- Oh, lo siento, yo no quería... - pero sin importar cuántas veces lo intentara, simplemente por los nervios no pudo mover la cola; Fernando resopló un poco molesto, el ambiente era adecuado, sin embargo, gracias a que recordaba su vida pasada, antes del incidente de la estrella y las orejas, ahora las colas más que un fetiche sexy, le apetecían un poco estorbosas, por no decir que en una parte realmente sintió asco, pues su mente le jugó mal e hizo que Fernando se acordará de su perro y sintió en algún punto, al cerrar los ojos, que estaba ultrajando a su mascota.
- Descuida no es tu culpa, sino quieres seguir, está bien... - Sora se sintió un poco aliviada por sus palabras, sin embargo, era evidente que aquello ocasionaría que Fernando terminará lastimado tarde o temprano, quizás después sucedería tal cual le había dicho Mariana, buscaría fuera de casa lo que no puede tener.
- No... está bien, yo quiero... sé que no me vas a lastimar, es solo que... - cómo explicar que los miedos a que su relación solo sea un mero momento le estaban matando por dentro, cierto era que también tenía muchas ganas de demostrarle a Fernando lo mucho que lo amaba entregándose, sin embargo, también tenía miedo a que Fernando fuera igual que muchos que solo desean una relación hasta que se consuma en la cama; amaba demasiado a Fernando para arriesgarse a algo así.
Ese día se había perdido la oportunidad perfecta para estar juntos, pero no era un motivo para desanimarse, si hubo una vez, habría una segunda y una tercera, solo era cuestión de que Sora perdiera el miedo a lo que fuera que tuviera miedo, ese era el nuevo plan de acción de Fernando. De momento tendría que ir al baño a solucionar el problema entre sus piernas.
Esa noche probablemente fue la mas perturbadora en sueños para Fernando, pues sabía que a pesar del vínculo afectivo que tenía con Sora, la realidad es que no venían de un mundo donde los humos hubieran mutado en una especie sub humana donde las colas y las orejas de animal fueran necesarias; es decir, eran humanos, los humanos no necesitaban colas, tampoco necesitaban esas orejas que eran en ese instante mero adorno. Por lo menos él no podía escuchar muy bien con ellas, escuchaba de la misma manera que antes de pedir ese estúpido deseo.
Debía de admitir que gracias a que eso había ocurrido, pudo comprender lo emotiva que era Sora, pues siempre creyó que ella no tenía sentimiento algo hacía él, por eso había decidido cortar su relación con ella; gracias a esas orejas y a la cola pudo percatarse de los pequeños gestos corporales que Sora hacía para demostrar sus emociones; no era que no tuviera sentimientos es que no le agradaba molestar a nadie; por eso se reprimía, por eso no le importaba perder algo que realmente deseaba, como el último helado o el último asiento en el bus; era una persona demasiado considerada con los demás.
Pero la cola... cómo era posible que algo que a simple vista lucía tan hermoso en ella fuera tan molesto a la hora de tener intimidad, cierto era que era un punto sensible que lograba que Sora emitiera un delicioso gemido que aún recordaba y lograba que su anatomía reaccionara; pero el hecho de que fuera tan fuerte, tan densa en cuestión del pelo que la cubría y que se la pasará la mayor parte del tiempo ocultando el regalo de los dioses que Dios les había regalado a las mujeres para complacer a los hombres era un completo desperdicio. Suspiró, nuevamente tendría que ir al baño, su cuerpo seguía reaccionando a la imagen erótica del cuerpo desnudo de Sora, si tan solo no tuviera la cola.
- ¿Podrían cortarla?... - se preguntó mientras caminaba en dirección al baño, arrastrando los pies y rascando su nuca esperando que lo que dijera no fuera una completa aberración.
Sora no estaba dormida, llevaba varias horas arrepentida por no poder apartar la cola; necesitaba quitarse el miedo a estar en aquella posición, Fernando no era su padre y ella lo sabía, pero el simple hecho de recordar que estuvo en aquella posición, el saber que era muy probable que solo su padrastro supiera como poseerla, recuerda la marca en su espalda y presiona con nervios las sábanas, si esto seguía así... debería hablar con Fernando, intentando sonar serena, como siempre lo ha hecho, ocultando sus verdaderos sentimientos, ocultando lo mal que se siente por dentro y lo que el hacer eso la destrozara; mañana sería el día.
Sora se armó de valor, respirando hondo para intentar calmarse, caminaba con pasos lentos y pausados, pasando saliva con dificultad, esta era la primera vez que tendría una conversación que marcaría de manera significativa sus vidas, no era sencillo para Sora apartarse de lado de Fernando, pero era imposible; dado a sus propios principios; seguir atándolo de esa manera tan vil, solo porque era una persona gentil en toda la extensión de la palabra.
- Fer... tenemos que hablar. - dijo Sora colocándose frente al sofá donde Fernando se encontraba recostado mirando la televisión.
- ¿Qué pasó? - dijo sin darle mucha importancia al asunto, Sora siempre tendía a exagerar las cosas, quizás porque así la habían criado o porque las consecuencias de que las cosas no salieran de manera perfecta podrían ser horribles mientras vivía con su madre y su pareja, eso no lo sabía y creía que era mucho mejor no saberlo.
- Es sobre nosotros... - su tono de voz había bajado a un nivel casi inaudible; Fernando observó sus ojos un instante y pudo percibir el miedo en ellos; apagó la televisión y se sentó de forma correcta en el sofá, esta plática requería de toda su atención.
#19166 en Fantasía
#7576 en Personajes sobrenaturales
#40159 en Novela romántica
el deseo a una estrella fugaz, un amor a punto de romper, una chica que no sabe expresarse
Editado: 07.06.2020