Varios siglos más tarde.
— Leia, ¿Qué te pongo?
— Lo de siempre. ¿Qué tal esta noche? — Rayan abre una lata de coca-cola.
— Podría estar mejor, no hay muchos chicos y por lo que he visto, son muy del montón. Me temo que hoy te irás con las manos vacías. — añade ron, dos hielos y limón al vaso y me lo ofrece.
— Todavía son las dos, es pronto para decidir. ¿Qué tal estoy? — le pregunto dando una vuelta.
— Como un tren. Oye, ¿ese escote no es un poco excesivo? — ruedo los ojos ante el comentario.
— No cuando se trata de ir a cazar. — termino mi bebida y le pago. — Voy a evaluar el ambiente.
— Buena suerte.
Me dirijo al centro de la pista y empiezo a bailar. Noto como varios chicos se fijan en mí, pero no son de mi agrado. Puede que Rayan tenga razón y hoy me quede sin comer.
Me muevo al ritmo de la música examinando cada parte del local. Estoy a punto de rendirme pero entonces veo una preciosa cabellera rubia. Aunque está de espaldas se puede apreciar un cuerpo delgado, pero trabajado, nada excesivo. Vuelvo a la barra, satisfecha.
— ¿Qué? ¿Ya has encontrado una víctima? — me pregunta el camarero al verme llegar.
— ¿Ves a ese rubio de allí? — le señalo en su dirección. — Está con un grupo de amigos, pero en cuanto se quede solo...
— Menudo culo tiene, lo que daría por...
— No quiero oír tus fantasías sexuales gays. — le corto antes de que mencione algo extraño.
— Si no sabes lo que iba a decir. — me contesta enfadado. Le sostengo la mirada con irritación. — Vale, lo admito, iba a decir mis fantasías sexuales gays en voz alta. — río triunfante ante la confesión. Él hace lo mismo y se marcha a atender a un cliente.
Fijo mi vista en el chico. A causa de la lejanía y de la oscuridad del local no puedo apreciar sus facciones. Me impaciento, ya que no se separa del grupo, así que decido apartarlo yo misma.
Camino hacia su dirección, varios chicos se giran al verme pasar. Cuando estoy cerca, algunos de sus amigos dirigen una mirada descarada a mi escote y cuchichean entre ellos. Me detengo justo detrás de él y toco su hombro.
— Bailamos. — le ofrezco cuando se gira hacia mí. Él muestra la típica sonrisa de socarrón vencedor a sus colegas antes de contestar.
— Claro.
Atrapo su mano y caminamos hacia el centro de la pista. Ahora hay mucha más gente, será más fácil pasar desapercibida.
Empiezo a bailar muy pegadita a él. No puedo ver el color de sus ojos, ya que está muy oscuro, pero sé que me está mirando.
— Dime la verdad — observo en sus facciones el usual cambio de actitud de mis presas. — ¿Tienes novia?
— No. — me responde mecánicamente.
— Así que has venido a ligar con tus amigos.
— Exacto.
— ¿Ligue de una noche o relación larga? — se pone tenso y mira mi cuerpo. Yo le levanto con delicadeza la cabeza, para que vuelva a prestar atención a mis ojos. - No intentes evitarlo, no puedes resistirte a mis encantos. Dime la verdad.
— Ligue de una noche.
— Perfecto. Oye, vamos a hacer una cosa, yo voy delante, y tú me sigues desde una distancia prudencial.
— De acuerdo. ¿Y a dónde vamos?
— A un lugar más íntimo. — el chico sonríe ante la sugerencia.
Salgo del local y camino calle arriba hasta llegar a una esquina, miro de reojo hacia atrás, comprobando que me está siguiendo.
Tras recorrer varias manzanas, llego al portal, abro la puerta y la dejo abierta. Pulso el ascensor y espero a que aparezca.
Cinco minutos más tarde el chico entra y cierra la puerta. Al girarse, puedo ver por primera vez y con completo detalle su rostro, una pálida tez que resalta esos deslumbrantes ojos verdes. Todo mi cuerpo reacciona al instante y le observo, horrorizada.
— ¿Drake? — no, recuerda tu primera norma, Drake no existe, Drake está muerto, vamos Leia, esta fase ya la tenías superada, es solo una alucinación, míralo, es humano, es imposible que sea él. Piensa en sangre, en comer.
— ¿Quién es Drake? — pregunta el joven, confuso. Su voz es idéntica a la de él.
— Nadie. Vamos entra. — introduzco la llave en el orificio del ascensor y nos lleva hasta el recibidor de mi precioso ático. Continuo caminando con el clon de mi exnovio pisándome los talones.
— Vaya, ¿Eso es una piscina? — exclama asombrado mirando el techo.
— Lo es. — respondo con irritación. Ya no aguanto más y lo estampo contra la pared. — No grites.
Él lo intenta, pero no puede.
— ¿Quién coño eres? — lo estoy sujetando demasiado fuerte y se está ahogando, así que intento calmarme y dejar un poco más de espacio entre la pared y él.
— Me llamo Fred.
— ¿Fred? Vaya es un nombre demasiado patético para esta cara tan bonita.
— Y que lo digas. Las burlas que tengo que soportar, entre mi nombre y las gafas...