Ese día Zoé se sentía completamente desorientada, sabía que había hecho sentir mal a Fernando, pero no podía evitarlo, sus acciones, aquella alucinación, sabía que no podía hacer mucho para remediarlo, solo esperaba que Fernando no decidiera terminar con ella al creer que no desea un contacto más íntimo, pues lo quiere, pero no está segura de cómo reaccionar debido a que su cuerpo, no su mente, temen a ese contacto por el que ha sido víctima por parte de Ricardo; sabe que Fernando jamás la lastimaría, pero... cómo disculparse cuando Fernando ni siquiera a regresado a casa para comer.
La puerta se abrió de pronto, era Fernando cargaba en una bolsa blanca sin logotipo alguno, que a simple vista no podía ver, tenía curiosidad, sin embargo, no obligaría a Fernando a contarle sus cosas. Por otra parte, Fernando se sentía una basura, se había comportado como un granuja a solo unas cuantas horas de haber estado con ella solo en casa, por eso mismo, esa mañana se arregló temprano y fue a una tienda para comprar un regalo que sabía le encantaría a Zoé, esperaba que le preguntará qué era, para poder sorprenderla ya que siempre le hacía una pequeña broma antes de entregar lo que sería su regalo y muestra de arrepentimiento; no obstante Zoé nunca preguntó, por lo que un poco molesto guardó las cosas en el armario.
Cuando Zoé observó que era guardado en el fondo del armario sentía que deseaba ver qué había dentro, su curiosidad comenzó a divagar en cosas inimaginables, no podía con toda esa curiosidad, pero no era alguien entrometida, después de unas horas se había olvidado por completo de esa pequeña cajita dentro de la bolsa que había guardado.
En la tarde Zoé había preparado una comida especial para Fernando, la misma que la señora le había dicho que le encantaban a Fernando, algo de sopa de arroz roja, chiles rellenos y una salsa picante bastante brava, sin embargo, a pesar de que le había servido el plato y lo esperaba para comer Fernando simplemente salió de casa sin avisar.
"No comprendo que pasa..." escribió un mensaje a una de sus compañeras, la única con la que podía entablar una conversación cercana.
"¿Qué ocurre?" preguntó ella.
"Fernando se está comportando raro, no me ha dado la cara desde ayer..." sus manos temblaban, sabía que algo había hecho mal, pero no tenía ni la menor idea de qué podría hacer, pues, según ella, no había ningún cambio en su comportamiento a menos que se tome en cuenta la parte en la que rechazó acostarse por primera vez con él.
"¿Han tenido relaciones?" Mariana solía hablar sin tapujos, ella no embellecía las cosas, las decía tal cual las pensaba.
"Tomaré tu silencio como un sí... Solo puedo decirte que cuando un hombre tiene lo que quiere deja de tener interés en la chica... quizás ya perdió el interés por ti" escribió nuevamente Mariana al ver que no había contestado dos minutos después de su último mensaje.
"NO... no es eso..." sabía que se encontraba sola pero aun así sentía las orejas y las mejillas calientes, no estaba preparada para ese tipo de conversación, ni siquiera había visto a su sobrino desnudo y eso que era un bebé, mucho menos podría ver a Fernando desnudo siendo ya todo un hombre.
"Ah, ya veo... ¿Aún no lo han hecho?... quizás ese sea el problema... se cansó de esperar y se fue a buscar a otra..."
"No me estás ayudando mucho que digamos..."
"Solo digo lo que normalmente pasa"
"Pero todo es sobre sexo..."
"Puedo decirte que los hombres solo piensan en dos cosas... vídeojuegos y sexo"
Si Mariana tenía razón solo podía hacer algo, no quería que Fernando pasará por ese proceso de desinterés, estaba segura de que terminaría temblando, solo esperaba que no comenzará a llorar, igual aunque lo hiciera, esperaba que Fernando no se detuviera, si era con él cualquier cosa podía soportar.
Fernando por su parte estaba completamente aturdido, deseaba mucho tener un encuentro con Zoé, el estar en casa con ella lograba que su auto control flaqueara y no deseaba convertirse en el lobo feroz que se come a caperucita, pero no podía evitar que cierta parte de su anatomía comenzara a despertar al mirar sus ojos enmarcados en esos lentes negros, su pequeña nariz perfecta que daba paso a los labios rosas que tenía, carnosos y jugosos, deseaba besarlos para probarlos y morderlos antes de separarse de ella; observaba el pequeño escote que tenía la blusa de Zoé y sentía su corazón latir con fuerza, sus manos temblaban y sentía el ansiedad de tocar esa piel suave y perfumada por las cremas, de solo imaginarse el contacto piel con piel se estremecía y sus vellos se erizaban, también parte de su ropa interior terminaba humedecida con sus pensamientos indecentes. Cómo estar con ella más de una hora sin querer arrancarle la ropa y comerla por completo en donde fuera; pero en ese momento recordaba el pánico que sentía al ser tocada de esa forma y todo el ánimo del momento desaparecía; era un cerdo definitivamente.
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el deseo a una estrella fugaz, un amor a punto de romper, una chica que no sabe expresarse
Editado: 07.06.2020