Las Noches Oscuras de Ana

Domingo: Un lugar solitario

''¿Por qué lloras?, aquí estoy y seguiré estando siempre. Nada te hará daño mientras yo esté contigo.''

 

—Vamos Marián, ¿De verdad piensas que me voy a creer todo eso? —contestó Ana dando un largo sorbo a su taza de café. La luz de la mañana se infiltraba por las ventanas y llenaba de calidez el ambiente.

—¡Te lo juro! —Marián la miraba con los ojos muy abiertos— esa escuela está jodidamente embrujada.

—Marián, los fantasmas no existen. Solo son cuentos que la gente se inventa para espantar a los niños.

—De verdad Ana, he visto las cosas que pasan ahí y ya no me quiero ni acercar a menos de un kilómetro de ese lugar. Allá hay algo muy poderoso y maligno.

—¿Tienes alguna prueba sólida además de todos los rumores que me has contado?

Marián no dijo nada.

—¿Lo ves? —Ana sonreía burlonamente— Sin pruebas no te puedo creer.

—Suenas muy convencida de tu posición.

—Lo estoy.

Hubo un momento de silencio. Ambas le dieron un sorbo a su tasa casi perfectamente coordinadas.

—Entonces... no te importaría pasar una noche ahí, ¿o sí?

—¿Qué cosa dices?

—Mi marido fue el prefecto hasta que la preparatoria clausuró hace 5 años y resulta que aún tiene sus llaves.

Ana no respondió nada.

—Si de verdad los fantasmas no existen —continuó Marián—, entonces no pasará nada si pasas una noche en la escuela, ¿no crees?

—¿Dices que quieres que me meta a la escuela en mitad de la noche y me quedé ahí?

—Yo solo pongo una idea sobre la mesa.

—No seas tonta, ¿cómo por qué dormiría ahí?

—Para probar un punto —ahora Marián tenía la sonrisa burlona. Ana la veía con duda.

—No tengo por qué hacer algo así, además ¿eso no es ilegal?

—No te preocupes por la ley, no es allanamiento si tienes las llaves, ¿no?, además, vamos Ana, ¿desde cuándo no aceptas un reto?

—¿Un reto?, pero, ¿y si hay algún vago o animales peligrosos?

—El lugar está completamente vacío todo el tiempo, pareciera que fue abandonado por Dios. Ningún vago se atreve a entrar en la escuela, todo aquel que lo intenta normalmente sale corriendo. Y en cuanto a los animales, ¿Qué es lo peor que te podrías encontrar? En esa zona no hay serpientes o alacranes, tal vez te encuentres algún perro o gato callejeros y alguna que otra araña, pero nada más.

—¿No estarás hablando en serio?

—Hablo muy en serio.

Ana tenía sus dudas ante lo que se le estaba proponiendo, pero un sentimiento de aventura se estaba apoderando de ella. Ana nunca retrocedía ante un reto, algunos la toman como tonta o testaruda, pero ella pensaba que es todo lo contrario.

Una vez de niña, sus amigos la habían retado a trepar hasta la punta de un gran árbol que crecía en su patio trasero. Ella tenía mucho miedo a las alturas y desde su punto de vista, el árbol parecía más alto que la propia casa, pero aun así aceptó. Luchó obstinadamente con cada rama temblorosa, negándose a rendirse incluso cuando su madre la vio y la reprendió. Lo consiguió y estando en lo alto ella se sentía la reina del mundo. Estaba muy asustada, pero también muy extasiada. Tenía la sensación de poder ver toda la ciudad y aún más lejos, desde ahí de repente el mundo parecía más pequeño. La altura ya no importaba más, lo único importante es que ella estaba por encima de todos los demás. Estando maravillada por la vista soltó su mano izquierda de la rama y la puso sobre su hombro derecho en un acto casi de reflejo y al hacerlo la rama que sostenía su peso se quebró y calló pesadamente contra el césped. Lo único que ganó fue un brazo roto y una regañiza de su madre, pero se sentía muy bien consigo misma.

Ella siempre tenía la necesidad compulsiva de demostrarle a su retador que es una persona inteligente y valiente.

—Bien —Ana finalmente contestó— pero, cuando te demuestre que los fantasmas no existen, ¡tú!, tendrás que invitarme una cena en el restaurante más caro de la ciudad. Y para probarte lo en serio que me puedo tomar un reto, no pasaré una noche, sino una semana en esa escuela. Así te olvidarás de todas estas tonterías.

—Wow wow, ¿Una semana?, ¿de verdad?

—¡De verdad!

Marián estaba algo incrédula pero tenía curiosidad de probar los límites de su amiga.

—Pues entonces, vamos a ver la escuela, a ver si sigues tan confiada.

Así fue como Ana accedió a pasar 7 noches en lo que alguna vez fue la preparatoria ''Alexander Graham Bell''. 

Esa misma tarde Marián tomó las llaves de la escuela sin que su marido se diera cuenta. Ambas mujeres se fueron juntas a la preparatoria abandonada. Mientras Ana estaba de copiloto, pudo notar que la escuela estaba de verdad muy lejos de la ciudad. El auto de Marián condujo por un pequeño pueblo alejado de la urbanización llamado ''Cuarzo Azul'' y subió un cerro casi hasta la cima, llegando así a la vieja escuela.

Marián se estacionó justo en la entrada, enfrente del portón de un color café muy descolorido. Las hiervas crecían al rededor de los muros y se veían marchitas. Sacó las llaves de su bolsa y buscó la correcta para poder entrar.

Ya en el interior Ana se encontró con una serie de edificios abandonados, la hierba alta estaba por todas partes y la pintura de los muros estaba desgastada. Ana comenzó a dudar sobre el dato de que no había serpientes en la zona, ella se imaginó que podrían acomodarse muy bien entre la hierba. Lo que sí le llamó la atención fue que a primera vista había menos paredes grafiteadas de lo que se había imaginado. Pudo ver un par de rayones incomprensibles, pero nada más.

Ana sentía una extraña sensación. Había escuchado muchas historias sobre fantasmas antes, varias de ellas provenientes de Marián. La gente suele decir que se sentían observados, o sentían presencias extrañas en lugares así. Pero lo que ella sentía era muy diferente a eso. Ella no sentía miedo o nervios, más bien un pequeño sentimiento de tristeza y abandono. En ese momento, al ver los desgastados y descuidados muros de ese lugar desconocido, Ana sintió que jamás había estado tan sola.




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