Las memorias de ellos (borrador)

La hada que conoce al chico no tan humano

Nadir

—17 años—

Querido Nadir, espero que te encuentres muy bien

Es un gusto saber que has podido avanzar como habías querido y me resulta conmovedor enterarme que vas a dedicarte a hacer de todo un poco en la organización.

La verdad es que necesitaba a un ayudante que pueda estar en ciertos sitios y controlar las nuevas áreas que llevo planeando crear, así que si todo va bien puede que tu ocupes ese puesto.

En cuanto a tu sabes quién, me ha contado que le gusta mucho su nuevo entrenamiento y que se la pasa bien explorando sus nuevos poderes con personas que puedan entenderlo como siempre quiso. Me dijo que en estos días va a volver así que no te sorprendas cuando te lo encuentres por ahí.

Pero bueno, como habrás sospechado esta cara no es solo para saludar, necesito que me ayudes en algo. No te puedo dar muchos detalles por temas de seguridad pero necesito que vengas "a la choza" y que tengas preparado en tu memoria información sobre curaciones de cualquier tipo y de cualquier especie.

Sé que no te debería pedir esto, pero eres alguien de confianza y estoy consciente de que tienes las capacidades para resolver lo que estoy necesitando. Como entenderás, la maldición sigue presente en mi, por lo que no puedo realizar nada que involucre curaciones o crear artefactos nuevos.

Adjunto las coordenadas para que puedas calibrar el teletransportador.

Espero que puedas venir lo más pronto posible,

Atte

Ivette, tu fiel cuidadora

...

Ajusté lo más rápido que pude el teletransportador y me adentré a aquel universo que dejé hace algunos años mientras el amor de mi vida y yo tomamos caminos diferentes.

Era la primera vez que veía esa hermosa montaña desde que me aceptaron en mi actual centro educativo por lo que estaba muy nervioso, en aquella época era solo un pequeño intruso, alguien el cual necesitaba un guía para poder hacer cualquier cosa, aunque sea la más simple.

Pero por lo que me dijo mi cuidadora en su carta, mis visitas serán cada vez más seguidas si es que resuelvo lo que ella me pidió.

Solo necesito perfeccionar algunas cosas y estaré a la altura de ese puesto.

Le había avisado a Ivar las decisiones que iba a tomar así que estaba en camino para poder discutirlo juntos.

Aunque Ivette no sabe, él y yo nos comunicamos cada cierto tiempo. Sé que no es seguro, pero no podemos estar lejos de el otro sin saber que mínimo ambos estamos vivos.

Él me avisó que iba a llegar hoy, así que le dije que iba a estar en el lugar que nos acogieron por primera vez. Y, mientras que Ivette me solicitó que vaya a su casa lo más pronto posible, yo sabía que tarde o temprano iba a tenerlo cerca mío escondido entre las sombras hasta que encontráramos un lugar para reencontrarnos sin que nadie nos moleste.

Cuando visualicé el lugar que me dijo Ivette, paré un segundo para desactivar el control de sensibilidad para no parecer tan robot.

En mi cuerpo se encuentran ciertos circuitos conectados a mi cerebro que me permiten controlar qué tan emocional o apático puedo ser.

Ivette me dijo que los tengo porque fui creado para someterme a situaciones muy traumáticas y al dejar de ser tan sensible con las situaciones, se les hacía más fácil controlarme.

Ahora que sé cómo utilizarlos, los uso cuando necesito estudiar o tengo que hacer investigaciones importantes, pero siempre subo la sensibilidad cuando se trata de mis amigos o de mi cuidadora.

Al llegar a la gran puerta de madera no me molesto en tocarla y entro como si esa gran mansión hubiera sido mía en algún momento de mi vida.

La inmensa morada estaba completamente remodelada: paredes pintadas, nuevos muebles, más iluminación y se veía más espaciosa sin que deje de sentirse acogedora.

Ivette en su momento me contó que fue una de las casas de uno de sus maestros, y como murió, ella la heredó para que sirva de refugio central. Los primeros rescates los hicieron aquí.

Recuerdo como había un montón de niños por todo el lugar y como Ivette y su equipo se la pasaba toda la noche entre mapas, documentos y materiales mágicos.

Al cerrar la puerta identifiqué el sonido de mi cuidadora bajar las escaleras, así que me dirigí hacia ella para poder verla cara a cara después de mucho tiempo.

Solo me había ausentado unos años pero se notaba que el tiempo pasó en ella. Aún así por más que envejeciera se le veía espléndida con su tradicional vestimenta y su delicado andar.

Se notaba que había estado ejercitando, su características trenzas estaban adornadas de mechones plateados y sus ojos todavía me transmitían amor incondicional.

Ella era una mujer especial, su cariño y su gentileza hicieron que yo esté a su disposición a todo momento, después de todo, ni Ivar ni yo hubiéramos estado vivos si ella no nos hubiera rescatado de ese horrible experimento.

Pero había algo diferente en ella, sus brazos estaban cubiertos por guantes blancos que le cubrían hasta sus codos, supongo que es por las heridas que se hizo.

Escuché que fue por un rescate de emergencia. Uno de los contrincantes portaba armas con veneno y ese veneno salpicó en las manos de Ivette al tratar de curar a un rescatado.

Así que lo más probable es que tenga esas marcas por un buen tiempo. La duración de ese tipo de venenos puede ser un poco extensa considerando que tan bien elaborados estén.

Cuando hizo contacto visual conmigo aceleró el paso para darme un gran abrazo el cual no dudé en corresponder inmediatamente.

Extrañaba que me dieran ese tipo de contacto físico.

—Nadir— su voz sonaba un poco preocupada — Me alegra que estés aquí.

—Sabes que siempre puedes contar conmigo Ivette, después de todo te debo mi vida y la de Ivar.



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En el texto hay: aventura, memoria, borrador

Editado: 27.02.2024

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