Las máscaras del invierno

Capítulo 4 - ¿Vamos a actuar?

 

—¿Ya viste el grupo de WhatsApp de la clase? —me pregunta Alberto con interés.

 

—No, ¿qué dice?

 

Alberto me mira con incredulidad. Puedo leer en su rostro: “Cierto, nunca revisas las cosas, Romina”.

 

—¿Tú lo viste, Bella?

 

Bella, mi mejor amiga, por fin ha vuelto a clases, después de que me envió el texto el día de ayer diciéndome que estaba enferma; sí, el extraño día de ayer, donde Ciel me hizo tener aquella impactante visión…

 

Bella mira a Alberto sonriendo y acercándose a su celular.

 

—Algo leí, estaba algo ocupada mensajeándome con mi novio, ¿qué decía?

 

—Que el día de hoy —comienza a decir Alberto pausadamente— habrá una actividad. Nicolás estuvo conversando ayer con la nueva profesora de lenguaje, Mercedes, y ella le dijo que hoy hará una actividad…: ¡nos llevará al centro y nos hará escribir un guion y actuarlo! ¿Puedes creerlo? ¡Con lo malo que soy para actuar!

 

—¿Actuar? Pero por qué, si ella nos dará clases de lenguaje, no de actuación —Bella mueve la cabeza de un lado al otro.

 

—Ve tú a saber —contesta Ignacio mirando al cielo y suspirando.

 

—No es difícil actuar, solo debes meterte en tu personaje —le comento con liviandad.

 

—Es fácil decirlo, Romi, tú sabes algo sobre actuación (bueno, sabes de todo casi), pero para nosotros, que no sabemos nada de ella, pues nos es difícil.

 

—Sí, es verdad… Oye, ¿y encima nos hará actuar en el centro? —interrogo.

 

—Sí, en el mismísimo centro de Pueblo Gríseo, con toda la gente… Creo que la nueva profesora se está pasando de la raya. Oh —Alberto mira su reloj—, ya queda poco para clases.

 

Asiento. Quedan cinco minutos para las 8:30. Los alumnos empiezan a entrar al instituto. Pensando que hoy será un día entretenido (a veces se me despierta el optimismo), miro el cielo y estoy segura de que hoy sí va a llover. Las nubes se ven más densas que de costumbre. Y entro en el edificio.

 

Mercedes, la profesora de lenguaje, también es profesora de teatro. A veces nos cuenta toda su historia. Estaba dando clases en un teatro donde le pagaban bien, pero se enfermó y al volver al trabajo la despidieron. Siempre evade el tema de por qué la desvincularon. Luego empezó a dar clases de lenguaje en High Grayson, porque, según ella ama enseñar lenguaje y le gusta muchísimo la literatura. Y también porque le pagan mejor. Hasta estas nimiedades comparte con nosotros. Pero me gusta cuando empieza a hablar al inicio de la clase y perdemos tiempo de esta.

 

—Muy bien, alumnos, como les comentaba, esta es la actividad que tenemos para hoy: escribir un guion y actuarlo. (Perdonen, es un poco un capricho mío) —confiesa bajito—, pero es con calificación. Lo haremos en el centro del pueblo. Allí les daré más detalles. Sin más que decir, ya estamos listos, nos vamos al lugar.

 

Me gusta la actividad, aunque hace unos cinco años que no actúo, la última vez fue cuando tenía 13, para una obra escolar. Me agrada la libertad que se siente de poder interpretar cualquier personaje, es genial, y a todos les pongo algo de mí misma. Lo único que me da un poco de nervios es actuar en el centro de Pueblo Gríseo, más que todo porque probablemente la gente se ponga a mirarnos; aun así, el centro es uno de mis lugares favoritos.

 

Alberto y Bella no están exultantes. A Alberto no le gusta nada actuar, pienso que no tiene imaginación, y Bella se pone nerviosa. Creo que nunca podríamos grabar una película juntos.

 

La profesora Mercedes nos indica que abandonemos la sala para ir donde haremos la actividad. Antes de esto, noto que Constantino, el chico rubio, sí, aquel con el que casi Alberto se pelea donde están los casilleros, me mira burlón, con una sutil curva en sus labios, y sin producir sonido mueve la boca y leo en ella la palabra Hola.

 

Hola, le hago con la mano, sin mucha intención y continúo caminando hacia la puerta. No se me ha olvidado su actitud. Alberto me ve y hace una mueca de pesimismo. Bella me pregunta a quién le hice hola.

 

—Él me saludó primero, ese chico…; no me cae bien, de todos modos —respondo algo nerviosa.

 

* * *

 

Salimos del instituto, no hay ningún estudiante afuera, bajamos por los escalones y seguimos a Mercedes como patitos. Esta imagen me inspira cierta ternura, sin embargo tengo muy en cuenta que todos somos adolescentes y la mayoría ya probablemente está comenzando a desarrollar una mentalidad de adulto. Pero seguimos siendo adolescentes, incluida yo, que tengo 18 años, pues en Pueblo Gríseo la mayoría de edad es a los 21.

 

Pensaba que no había ningún estudiante afuera, hasta que veo a uno, por desgracia, conocido. Lleva un gorro de lana azul y está fumando, con una mano sobre el pasamanos de la escalera. Aunque está algo escondido a la vista, podría reconocer a este tipo en cualquier parte: es Stan. Con un rostro de pocos amigos, da una calada a su cigarro y tras unos segundos se percata de mí. Me hace un gesto de desprecio, da otra calada y deja ir el humo con despreocupación. No sé muy bien la razón de por qué Stan me mira así de feo.

 

—¿Quién es? —escucho que alguien me pregunta—, ¿acaso tu ex?

 

Me volteo sorprendida y me encuentro con Constantino, que camina a mi lado. Alberto y Bella van delante de mí conversando, por lo que no se percatan del rubio.

 

—Tú sabes quién es, Stan es tu mejor amigo. La ironía en tus palabras me resulta mordaz —le suelto, molesta.

 

—Solo estaba bromeando —responde haciéndose el gracioso.

 

—Piérdete, Constantino.

 

—Vaya, ya pronuncias mi nombre. Eso es un avance —contesta alzando las cejas con una satisfacción desagradable.



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En el texto hay: misterio, romance, chick lit

Editado: 19.05.2022

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