Sentía mi corazón latir con fuerza, como si quisiera salirse de mi pecho, pero no era por amor ni emoción, sino por esa tristeza profunda que se apoderaba de mí con cada palabra hiriente que él me decía. Cada frase suya era como una flecha que encontraba el punto exacto donde más me dolía, donde mi fragilidad quedaba expuesta. No importaba si lo decía con rabia o con frialdad, siempre sabía cómo herirme, cómo hacer que mis pensamientos se quedaran repitiendo sus palabras una y otra vez hasta desgastarme por dentro. Lloraba solo de recordarlo, de imaginar su voz repitiendo esas frases que me rompían. Me abrazaba a mí misma en silencio, intentando contener un dolor que no sabía cómo explicar, un dolor que no se veía por fuera, pero que en mi interior me estaba deshaciendo lentamente.
Editado: 14.08.2025