Las Noches Oscuras de Ana

La noche del Sábado: El nido

''Había un archivero en el salón, donde los profesores guardaban varias cosas. Había veces en las que desde el interior se podían escuchar rasguños, como si un animal de garras muy grandes tratara de salir de él. Escuchar los rasguños, le generaba a cualquiera un sentimiento de incomodidad muy grande.

Un día, en mitad de un examen, una jovencita giró bruscamente su cabeza hacia atrás y lanzó un fuerte grito de dolor. Ella dijo que alguien le había tirado del pelo, pero eso era imposible porque durante los exámenes se alejaban a los alumnos para evitar que se copien. No había nadie sentado atrás de ella. La profesora se encontró con restos de pelo tirados en el piso, y lo peor, que la muchacha tenía arañazos en su cuello. O al menos eso me contaron.

Lo peor que escuché, en mi opinión, le pasó a un maestro que yo no conocí. Se había quedado solo en ese salón y de la nada la puerta se azotó y, por más que trataba, no podía abrirla. El señor se pasó encerrado en ese salón por casi una hora hasta que uno de los conserjes le abrió desde fuera. Él golpeaba la puerta y gritaba con todas sus fuerzas, pero nadie pudo oírlo. La razón por la que estaba tan aterrado, según me contaron, fue porque había algo ahí dentro con él, pero nunca dio detalles de lo que vio. El maestro se reportó enfermo por una semana, pero cuando se suponía que regresaría a trabajar simplemente ya no se presentó.

Hubo algo más, el ambiente en el interior era horrible. De forma inexplicable, a mitad del día, la temperatura se elevaba muchísimo y había un olor realmente horrible. De eso si te puedo dar fe por la tumba de mi padre en paz descanse. Solo una vez estuve ahí dentro y cuando entré, el calor era asfixiante y el olor (Dios, el olor) el olor era como si algo se estuviera pudriendo ahí dentro. Era un olor de muerte.

No había ninguna persona que quisiera estar ahí. Los maestros preferían dar su clase en cualquier otro sitio, como el jardín, las gradas o la biblioteca. Esto a pesar de las muchas reprensiones que les daba el director, pero a ellos no les importaba. Preferían eso, a tener que estar en ese lugar. Por eso fue que se decidió que el salón dejaría de usarse y pasaría a ser solo una bodega.

En esa escuela hay algo muy poderoso y maligno y sospecho que tiene su nido en el salón 3A.''

 

El juego de las sillas era muy simple de realizar. Lo único que se tiene que hacer es conseguir un cuarto oscuro y dos sillas, tú te sientas en una y empiezas a conversar. Eso es todo. Hablar al aire como si estuvieras conversando y según dicen, alguien en algún momento se va a sentar en la otra silla y te va a escuchar.

Ana había ido con toda la intención de jugar ese juego, sin embargo, ya estando ahí sentada sola en la oscuridad, no se le ocurría nada que decir.

—Aaammm —dijo frente al espejo que había puesto en la otra silla— pues... (''Vamos, di algo'') Me llamo Ana, tengo 28 años, vivo en una ciudad no muy lejos de aquí, en una casa pequeña y... pues... me gustan las fresas, mi animal favorito son las vacas porque creo que se ven muy lindas y son muy tranquilas. Tengo un gato que se llama ''Chat'', es tierno, pero come mucho para su tamaño.

Ana se sentía algo apenada de hablar de esas cosas, pero no encontró sentido, pues nadie la estaba escuchando.

—A veces —continuó— tengo el hábito de hablar sola. Normalmente lo hago en silencio con los pensamientos, pero a veces no puedo evitar decirlo en voz alta. Eso me ha traído algunos momentos incómodos, jeje. Ammm desde que soy muy niña suelo poner mi mano sobre el hombro cuando me siento nerviosa, no sé por qué lo hago, pero siento como si me estuviera abrazando.

Hacía frío, todo era negro salvo por la luz de las velas y no había ningún mal olor en el aire.

—Mi papá se fue de casa cuando era pequeña, a decir verdad, casi no recuerdo nada de él. Viví solamente con mi mamá y mi hermano menor. No teníamos mucho, pero fuimos felices. Mi madre murió cuando yo iba en la preparatoria y me fui a vivir con unas tías junto con Daniel. A veces la sigo extrañando, creo que nunca la voy a dejar de necesitar.

Ana estaba muy atenta a cualquier cambio que hubiera en el ambiente. Un ruido, un olor, la temperatura, algo en el espejo, lo que sea.

—No me suelo maquillar, creo que es algo tonto e incómodo. Estudié la universidad y ahora tengo un muy buen trabajo. Me va bien en general. Me gusta ver películas, suelo hacerlo muy seguido. Solo me siento en mi sillón, me preparo unas palomitas de mantequilla, que son mis favoritas y veo Netflix durante horas (''Tal vez él no sepa qué rayos es Netflix, pero bueno, ya qué''). Me gustaría algún día viajar a otro país, conocer nuevos lugares y esas cosas. Aunque no me he puesto a ahorrar, tal vez debería empezar a hacerlo.

Ana no creía que estuviera funcionando. Seguía sintiéndose muy sola.

—De niña me rompí el brazo por tratar de subir un árbol, fue algo estúpido. Mi mamá me castigó por semanas y tuve que llevar yeso. No soy muy fan de los deportes, pero durante un tiempo estuve practicando artes marciales. Vaya que me dieron muy buenos golpes en ese tiempo, pero nada grave. Solía tomar mucha cerveza hace tiempo, pero ya he tratado de dejarlo. Y también... bueno...

Ya no se le ocurría que más decir. El juego no estaba dando frutos.

—Escucha —dijo a alguien que no estaba ahí— yo... vine aquí para ayudar. La verdad es que no sé por qué lo hago, Alan era el que solía hacerme hacer este tipo de cosas, aunque yo no quisiera, pero ahora él ya no está. No sé por qué sigo insistiendo, muchos me han dicho que soy muy necia cuando me propongo algo, tal vez tengan razón. No tengo un plan, no tengo ni idea de qué se supone que haga, pero... si hay algo que quieras solo dímelo. No puedo prometer dártelo, pero sí puedo prometer intentarlo.

Se quedó un momento en silencio escuchando por si obtenía respuesta. La voz de la bruja apareció en sus pensamientos: ''parece que está buscado algo''.




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