Las nubes no son de algodón

Capítulo 6: Taylor

La veo desaparecer entre los árboles a paso apresurado; mientras lo hago muevo mi cabeza de un lado a otro frotándome las sienes. De todos los pilotos con los que pude haber quedado atrapado en una isla desierta me tuvo que tocar una demente con trastornos de personalidad, me digo a mí mismo.
Aunque no es nada fea debo admitir.

Saco mis dos maletas del compartimento y las arrastro hasta el pasillo del avión, las abro simultáneamente, apenas y recuerdo lo que empaque, pero no creo encontrar mucho: perfume, shampoo, gel de baño, crema de afeitar, afeitadora, pasta dental, cepillo de dientes enjuague bucal, ropa interior Calvin Klein, unos cuantos shorts playeros, pantalones de mezclilla, camisas de manga larga de algodón, algunos sombreros, una caja de puros cubanos, unas cuantas chaquetas, corbatas, un par de zapatos y un par de sandalias. Esto está más que bien, digo, tomando en cuenta que estoy perdido en medio de quien sabe dónde, lo mínimo que puedo hacer es agradecer a dios que al menos tengo gel de baño y pasta dental. 

Estoy acalorado y hambriento, según recuerdo hay algunos bocadillos dentro del avión. Me adentro en él y después de buscar por todas partes al fin encuentro unas bolsas de maní y galletas saladas, también hay unas cuantas botellas de agua, pero el premio gordo fue hallar intacta la botella de Jack Daniel's que había ordenado.

Me siento en la grama recostado debajo de una gran roca con los bocadillos de maní y galletas extendidos a un lado y la botella de whisky en la mano, retiro la cubierta y tomo un buen sorbo de ella. 

«Nada como un trago de whisky para hacerte olvidar que casi mueres en un accidente aéreo y que estas atrapado en algún lugar remoto sin ningún tipo de comunicación.»

Miro a mi alrededor y contemplo el relajante panorama, conozco personas que pagarían una fortuna por pasar sus vacaciones en un sitio como este, con unos cuantos arreglos sería el lugar perfecto, cierro los ojos y dejo que la brisa refresque mi cuerpo mientras saboreo la idea.

Imagino un enorme complejo turístico de cinco estrellas, mujeres sexys en bikini, un moderno campo de golf, el lema sería: diversión, placer y cero pilotos locas.

«Hablando de pilotos locas...»

Abro los ojos y verifico la hora en mi reloj, deben ser poco más de las seis de la tarde; aún hay luz, pero en cualquier momento empezará a oscurecer y esa chica testaruda no ha vuelto.

«¿Dónde se habrá metido? Espero que no le haya pasado nada, aunque con ese carácter asustaría a cualquier animal salvaje que se le acercara.»

Sonrío al imaginarla en una escena graciosa en donde ella le gruñe a un oso pardo.

Extiendo mi mano hacia una de las bolsas de maní, pero en vez de los granos amontonados en una bolsita plástica lo que mis dedos tocan es una especie de cola peluda, la extraña cola se libra de mi toque en un rápido movimiento que me hace retirar mi propia mano y voltear para comprobar que es lo que pasa.

Mi sorpresa no es pequeña cuando ante mí un hurón vivaracho de pelaje oscuro y nariz blanca está parado en dos patas observándome cautelosamente mientras a su alrededor todas las bolsas de maní están abiertas y el contenido extendido en el suelo, todas a excepción de una, la que en ese momento sostenían sus patas.

—Hola pequeño amigo. —Voy extendiendo la mano con sigilo hasta estar lo suficientemente cerca para arrebatarle la bolsa de maní—. No quiero ser rudo, pero esa es mi cena y necesito que me la devuelvas.

Cuando estoy a pocos centímetros de distancia cierro el puño con la intención de arrebatarle la bolsita de las manos, pero esa bestia peluda es mucho más rápida que yo y se aleja a una velocidad increíble, casi haciéndome perder el equilibrio y, lo que es aún peor, derramar mi whisky. 

«—Escucha bola de pelos. —Me pongo de pie dejando a mi buen amigo Jack a un lado con la intención de intimidar al escurridizo animal que está erguido frente a mí a unos dos metros de distancia y aun sosteniendo la bolsa de maní—. Estoy cansado, acalorado, hambriento y ahora, por tu culpa, de mal humor. Será mejor que sueltes eso en este instante o me hare unos calentadores contigo.

Cuento con que mi expresión furiosa y mi tono amenazador sean suficientes para asustarlo, pero la bestia no muestra ninguna señal de temor, me muestra los dientes y hace un ruidito chillón, como si se estuviera burlando de mí.

—Eso es todo pequeño bribón, ven aquí.»

Me abalanzo sobre él con la intención de atraparlo con las dos manos, pero como debí suponer, el animal es mucho más rápido que yo y en una fracción de segundo está a más de un metro de distancia, aún sosteniendo la bolsa de maní y haciendo el mismo ruidito de burla que antes mientras yo casi caigo al suelo. 

Miro para todos lados y mi vista se detiene en una corta pero gruesa rama de árbol que está tirada en el suelo, perfecto. La tomo entre mis manos y apunto cautelosamente hacia mi objetivo con la intención de hacerle pagar por su atrevimiento.

—¡¿Pero qué rayos crees que estás haciendo abusivo?! —La voz alarmada hace que me detenga justo cuando estoy a punto de lanzarle la rama a la insoportable bestia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.