Las nubes no son de algodón

Capítulo 13: Katherine

—¡Maldita sea, nunca saldremos de aquí! —exclamo irritada mientras fallo una vez más en tratar de reparar la radio del avión.

«Todo este asunto de ser "amiga" de Taylor es mucho más estresante de lo que pensé. Intenté con todas mis fuerzas seguir enojada con él, pero ya no podía soportar verlo humillándose, en cualquier momento iba a explotar en carcajadas así que era mejor ceder, además como decir que no a esa disculpa tan tierna, pero dos días de su insistente amabilidad son más que suficientes para volverme loca.»

Ya no soporto ver esa encantadora y perfecta sonrisa, ni esos sexys abdominales empapados de sudor después de su rutina de ejercicios, ni esa masculina barba que ahora cubre su rostro después de que se agotara su última rasuradora, así que decidí canalizar toda mi energía y utilizarla para tratar de arreglar la radio, pero no solo por eso; he notado un cambio en el clima que me está preocupando un poco, creo que se avecina una tormenta.

—¿Qué tal vas con eso? —Taylor aparece de repente detrás de mí dando un golpe en el metal del avión para llamar mi atención.

—No muy bien, no puedo reparar esta cosa —le respondo frustrada.

—Qué mal. —Se adentra en la cabina y se agacha justo a mi lado, inclinándose hacia el aparato para inspeccionarlo de cerca pero a la misma vez inclinando su rostro hacia el mío sin darse cuenta—. Pero bueno, yo confío en ti y sé que lo lograrás —dice con una sonrisa que me roba el aliento—. Ahora iré a meter todo a dentro y a buscar provisiones, parece que va a llover.

—Sí, has eso, yo seguiré aquí en lo mío, adiós —me despido de él al verlo levantarse y caminar hacia afuera de la cabina.

Cuando al fin se va dejo de aguantar la respiración y exhalo un fuerte suspiro. 

—Cada vez se te es más difícil ocultar lo que sientes por él ¿no es así? —Escuchó a mi propio subconsciente hablando en mi mente.

— ¿Lo que siento por él? ¿Y qué es lo que siento por él? —me pregunto a mí misma mentalmente.

—No te hagas la tonta Kat, te gusta y no solo te gusta, estás enamorada de Taylor.

—¿Y tu cómo sabes eso?

—Porque soy tú, idiota.

—¡Cállate subconsciente! Eso no es cierto.

—Claro que lo es, solo admítelo.

—¡Sí! ¡Estoy enamorada de Taylor! ¿Estás contenta? —exclamo, esta vez en voz alta, y al instante cubro mi boca con mis manos al darme cuenta de lo que acabo de decir.

Mi Amelia imaginaria aparece en mi mente arrojando confeti por todas partes y brincando de la emoción, como si estuviera celebrando que al fin fui capaz de admitir mis sentimientos. 

Gracias a dios no hay señales de Taylor por ningún lado, por lo que no hay ninguna posibilidad de que haya escuchado lo que dije. 

«No puedo creer que me haya enamorado de él ¿cómo pude permitir que eso pasara?, no hay ninguna posibilidad de que me corresponda. Sé que estuvo a punto de besarme, pero solo porque estaba agradecido de que lo cuidara cuando se comió lo frutos venenosos. Cuando tuvimos esa discusión dejó muy claro que para él solo soy una niña inmadura; puede que se haya disculpado, pero eso no significa que aún no lo piense, reflexiono con tristeza.»

«Muy bien Kat, ya basta ¿y qué si te enamoraste y no te corresponden? Nunca has sentido lástima por ti misma y no vas a empezar ahora», me digo a mi misma con determinación. 

Puedo ver por el cristal del avión que el cielo está cada vez más nublado y las ramas de los árboles se agitan ferozmente por las fuertes ventiscas. 

Las gotas de lluvia no se hacen esperar y empiezan a caer cada vez más abundantemente; una visión aparece en el cristal empañado, haciéndose cada vez más clara según se va acercando, es Taylor, corriendo hacia el avión, se ha quitado la camisa y la está utilizando para cargar las frutas y nueces que recogió del bosque. Puedo escuchar en mi mente la melodía de la canción careless whisper de George Michael mientras él corre en cámara lenta con las gotas de lluvia golpeando su pecho desnudo.

Siento cómo la atmósfera se pone cada vez más densa y respirar se vuelve más difícil, salgo de mi trance al escucharlo entrar al avión, me levanto del asiento y corro hacia el pasillo para ayudarlo.

—¿Estás bien? —le pregunto, rogando a Dios para que no se note exaltada que estoy. 

—Sí, estoy bien —me contesta jadeante. 

—Te traeré una toalla. —Él simplemente me hace una señal de pulgar arriba en modo de aprobación mientras aún trata de recuperar el aliento.

Después de que le busco la toalla y se la entrego me doy la vuelta para darle un poco de privacidad mientras se seca con ella y se quita la ropa mojada, aunque no puedo negar que más de una vez tuve que utilizar toda la fuerza de voluntad que poseo para no voltear. 

Una vez que Taylor se vistió nos sentamos en la puerta del avión y vemos la lluvia caer, comimos fruta, hablamos e incluso hicimos bromas. Taylor me cuenta de sus viajes a París, Italia, Grecia y yo le cuento de mis 5 hermanos, de Stephanie y de todas las bromas que les hacía cuando era pequeña.




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