Me dice, con una frialdad que me cala hasta los huesos, que va a encontrar a alguien más porque conmigo no puede estar, como si esas palabras fueran una sentencia que yo debo aceptar sin protestar. Y, sin embargo, hay momentos en los que es él mismo quien me abre la puerta de su vida, quien me hace sentir que tengo un lugar en ella… para luego sacarme de golpe, como si nunca hubiera significado nada. Ese ir y venir me confunde, me rompe, me deja perdida entre creer que le importo y aceptar que no. Y lo peor es que siempre encuentra la manera de hacerme sentir culpable por todo, incluso por cosas que no dependen de mí. Si el error lo comete él, de alguna manera termino siendo yo quien le pide perdón, como si mi única forma de mantenerlo cerca fuera renunciar a mi dignidad. Vivo atrapada en un juego en el que él siempre gana, y yo, por miedo a perderlo, acepto las reglas aunque me destruyan lentamente.
Editado: 14.08.2025