Me consume su silencio, como si cada minuto sin respuesta fuera una gota más llenando un vaso que tarde o temprano terminará por desbordarse. Miro la pantalla una y otra vez, esperando que aparezca su nombre, que llegue ese mensaje que me devuelva un poco de calma… pero lo único que recibo es ese vacío que pesa más que cualquier palabra. Y, en el fondo, lo sé: su silencio es la respuesta. Me lo grita sin decir nada, me lo confirma cada vez que me ignora. Pero yo insisto, como si no fuera suficiente, como si pudiera cambiar algo insistiendo un poco más, enviando otra pregunta, buscando otra excusa para que me hable. Me aferro a la ilusión de que tal vez está ocupado, tal vez no me vio, tal vez mañana sea diferente. Me engaño a mí misma para no aceptar que el silencio, por cruel que sea, ya lo ha dicho todo. Y aun así, ahí estoy… repitiendo el mismo ciclo, abriendo la misma herida, esperando que alguien que ya se fue en su corazón regrese a responderme, aunque sea con una mentira.
Editado: 14.08.2025