Las orejas de mi novia

Capítulo 8

Zoé sentía que le ardían las orejas de la vergüenza y no era para menos, había hecho algo tan imprudente que hasta Fernando terminó haciendo la pregunta que más temía que pronunciara.

- ¿Estás ebria? - Zoé sabía que no había sido una buena idea desde el comienzo hacerle caso a Mariana, pero estaba desesperada, Fernando cada día se volvía más lejano y pensó que quizás esa sería la única forma de volver a estar como antes, grave error.

- No, yo... lo siento, no quería... - Zoé se levantó de encima de Fernando, pues al momento de entrar en la habitación, Zoé se precipitó y terminó tumbando en el suelo al contrario, el mismo que se golpeó la cabeza con la base de la cama y al que le había aplastado la entrepierna con su mano al caer sobre él.

Zoé no sabía qué hacer, había lastimado a Fernando y podía apreciar el sudor de su frente escurrir por el esfuerzo que estaba haciendo para no gritarle o para no desmayarse, era cierto que le había encantado poder tocar las curvas de Zoé, pues a pesar de la caída y los dos golpes, Fernando había sido capaz de tocar no solo su trasero y su cintura, sino también el lateral de uno de sus pechos que asomaba por el escote del vestido.

 - Ten, un vaso de agua... - llenó un vaso y se lo dio, sin percatarse que el vestido se le había subido cuando se agachó para estar a la altura de Fernando, él abrió los ojos y lo primero que vio fue la lencería nueva que portaba Zoé, cosa que hizo que se atragantara con el agua que había bebido.

- Perdón, lo siento... - Zoé sentía que todo estaba saliendo mal por su culpa, sin darse cuenta de que Fernando estaba peleando con sus propios demonios internos, esperaba no hacerle daño de ninguna manera, esperaba que aquella cruel broma terminara de una buena vez, pero no fue así, Zoé amablemente había ayudado con el ataque de tos provocado por el atragante de agua y colocó su busto muy cerca del rostro de Fernando mientras golpeaba con cuidado su espalda, lo que empeoró la situación.

- Descuida, estoy bien, estoy bien... solo... no me ayudes más... - pidió colocándose a gatas, arrastrándose como podía para poder sentarse en la cama y así poder soportar un poco más el dolor que tenía.

Zoé apenada se sienta junto a él.  Jugaba con sus dedos, sin saber realmente cómo pedir disculpas o qué hacer para recuperar la situación; el silencio que los envolvió se volvió un poco incómodo, necesitaba cortar la tensión con algo, pero con qué, no era como si pudiera decirle qué había recibido consejos por parte de las chicas que no habían ido muy bien.

- Lo siento... - dijo después de suspirar pesadamente, Fernando la observó, uno de sus mechones se deslizó hasta cubrir su rostro avergonzado, él se olvidó del dolor, colocó en su rostro una sonrisa divertida, tenía una leve idea de lo que había ocurrido.

- ¿Por qué? Fue una linda sorpresa... ¿Quién fue la de la idea? ¿Mariana? - acomodó el mechón detrás de su oído, Zoé se encogió por las cosquillas, Fernando sabía que ese lugar era bastante sensible, Zoé rió un poco antes de asentir con la cabeza, Mariana tendría una buena charla con él mañana, por ahora debería de aclarar lo que había ocurrido.

- Ellas dijeron que te estabas aburriendo conmigo... así que yo, hice... no era parte del plan lastimarte ni nada, ya solo... - giró para mirarle de frente, cosa que hizo que el borde del vestido subiera peligrosamente, mostrando nuevamente esa lencería tan provocativa, la mirada de Fernando fue desviada de sus ojos unos segundos, poco después pasó saliva con dificultad y decidió colocarle una almohada para evitar abalanzarse encima de ella.

- ¿Cómo podría aburrirme de estar contigo?  Eso es una tontería... Deberías cambiarte sino te sientes cómoda, me gustas cual cómo eres... ¿O acaso te he pedido cambiar? - no recordaba haberlo hecho, Zoé iba a decir algo, pero guardó silencio, después titubeante alzó la mirada y negó con la cabeza.

- Sé... que lo que hizo Ricardo no era de tu agrado y que la última vez... lo recordaste por mi culpa... - dijo después de un largo suspiro, necesitaba decirle que había ocurrido, después de todo la culpa había sido de él.

- No es tu culpa, yo... - Fernando colocó un dedo en su boca para evitar que siguiera con su declaración, ella no tenía la culpa de tener un padrastro que era un desgraciado, menos mal que lo que había hecho al final lo llevó a la cárcel.

- No quiero lastimarte... puedo esperar, pero no resisto mucho tiempo, por eso me alejo de ti... cada que te tengo cerca quiero acariciarte, cada que huelo tu aroma tengo ganas de besarte, cuando siento tu calo me dan ganas de tocarte cada parte y marcarla como mía... y cuando te abrazo me dan ganas de... lo siento... será mejor que me vaya... - Fernando había estado tocando las partes expuestas de su cuerpo, pasando los dedos por sus hombros, siguiendo la curva que hacía su espalda hasta llegar a su trasero, Zoé sentía deliciosos escalofríos, pero cada que cerraba los ojos podía ver la silueta difusa de Ricardo y le hacía alejarse un poco.




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