—¡Rápido! ¿Qué esperan? —insiste la mujer alta y esbelta, vestida con ropa de safari mientras abre la puerta trasera de su vehículo para nosotros.
Aunque ambos estamos igual de sorprendidos y confundidos, Kat y yo subimos rápidamente y el hombre que conduce se pone rápidamente en marcha.
—¿Cómo están los dos? Espero que hayan disfrutado su estadía en nuestra isla —dice la mujer de unos treinta y tantos de cabello rojo amarrado en una coleta, de ojos verdes y rostro amable—. Yo soy Rhonda Smith y él es mi esposo, Albert Smith —señala al conductor de pelo canoso de, unos veinte años mayor que ella.
—Mucho gusto, yo soy Taylor Evans y ella es Katherine Manson —nos presento.
—¿Cómo que su isla? —pregunta Kat confundida—. ¿Qué no estamos en una isla desierta?
—Bueno, tal vez estaba desierta cuando ustedes llegaron porque no estábamos aquí —dice sonriendo—, pero está isla nos pertenece.
—¿Y cómo nos encontraron? —pregunto intrigado.
—Llegamos hace dos días de Europa y me puse a revisar la cámara, entonces vi el video de su aterrizaje —responde Albert—. Al principio creí que eran contrabandistas pero luego de ver un poco más el video me di cuenta de que solo se habían quedado varados y con la amenaza del huracán no podíamos dejarlos allí por más tiempo, ¿y ustedes porqué aterrizaron aquí?
—Fue un aterrizaje de emergencia, a nuestro avión lo golpeó un rayo —contesta Kat.
Mientras el auto avanza por el bosque la lluvia cae cada vez con más violencia y parece que los árboles nos van a caer encima. Afortunadamente este auto es lo suficientemente fuerte para atravesar ágilmente los caminos fangosos llenos de piedras y ramas.
En un movimiento brusco producido por la turbulencia del vehículo Kat y yo no podemos evitar chocar el uno con el otro y ella cae estrepitosamente en mis piernas.
—Lo siento —dice ella sonrojada, levantándose de mis piernas y acomodándose en el asiento.
«Rhonda es una persona alegre y parlanchina, se pasa casi todo el trayecto hablando de cómo ella y Albert se conocieron, ignorando por completo el panorama mientras que nosotros estamos aterrados. Su esposo por su parte es más reservado y solo asiente con la cabeza y responde "sí cariño" a todo lo que dice su esposa; a pesar de la diferencia de edades parece una pareja feliz.»
Después de casi cuarenta y cinco minutos de trayecto nos detenemos frente a una gigantesca pared de arbustos, ésta se abre lentamente permitiéndonos visualizar una enorme mansión de diseño moderno, rodeada por un inmenso jardín con un círculo de aterrizaje para helicópteros en el centro.
Estoy literalmente sin palabras, esta casa es más impresionante que la casa de mis padres, jamás pensé que un lugar como este pudiera estar escondido en esta isla; Kat por su parte está a punto de gritar del asombro, estoy seguro de que nunca ha visto algo ni remotamente parecido a esto.
Albert conduce hacia la entrada y la pared de arbustos vuelve a cerrarse detrás de nosotros. Una vez en la puerta salimos corriendo del auto, escapando de la lluvia, y entramos en la casa con Rhonda mientras Albert conduce el auto a la cochera.
—Espero que se sientan cómodos, no recibimos muchos invitados pero la casa es muy acogedora. Pueden sentarse junto a la chimenea para calentarse mientras yo busco algo de comer, tienen estar hambrientos. Debió ser horrible estar viviendo en ese avión por más de dos semanas. —Rhonda desaparece en lo que asumo es la cocina y nos deja solos en el enorme salón.
La casa está decorada con un estilo rústico exquisito con muebles de caoba fina. Veo a Kat alejarse de mí temblorosa para frotarse los hombros frente al fuego de la chimenea, se ve tan frágil y delicada que me dan ganas ponerme detrás de ella y calentarla yo mismo, pero no creo que esa sea una buena idea así que solo me siento junto a ella.
—Esta casa es hermosa —comenta impresionada—. Aunque esto no debe ser nada para ti —dice volteando la mirada hacia mí.
—La verdad esto es mucho más impresionante que cualquiera de mis propiedades.
—Traigo chocolate caliente —anuncia Rhonda en tono cantarín entrando al salón con una bandeja con dos tazas con crema batida encima.
Después de tomarnos el delicioso chocolate de Rhonda, ella nos encamina hacia arriba, abre la puerta de una de las habitaciones y nos invita a entrar. La habitación en cuestión es enorme con una cama matrimonial con sábanas de seda y un balcón con puertas de cristal.
—Esta habitación es bellísima —dice Kat totalmente maravillada.
—Me alegra que les guste, ahora los dejo solos para que se refresquen.
—Espere, ¿este dormitorio es para mí o para él?
—Pero yo pensé que ustedes estaban...
—¡No! —ambos décimos al unísono.
—Oh, como lo siento, mi error —exclama Rhonda avergonzada—. Le dejaremos este cuarto a la señorita y tu Taylor ven conmigo. —Me guía hacia la habitación continua a la de Kat, que es exactamente igual pero con una cama más pequeña.