Las orejas de mi novia

Capítulo 9

La señora María parecía realmente feliz de saber que había logrado, o eso esperaba, apagar la calentura de la edad, no deseaba que por un error suyo la pequeña Zoé terminara con una criatura entre sus brazos, pues no solo significaba que había dejado de ser una niña, sino también que todas las cosas que tenía ahora para divertirse y aprender terminaría cortándolas de tajo por un simple descuido, no podía permitirse eso, no considerando todo lo que había pasado Zoé todo el tiempo que estuvo bajo el mando de ese hombre horrible.

Sin embargo, aquella sensación desagradable que había creado en ellos también despertó una curiosidad que no conocían respecto al sexo y la intimidad, cosa que los llevaría a preguntar a los adultos en los cuales debían confiar; sus profesores.  No obstante, los mismos profesores repetían una y otra vez la importancia de cuidarse y planificar la familia, pues eran demasiado jóvenes y blah, blah; por lo que se quedaron con las mismas dudas con las que habían comenzado.

Por una parte los adultos les hablaban de la parte "negativa" que era tener relaciones a esa edad, desde infecciones y enfermedades, hasta embarazos y un futuro destruido por curiosidad y falta de información; mientras que por otro lado, los amigos cercanos que ya habían experimentado a tener intimidad por lo menos una vez decían todas las sensaciones "positivas" que tenía el practicarlas, como volverse más cercanos o tener mucha más confianza; por lo que tanto Zoé, quien había experimentado en carne propia lo que significaba tener familia cuando aún no se está preparado, como Fernando que no deseaba contraer alguna enfermedad, decidieron primero hacer lo más responsable que pudieron hacer; ir al médico a hacerse un chequeo.

Llegar al consultorio médico fue lo más fácil, lo difícil era decir a que iban, cosa que no se les hizo nada sencillo.

- Buenos días... ¿En qué puedo ayudarlos? - preguntó la recepcionista, sin alzar la mirada de la pantalla de la computadora; mascaba goma y su mirada era aburrida, como si estuviera obligada a ser amable con los demás aunque no lo deseaba.

- Buenos días... veníamos a ver al doctor para que... nos chequeara... ¿Sabe...? estamos viviendo juntos y usted comprende... un chico y una chica, pues... - Fernando observaba a todas partes mientras movía las manos de manera nerviosa; Zoé por su parte tenía enroscada la cola entre las piernas y las orejas casi pegadas a la cabeza mientras que sus mejillas se teñían horriblemente de rojo.

- Ah, entiendo... ¿Dónde sientes picazón? - preguntó reventando una de las bombas hechas con la goma y alzando la cabeza mientras la apoyaba en la palma de su mano.

- ¿Eh? ¿Picazón? No yo no...

- Oh, ya veo... Corazón, ¿Tienes desecho de color amarillento o marrón? - la pregunta ahora iba dirigida a Zoé, quien dio un ligero salto y negó frenéticamente con la cabeza al tiempo que daba un paso hacía atrás.

- Chicos esto no es un juego... 

Ambos se detuvieron un momento, ellos no estaban jugando, no deseaban arriesgarse a contraer una enfermedad que pudiera comprometerlos en un futuro, pero las palabras no salían de sus labios, cómo explicar que deseaban solo un chequeo para saber que realmente estaban saludables.  Dieron un paso hacía atrás, dándole la oportunidad a las demás personas para que pudieran acceder al servicio médico, fue una pareja quienes se encontraban detrás de ellos, parecían realmente enamorados y estaban acaramelados el uno con el otro; ella abrazando el brazo del él y el contrario sonriendo torpemente.

- Hola, buenos días, queremos un certificado de salud para matrimonio... - dijo el con una voz suave y segura; la chica tomó una ficha, sacó unos papeles y se los tendió, era un exclusión de responsiva para el hospital, pues en dado caso de que resultarán positivos los resultados no debería verse afectado el hospital por aquella decisión.

Fernando y Zoé supieron entonces qué pedir, dieron nuevamente un paso adelante cuando la pareja se había ido y pidieron tímidamente el mismo formato que la pareja anterior, la recepcionista los observó incrédula, eran demasiado jóvenes para comprometerse, sin embargo, ella no era nadie para juzgarlos, así que aún teniendo sus dudas, extendió los formatos que necesitaban llenar y acto seguido les pidió llegar hasta que terminaran de llenarlos.

Ese día se les había ido en el hospital, yendo de un lado a otro, el ginecólogo, donde Zoé termino completamente abochornada y el médico igual, le había dicho con una voz en un tono muy alto que si no había comenzado su vida sexual no tenía porqué ir con él, que regresará un año después de que dejará de ser virgen; después unos estudios de sangre que estarían una semana después.  Terminaron cansado, acalorados y fastidiados de la burocracia que era hacer una simple prueba para saber que ninguno de los dos era portadores de algún extraño virus.




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