Estar pendiente de él me hizo encadenarme a una esperanza que jamás me perteneció. Cada mirada que le robaba, cada palabra que esperaba o cada gesto que creía para mí, eran solo migajas que confundí con amor. Me convertí en su sombra, siguiendo sus pasos, intentando descifrar sus silencios como si en ellos estuviera escrita mi salvación. Y mientras lo observaba, me olvidé de mí. Dejé que mi vida se detuviera en un punto fijo, como si el mundo solo girara a través de él. Lo peor es que nunca me di cuenta de que ese “nosotros” que sostenía en mi mente solo existía en mi imaginación. Me aferré a un sueño prestado, a un lugar que no me correspondía, hasta que un día desperté con las manos vacías… y el alma rota.
Editado: 14.08.2025