Las nubes no son de algodón

Capítulo 12: Taylor

La veo alejarse con dirección al río mientras me muestra descaradamente su dedo de en medio, pero no pienso hacer nada para detenerla. 

No puedo creer que me haya dejado engañar por una chiquilla malcriada. Desde que su estúpido cerdo me mordió en la oficina de su padre supe que ella era sinónimo de problemas; debí de haberme echado a correr cuando la vi vestida de piloto. 

—¡No puedo creer que esto esté pasando! —Me paseo de un lado a otro exasperado frotándome las sienes con los dedos—. Este viaje era mi oportunidad de probarle a mi padre que Eduardo no es más que un charlatán y ahora está arruinada.

Después de un rato sentado en la puerta del avión sintiendo lástima por mí mismo me empiezo a sentir observado por una presencia familiar.

—¿Tú de nuevo? —le pregunto de forma irónica al pequeño animal—, ¿qué haces aquí? ¿Buscando a tu amiguita? Pues adivina qué: no está aquí, se fue.

El animal me mira con la cabeza ladeada y parado en dos patas.

—No me mires así, por su culpa estoy en este lugar así que no pienso ir a buscarla, ¿qué? ¿Piensas que estoy equivocado? ¿Qué no debí ser tan duro con ella ni haberla insultado como lo hice? —El estúpido hurón continúa mirándome sin mover ni un músculo.

«—¿Acaso crees que la culpo ella  porque es más fácil hacer eso que aceptar que esto hubiera pasado de todas formas y tal vez con resultados peores? Oh no me digas, tú crees que en realidad me estoy haciendo todas estas preguntas a mí mismo porque tú solo eres un tonto animal que no entiende una sola palabra de lo que digo,  ¿no es cierto? —En modo de respuesta el pequeño mamífero se pone en cuatro patas y sale corriendo dejándome solo como el imbécil que soy.

Revuelvo mi pelo frenéticamente mientras me digo a mi mismo lo bastardo que soy. Me dirijo al río, con la esperanza de que aún se encuentre allí; para mi suerte está sentada en la orilla arrojando piedras al agua con la mirada triste y afligida. Estoy seguro de que estuvo llorando.

—Que ganas tengo de romperme la cara yo mismo —susurro.»

Debo de haber hecho algún ruido que llamó su atención, porque al instante se da cuenta de mi presencia y comienza a limpiarse las lágrimas del rostro. Camino hacia ella lentamente pero sin acercarme demasiado ya que puede que mi deseo de romperme la cara se me haga realidad.

—Kat yo... vine a disculparme —comienzo a decir.

—Ahórratelo, no quiero verte —me dice cortante sin siquiera voltearse para mirarme.

—Escucha yo lo siento, fui un idiota y me retracto de todo lo que dije. Yo en verdad no pienso esas cosas sobre ti, solo lo dije porque estaba enojado.

—Ya te dije que no me interesa lo que tengas que decir, solo vete —esta vez sí se voltea hacia mí y puedo ver la tristeza y la furia en su mirada.

«Me siento como el ser más despreciable de la tierra, busco en mi interior las palabras correctas para enmendar este desastre.»

—Escucha sé que tienes todo el derecho de estar enojada conmigo y sé que no merezco tu perdón, fue horrible todo lo que dije, pero en serio, en serio, en serio lo siento. Puedes por favor disculparme.

—No —dice sin siquiera pensarlo.

—De acuerdo, no me perdones. Pero no estás siendo justa, ¿lo sabes? Se requiere valor para admitir tus errores. Y una cosa más, puede que tuvieras razón en casi todo lo que dijiste hace rato excepto por una cosa. 

«Puede que si sea un niño rico pero se exactamente lo que se siente tener que demostrar tu valor a alguien; ese era justamente el motivo de este viaje, el poder hacerle ver a mi padre que merezco ser parte del negocio familiar y no solo tener un cargo sin hacer nada y recibir dinero mensualmente como un mantenido. Es por eso que me enojé tanto cuando.»

—¿No lo entiendes, verdad? No me interesa lo que tengas que decir. —Con un suspiro de fastidio camina hacia mí pasándome de largo y dirigiéndose de vuelta al avión.

(*********)

Ya han pasado casi dos días desde el incidente y Kat aún no me dirige la palabra, ni siquiera me mira, y yo me siento cada vez peor. He tratado de acercarme a ella de todas las formas posibles y en cada intento resulto ignorado, así que me doy por vencido y decido dejarla en paz, ni siquiera me ofrecí para acompañarla cuando lo vi caminando hacia el bosque. 

Decido entretenerme haciendo un poco de ejercicios; antes de terminar una serie de veinte lagartijas, me sobresalto al escuchar uno de los estruendosos gritos de Kat. Salgo corriendo hacia donde está y la encuentro aterrada parada encima de una roca.

—¿Te encuentras bien? —le pregunto nervioso buscando con la mirada cual es la causa de su estado hasta que reparo en una serpiente de color verde brillante en el pasto a solo unos metros de ella.

—Si estoy bien ahora largo, no te necesito. —Su estado exaltado y tembloroso indica todo lo contrario.

—Pues parece todo lo contrario, estás pálida... ¿acaso le temes a las serpientes? Si es así yo puedo deshacerme de ella. —La veo batallar internamente con la idea de permitirme ayudarle.




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