Las Migajas

Cada 2 horas

Cada vez que me respondía, lo hacía dos horas después, como si mis palabras pudieran esperar eternamente en el limbo de sus conversaciones. Y yo, mientras tanto, me quedaba metida en su chat, mirando cómo estaba en línea, imaginando que tal vez le dedicaba su tiempo a alguien que sí lo merecía. La idea me quemaba por dentro, pero no me movía de ahí. Seguía atrapada entre la emoción ingenua de ver su nombre aparecer en la pantalla y la tristeza de sentirme siempre en segundo plano. Era una espera silenciosa, cargada de ilusiones que se desmoronaban cada vez que llegaba su respuesta fría, breve, sin el calor que yo tanto anhelaba. Y aun así, ahí seguía, como quien espera un milagro de un cielo que ya no escucha.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.