Las letras de mi amor

Capítulo 2

Quizás le estoy dando muchas vueltas al asunto y es porque en realidad no es algo fácil de decir porque esto lo cambiará todo entre nosotros. Lo sé, es inevitable.

Porque tú me ves como tu amigo, tu confidente, incluso cómo un hermano mientras que yo... desde que tengo memoria te he visto como algo diferente.

Algo muy diferente.

Cuatro días antes.

La primera vez que vi a Serena, pensé que era un afortunado por haber llamado su atención. Era un ángel de cabellos rizados, tez bronceada, ojos oscuros y labios prominentes. Parecía perdida, hasta que se dio cuenta que la estaba mirando y se acercó a mí para preguntarme algo sobre la universidad.

Era su primer día en el campus y no conocía a nadie. Fui la primera persona con la que entabló una conversación allí y la ayude a ubicar su dormitorio, así como las aulas más importantes de clase. Fue una agradable sorpresa descubrir después que compartíamos varias clases juntos y desde entonces, básicamente hemos sido inseparables.

Hasta ahora.

La discusión de ayer se repite una y otra vez en mi mente, mientras estoy de espaldas sobre la cama de mi habitación, lanzando hacia arriba una pelota anti estrés que atrapo y vuelvo a repetir el movimiento. Imaginar que es la cabeza del idiota de Adriano me hace apretarla con rabia antes de tirarla con más fuerza de la necesaria, lo que ocasiona que llegué hasta el techo y regrese con la misma fuerza, directamente a mi frente.

—¡Mierda! —siseo sentándome, viendo la pelota rodar por el suelo—. ¡Maldito seas, Adriano!

Todo estaba bien, todo estaba maravillosamente bien entre Serena y yo antes de que él apareciera. Ella llevaba semanas soltera, lo que nos había unido en gran medida. Pasábamos más tiempo de lo habitual juntos y yo casi había reunido el coraje para hablarle de mis verdaderos sentimientos. Hasta que él decidió aparecer y Serena, embelesada por su extranjerismo y su extraño acento, volvió a alejarse conmigo.

Llevándose la esperanza de poder ser algo más que amigos.

—Carter, ¿Qué hay? —Antony, mi compañero de habitación aparece en ese momento—. ¿Por qué miras esa pelota como si quisieras destrozarla?

—Porque estaba imaginando que era la cabeza de Adriano —respondo con franqueza.

Llevo conociéndolo el tiempo suficiente como para que sea el único con el que puedo ser honesto con respecto a todo, incluso mis sentimientos por Serena.

—Te he dicho mil veces que le digas cómo te sientes, bro. Es la única manera de no perderla.

—O de perderla para siempre. —Vuelvo a recostarme en mi cama—. Ni siquiera sus padres pusieron objeción a que se fuera. Eran mi última esperanza.

—Tu última esperanza es la carta que no te atreves a entregarle, a pesar de que deberías. Llevas semanas con esa carta en tu bolso.

—Donde seguramente seguirá. Ya ni siquiera me habla.

—¿Cuándo han dejado de hablarse realmente? Todos en el dormitorio ya nos conocemos su dinámica, y jamás pasan demasiado tiempo sin estar enojados.

—Esta vez parece diferente, Antony. —Vuelvo a sentarme, para ver a mi compañero con la misma posición en su cama—. Con Adriano de por medio, la brecha entre ambos se hace cada vez más grande.

—Pues si quieres un consejo, dile lo que sientes. Podrías hacerla cambiar de opinión.

Me quedo en silencio unos segundos, cuando pienso que decirle, un leve toque en nuestra puerta antes de que se abra me interrumpe y Carrie, la hermana melliza de Antony, entra como si de su habitación se tratase.

—¿Por qué esas caras de tristeza? ¿Quién murió?

—El amor de Carter por Serena —responde Antony, haciendo que Carrie abra sus ojos en demasía.

—¿Qué? —Ella camina hacia mí y brinca sobre mi cuerpo—. ¿Quiere decir que finalmente me darás una oportunidad?

—Carrie. —Antony la riñe y yo trato de quitármela de encima, aunque su agarre en mi cuello es fuerte y no hace más que reafirmarlo, rodeando mi cadera con sus piernas.

—Vamos, Carter, no te estoy pidiendo matrimonio. Solo quiero un rápido polvo.

—¡Carrie! —grita Antony, ella ríe con fuerza.

—Tranquilo, hermanito. No haré nada contigo presente.

—Carrie, deja de provocarlo. —La agarro con fuerza de la cadera y logro quitármela de encima—. Antony, sabes que no pasará nada.

—No, porque estarás eternamente enamorado de una chica sin ser capaz de decírselo. —Antony se levanta y camina hacia la puerta—. Quizás que te enrolles con mi hermana sería una ayuda.

Sale de la habitación dejándome a solas con Carrie, que sentada a mi lado descansa su cabeza contra mi hombro.

—No es tiene sentido provocarlo si no está aquí para ponerlo celoso.

—Compartes una relación extraña con él ¿te lo habían dicho?

—Siempre, es difícil de explicar. —Ella suspira—. Pero creo que acabo de encontrar una solución a tu eterno predicamento.




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