero aún así…
—Hey, Eyra, despierta —La voz de Silvia me atrajo de nuevo a la realidad, tenía una expresión divertida—. ¿Te quedaste pensando en la inmortalidad del cangrejo o qué?
La miré algo atontada. El ruido del salón se volvió a instalar en mis oídos, como si me hubiera ido a otro mundo mientras recordaba todo lo que había pasado con Archie.
—Si, perdóname, me estabas diciendo algo y no te presté atención.
—Los chicos quieren salir hoy por la tarde al centro comercial, hay una cafetería a la que nos gusta ir porque es más tranquilo hacer las tareas ahí, así te unes a nuestro grupo de estudio ¿Vienes con nosotros?
Una punzada me atravesó el pecho de repente, la verdad que no me sentía cómoda pasando el rato con Archie, trato de evitarlo lo más que puedo. Pero no quiero rechazar la oferta. Ver la cara entusiasmada de Silvia, como sus mejillas forman esos hoyuelos cada que sonríe y está emocionada. Me mira esperando que diga que sí.
Yo tragué grueso intentando tomar una buena decisión. Tengo que dejar este odio posiblemente mutuo con Archie de lado antes de que pueda dañarme las nuevas amistades que estoy haciendo. Y no lo haría por él, si no por mi.
Sé que necesito dejar esto de lado. Así que, le asentí emocionada a Silvia.
—Obvio, digan donde y yo llego…
Silvia aplaudió con entusiasmo.
—¡Genial! Nos vemos a las cuatro en la entrada principal. No llegues tarde, que Thiago siempre insiste en entrar antes para agarrar la mejor mesa.
Yo asentí, aunque por dentro ya estaba cuestionando mi decisión. Apenas Silvia se giró para seguir con su conversación, saqué mi celular y vi la hora. Aún quedaban un par de clases antes de la salida, así que suspiré y traté de enfocarme en otra cosa.
Las horas pasaron rápido. Cuando salimos de la universidad, me dirigí a casa a cambiarme y, por supuesto, a mentalizarme para lo que venía. No es como si fuera la tercera guerra mundial o algo por el estilo, pero estar cerca de Archie durante tanto tiempo seguido no era algo que me entusiasmara.
Me coloque una blusa ancha con una de mis bandas favoritas como decoración, una falda negra tableada, mis botas favoritas y unos accesorios sencillos pero lindos. Metí un lado de la blusa en la falda estilizando un poco el oufits, y me hice una trenza de lado dejando algunos rizos fuera.
Me mire al espejo unos segundos, respirando profundo
“Todo está bajo control, nada va a salir mal…”
☄
Cuando llegué al centro comercial, los vi de inmediato. Silvia y Thiago estaban de la mano, conversando animadamente, y Archie... Bueno, Archie estaba apoyado en una de las columnas, mirando el celular con su típica expresión despreocupada.
Me daba un coraje sentir como el corazón me daba un vuelco cada que lo veía. Cómo si las emociones jamás se hubieran ido y solo se estaba intensificando.
Respiré hondo y caminé hacia ellos.
—¡Eyra! —Silvia me saludó con una sonrisa radiante—. Justo a tiempo. Vamos, la cafetería no está tan llena hoy.
Saludé a Thiago con un abrazo amistoso mientras nos encaminamos juntos. Archie me dio un saludo con la cabeza y yo solo asentí ante eso. Caminé al lado de Silvia, pero Archie terminó justo detrás de mí, demasiado cerca para mi gusto. Pude sentir su presencia, y lo peor fue que él también lo notó.
—¿Hasta cuándo me vas a ignorar? Eso es muy grosero—murmuró en tono divertido.
No me molesté en voltear.
—No sé de qué hablas.
—Claro, hazte la tonta.
—No somos amigos, Archie
—Ya, a ti nunca te gustó ese título de amiga, por lo que veo.