Querido niño de sonrisa tímida, que en tus brazos se marcan las varoniles ramas de la vida, que con tu mirada lanzas cariño por doquier, que con tus palabras provocas mil emociones a la vez.
Temo afirmar que me he enamorado, temo afirmar que una vez más me ha pasado, y quiero que sepas cuánto he ganado. Con cada abrazo mis fríos temores se marchan y se dibuja en mi rostro una curva de esperanza. Con cada beso me elevas más de mil metros sobre el pavimento y con tus caricias mil suspiros se escapan a un ritmo muy violento. Ahora te veo con gran admiración, puedo ver más allá de todo tu ser físico y penetro en tu alma para observar que tus intensiones son buenas.
Te confieso, tengo miedo, me aterra la idea de que un día gires para no volver jamás, que algún día los demonios del pasado te alejen de mi y te sumerjan de nuevo en el abismo sin salida, tengo miedo de que mi corazón se fragmente nuevamente, y que de nuevo las cristalinas lágrimas rueden sin medida. Mi confianza pongo en ti, mis bonitos sentimientos son para ti, mi sencillez, mi torpe amor, mi corazón esperó tanto por ti, y ahora no quiere dejarte ir.
Me dicen el tonto, me dicen el iluso, el que correrá a pedir consuelo a los brazos de amigos algún día, pero si eso pasa al menos podré decir que fui feliz y que en ti conocí al ser que me enseñó a ser amado, el único que mi corazón ha tocado.
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Editado: 15.09.2019