No sé cómo controlar mis sentimientos, cómo frenar esos celos que me arden por dentro cada vez que imagino que dedica su atención a alguien más. Me repito una y otra vez que no debo interrumpir su vida, que no tengo derecho a reclamarle nada, porque él mismo me lo ha dejado claro: su mundo es suyo y yo solo soy una visita ocasional. Y mientras me esfuerzo por no cruzar esa línea invisible que me impuso, me voy ahogando en mi propia vida, en mis pensamientos, en las dudas que me carcomen. Me guardo las preguntas, las sospechas, las ganas de saber más, porque sé que cualquier intento de acercarme se convierte en una discusión o en un nuevo motivo para que se aleje. Me quedo en silencio, tragándome mis miedos, mientras veo cómo él vive sin restricciones y yo vivo encerrada en las mías. Es una cárcel emocional en la que yo misma me he encerrado por miedo a perderlo, aun sabiendo que, en el fondo, ya lo estoy perdiendo cada día que renuncio a mi paz para sostener algo que solo me hace daño.
Editado: 14.08.2025