Las Noches Oscuras de Ana

Una noche como cualquier otra

—¿A qué le tienes miedo? —le preguntó la figura original.

—A la muerte —Ana contestó con sinceridad.

—¿Es a tu propia muerte a lo que le temes?

—A lo que viene después.

—¿Qué viene después?

—Nada, y por eso me asusta.

La figura la observó en silencio. Ana lo tenía muy de cerca, pero su sueño se negaba a definir bien su cara. Su corazón sabía quién era, pero Ana no lo podía recordar.

—¿Tienes miedo a morirte y que no haya nada?

—Creo que tengo más miedo a que no haya nadie.

Hubo un momento de silencio entre ambos.

—¿Qué es lo que buscas?

—Respuestas.

—¿Respuestas a qué?

—Quiero saber qué es lo que quieres que haga ¿Por qué quieres que vaya a esa maldita escuela?

—¿Soy yo el que te hace volver?

—Sí —Ana estaba muy segura, pero no sabía por qué.

—¿Y qué me dices de ellos?

La figura señaló a las demás. La niña con marcas en su cuello, el hombre con la expresión de dolor y la chica con cicatrices en los brazos.

—Ellos no me importan —dijo Ana secamente—. No sé quiénes son, nunca los conocí y no hay nada que me haga preocuparme por ellos.

—Pero eso nunca te detuvo, ¿o sí?

El sueño cambió de sitio. Ahora estaban en un lugar grande con paredes blancas y mesas largas donde estaba sentada mucha gente. De entre ellos había sobre todo mujeres y niños, los pocos hombres tenían ropas muy sucias y rotas. Ana se vio a sí misma en una cocina preparando platillos sencillos y rápidos para después servirlos y dárselos a las personas de la larga fila del comedor social.

—Eso era diferente —dijo Ana.

—¿Por qué era diferente?

''¿Necesitas ayuda con eso?'', era la voz de Alan en el sueño.

''Gracias, pero puedo encargarme'' le respondió la Ana del sueño sonriendo.

—Por él.

—¿Esa era la única razón?

—Pues claro que sí, él siempre era muy solidario y me hacía ir aunque yo no quisiera. Él era demasiado buena persona, una mejor que yo.

—Los más grandes mentirosos son los que se engañan a sí mismos.

''Muchas gracias chica guapa'' era la voz de un niño al que Ana le dio una canasta con fresas. Su mirada era tierna y su sonrisa era dulce. Algo dentro de Ana se sentía raro.

''Jaja, más despacio galán'' le contestó con una enorme sonrisa.

La Ana de verdad no dijo nada. Se limitaba a observar la escena junto con la figura. Se dio cuenta de algo muy extraño. Todas las personas de todas las mesas comían exactamente la misma cosa, fresas que sacaban de una canasta que Ana les entregaba.

—¿Y que si era otra cosa? —le cuestionó Ana a la figura— yo no tuve a nadie que me ayudara cuando más lo necesité.

El comedor desapareció. Ahora el lugar era pequeño. Había velas, flores y una serie de sillones blancos puestos de forma paralela en los alrededores. Una Ana más joven abrazaba con una mano a Daniel mientras ambos lloraban. Un gran ataúd estaba puesto en el centro de todo.

—Pero eso no es del todo cierto —le dijo la figura.

Una mano sostuvo la de la Ana del sueño. ''Tranquila, podrás superar esto y no lo harás sola, yo estoy aquí contigo'' le dijo un Alan más joven.

—Era demasiado bueno —repitió Ana—. Todavía ni éramos novios. A veces me enojaba por eso.

—¿Por qué te molestaba?

—Porque no estaba tan segura de si haría lo mismo por él.

Hubo un momento de silencio mientras ambos contemplaban a los tres jóvenes.

—¿Por qué era así? —preguntó Ana.

El lugar volvió a cambiar. La tarde estaba templada y soleada cuando Alan y Ana se encontraron en un pequeño café. Alan, con su sonrisa cálida y ojos amables, esperaba pacientemente en una de las mesas al aire libre, jugando con una servilleta mientras observaba a la gente pasar. Vestía una camisa blanca y unos jeans, y su cabello despeinado daba un toque encantador a su aspecto.

Ana llegó unos minutos después. Vestía ropa casual, parecida a la de Alan, pero más planchada y cuidada, su cabello estaba perfectamente peinado. Se acercó a la mesa y le dio un beso rápido en la mejilla, esbozando una leve sonrisa.

La conversación comenzó de manera suave y amigable. Alan hablaba de su día en el trabajo y compartía anécdotas de sus amigos, mientras que Ana asentía con interés y hacía comentarios reflexivos. Ana no podía evitar sonreír de vez en cuando ante las ocurrencias de Alan.

Mientras disfrutaban de sus bebidas y compartían un aperitivo, Alan notó que Ana parecía absorta en sus pensamientos. ''¿Pasa algo?'', le preguntó.

''Sabes, a veces no entiendo cómo puedes ser tan optimista todo el tiempo. La vida no siempre es tan sencilla como la ves.''

Alan, sin perder su sonrisa, respondió: ''Tienes razón. La vida puede ser complicada, pero creo que es importante encontrar la belleza en las pequeñas cosas y ser amable con los demás. Eso es lo que me hace feliz.''

Ana asintió en silencio, como si estuviera procesando las palabras de Alan. Aunque sus enfoques eran diferentes, no había duda de que compartían una conexión especial. Alan sabía cómo suavizar las aristas de Ana, mientras que Ana desafiaba a Alan a pensar más profundamente y a considerar todas las perspectivas.

—Uno no puede evitar lo que sale del corazón —le dijo la figura.

''Oh, claro, casi lo olvido'' dijo Alan.

''¿Qué cosa?''

''Te compré esto'' dijo mientras sacaba de su bolsillo una pequeña caja blanca.

''A ver'' Ana abrió la caja y dentro estaba un anillo de plata con su nombre grabado. Ana se quedó sin palabras al verlo. ''¡Vaya que lindo!''.

''Me alegra que te guste''.

''Oye, si esto es un anillo de compromiso, esta debe ser la propuesta más estúpida que he oído''.

''Jajaja no, yo no lo haría de este modo. Eso es un regalo por tu victoria en el torneo del domingo''.

''Oye, pero no gané, ¿sabes?''




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