Las Noches Oscuras de Ana

La mañana del Jueves: La bruja

''¡¿DÓNDE ESTÁ?!''

 

Ana se despertó súbitamente con un grito. Se sentó en el piso, sudaba frío y su respiración era agitada. Trató de voltear para buscar a la criatura, pero un fuerte dolor que la invadió por todo el cuerpo la hizo caer de nuevo.

—¡AAHHH! —soltó un grito. Le dolía la espalda, el brazo y la cabeza.

Le costó 10 minutos en acostumbrarse al dolor y se levantó lentamente, se había golpeado mucho al caer por las escaleras. Para su alivio ya no estaba en la biblioteca, sino en la planta baja del edificio central, donde el sol se metía por las puertas de vidrio rotas. Revisó por un momento su mano donde sentía un dolor pulsante y se encontró con que tenía varios rasguños en su piel, Ana no supo adivinar si se los había hecho al caer.

Dio un paso rumbo a la puerta y escuchó un crujido. Miró a dónde había pisado y ahí estaba su teléfono celular.

—Mierda —dijo mientras se agachaba dolorosamente para recogerlo.

Examinó su teléfono y parecía que aún funcionaba, pero la pantalla estaba rota.

—Felicidades Marián, ahora me debes un teléfono —dijo en voz alta con rabia—, y tal vez, también un médico.

Ana salió, abrió el portón, subió a su Beetle y abandonó el lugar. Mientras manejaba más se le aclaraba la mente, mientras más se le aclaraba la mente mejor recordaba la noche anterior y mientras mejor recordaba conducía más y más rápido. Se alejó de Cuarzo Azul más allá del límite de velocidad permitido y fue directo a la casa de Marián. Tocó la puerta muy fuerte repetidas veces hasta que le abrió.

—Hola Ana, ¿Qué pasa? —le saludó medio dormida.

—¿Está tu marido en casa? —dijo mientras entraba rápidamente sin esperar la invitación a pasar.

—No, José está trabajando. ¿Qué ocurre?, te ves terrible.

—De acuerdo —tomó aire—, escucha, ayer me pasó algo en la escuela.

—¿Viste algo? —le había despertado la curiosidad a Marián.

—Pues sí... vi algo.

—Pero, ven siéntate —la invitó a acomodarse en el sofá— cuéntame qué pasó.

—Marián, vine aquí a qué me dieras el contacto de la bruja que llevaste a la escuela.

—¿La médium?

—¡Sí, ella!, por favor, quiero hablar con ella.

—Claro, lo debo tener por ahí todavía, pero dime ya qué rayos pasa. Estás muy alterada.

—Ok. Mira yo... —necesitaba fuerzas para decirlo— yo he estado... viendo y escuchando cosas extrañas ahí desde el lunes. No quería decirte porque gran parte de mí sentía que me lo había imaginado todo, pero lo que pasó anoche fue mucho peor.

—¿Cómo que peor?

—Creo que vi lo que asustó a la bruja cuando la llevaste.

—¿Qué fue lo que viste?

Ana le describió lo mejor que pudo recordar, algo difícil, pues la criatura no se parecía a nada que hubiera visto antes y además le parecía ahora como un difuso sueño. Le habló de lo que hizo anoche y también de lo que pasó los otros días. Eso sí, hubo varios detalles que no quiso compartir con ella.

—¡Dios santo! —exclamó Marián— nunca había escuchado algo así.

—Por eso necesito hablar con la bruja. Necesito saber lo que ella sabe.

—No pensarás en regresar ahí, ¿verdad?

Hubo un momento de silencio. Ana pensó detenidamente su respuesta.

—Voy a volver —dijo.

—¡Pero Ana!, tú dijiste...

—Ya sé lo que dije, pero hay algo que me hace querer volver.

—¡¿Qué demonios puede hacer que quieras regresar?! ¡¿No has tenido suficiente?!

—No es eso Marián.

—¿Entonces qué?

—¡Hay algo, ¿de acuerdo?! Hay otra presencia más que me dice que tengo que estar ahí, o más que presencia es una sensación. Siento, como si me estuviera llamando, no sé como explicarlo bien. Hay algo que tengo que arreglar, pero no sé qué es. Eso es una de las cosas que quiero averiguar.

Ana tenía en su mente lo que pasó en el 5B. Le había preguntado si tenía miedo y le habían respondido ''Él''. Ahora creía entender a quién (o a qué) se refería.

—¿Y si te pasa algo? —le preguntó Marián preocupada.

Ana no sabía cómo responder a eso.

—Creo que estaré bien —contestó, pero no estaba tan segura de sus palabras.

—Entonces, yo iré contigo en la noche.

—¡No! ¡No lo harás!

—¡¿Pero qué dices?!

—Digo que no quiero que estés tú también, siento que eso lo arruinaría, además ¿qué clase de excusa le dirás a tu esposo?, solo traerías más problemas —lo cierto era que Ana tampoco quería ponerla en riesgo—. Mira, solo mantente al pendiente esta noche a mis mensajes por si algo pasa.

—Bien, lo haré.

Acordado eso, Marián buscó entre sus papeles los datos de la señora médium. Tardó en encontrarlos y por un momento pensó que lo había tirado entre varias cosas viejas, pero no fue así. Encontró el contacto con el teléfono y la dirección anotados en una de sus viejas agendas y Ana, con los datos en mano, se fue de casa de Marián y condujo rumbo a la casa de la bruja. Ana podía llamarle, pero ella prefería ir a verla personalmente.

La mujer vivía lejos, a 3 horas en carretera en un pequeño pueblito llamado ''San Germán''. Ana llegó a la casa y a primera vista no parecía diferente a cualquier otra del pueblo. La casa era de ladrillo sin pintar y tenía una cortina púrpura en vez de puerta. Ana se acercó, pero antes de que pudiera hacer o decir nada, una mano salió de detrás de la cortina.

—Alto —era la voz de una anciana— no entre.

—Buenos días señora, quisiera ver si...

—Silencio, espera un momento, querida.

Ana se quedó callada de pie afuera. No podía ver nada, pero escuchó que la señora hacía algo detrás de la cortina. Escuchó tablones de madera caer y luego un fósforo que les prendió fuego. El sonido de las llamas le llegaba a Ana y unos segundos después la mujer abrió la cortina.

—Ahora puedes pasar —dijo la señora.

—Muchas gracias seño... —su voz se ahogó en un ataque de tos y lágrimas provocado por un olor irritante. El olor era el de unos chiles negros que la bruja puso a quemar en la entrada de la casa.




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