Las letras de mi amor

Capítulo 3

¿Cuándo exactamente paso esto?

Honestamente, no lo sé.

Quizás fue la primera vez que sonreíste o el día en que te preocupaste al verme triste. O pudo haber sido la primera palabra que dirigiste hacia mí, después de tanto tiempo que había estado esperando a que tus ojos se dieran cuenta de que yo estaba ahí.

El hecho es que, todas esas cosas que haces a diario, aunque mínimas, me hacen quererte más cada día.

Tres días antes.

No sé cómo me deje convencer por Carrie, pero ahora me encuentro caminando de su mano por el campus, atrayendo miradas curiosas de algunos conocidos y de otros no tan conocidos.

—Parece que la noticia de vernos juntos ha impactado a más de uno —comenta Carrie entusiasmada—. Quien diría que atraes las miradas de más de uno.

—Esa serías tu —expreso mirándola.

Es menuda, de baja estatura pero con curvas pronunciadas. Su cabello es corto y rubio, con impresionantes ojos azules que adornan un rostro angelical que oculta una mentalidad llena de perversión, porque no hay forma mejor de describir a Carrie.

—Te sobreestimas, Carter. Eres más apuesto de lo que te atreves a aceptar. —Se detiene plantándose frente a mí—. Tienes labios pronunciados y linda dentadura —expresa mientras delinea mi labio inferior con su dedo—. Tu nariz es pequeña y tus ojos verdes son realmente bonitos, como dos esmeraldas que brillan sin cesar cuando Serena aparece.

—Carrie… —Miro a los lados, para asegurarme que nadie la ha escuchado.

—Y la forma en que tu ligeramente rizado cabello cae sobre tu frente es interesante. —Continúa moviendo su mano por mi cabello castaño—. Lo que aumenta tu atractivo es esa imagen de inalcanzable que proyectas.

—No soy inalcanzable.

—Supongo que no, pero es lo que reflejas al no mirar más allá de tu adorada Serena. —Carrie se encoge de hombros y retoma su posición a mi lado, donde entrelaza nuestros dedos de nuevo—. Supongo que entiendo un poco tu situación, apesta enamorarse de un imposible.

—¿Lo sabes de primera mano?

—Creí que habías sido lo suficientemente observador para captar lo obvio, pero parece que no. —Me guiña un ojo y me insta a caminar de nuevo.

—¿De verdad crees que esto funcione?

—Lo averiguaremos en breve.

No sé a qué se refiere hasta que noto que ella está mirando hacia delante. Imito su acción y me congelo, al ver como Serena camina en nuestra dirección, con un par de metros de distancia entre nosotros. Ríe de algo que al parecer el idiota le ha dicho, mientras mueve la cucharilla dentro de un pequeño tazón que asumo es helado.

Porque ella ama comer helado.

—¿Listo para actuar?

—¿De qué hablas? —Siento sus manos sobre mis mejillas y mi visión de Serena es interrumpida segundos después, cuando el rostro de  Carrie está sobre el mío, uniendo nuestros labios.

La sorpresa se apodera de mí ser y ni siquiera puedo cerrar los ojos, al igual que Carrie, que me observa con atención antes de alejarse un milímetro.

—No va a creerse nada si estás así de tenso, Carter —susurra contra mis labios—. Sólo imagina que soy ella, si te hace sentir mejor.

Vuelve a unir nuestros labios, esta vez cerrando sus ojos y yo hago lo mismo, decidido a hacer lo que me dice: imaginar que es Serena la que está entre mis brazos y a quien beso. Atraigo su cuerpo al mío rodeando su cintura, abro mis labios y los suyos para introducir mi lengua y tomo por completo el control del beso, devorando sus labios por un par de segundos.

Cuando me separo, recupero la cordura, es Carrie la que yace entre mis brazos, lame sus labios y sonríe.

—Serena realmente se pierde algo bueno —musita apenas audible.

Sonrío, un tanto apenado, girándome para ver a Serena a pocos pasos de mí esta vez, luciendo tan desconcertada como todo el que nos hemos topado desde que comenzó la treta.

—Carter —murmura antes de mirar a Carrie—. No sabía que tú y Carrie…

—Llevamos demasiado tiempo ignorando sentimientos que no nos atrevíamos a decir —la interrumpe la rubia junto a mí—. Hasta que hace dos días estaba tan enojado por su distanciamiento que, en medio de estar consolándolo, las cosas se dieron con naturalidad.

—Ah, ¿sí? —Serena me mira, con confusión—. Siempre me dijiste que Carrie era como una hermana.

—Así es. —No digo nada más, por miedo a estropear lo que en apariencia, parece funcionar.

No parece muy feliz de verme con Carrie, aunque no quiero sacar conclusiones erróneas ni hacerme ilusiones. Además, mantiene el agarre en la mano de Adriano, quien nos mira con atención.

—Carrie está invitada a mi fiesta el viernes —expresa tras el silencio que se hace después de mis palabras—. ¿Irás con él?

—Por supuesto, nos encantaría —responde Carrie por ambos—. Quizás podamos tener después una cita doble.




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