Las Piedras Sagradas

Capítulo 4

HENRY

Las palabras escapan de mi boca sin querer detenerlas. Mi corazón palpita con fervor en espera de su respuesta, espero a que se de la vuelta y esos hermosos ojos cafés encuentren los míos de nuevo.

Siento una bofetada en la cara cuando la veo irse por donde vino. Ni siquiera una palaba, una mirada, un suspiro me dedico. Nada. Solo se fue.

¿Qué esperabas?¿Que corriera a tus pies? ¿Si serás idiota? Ella ya no siente lo mismo por ti, le arruinaste su vida, nunca va a regresar contigo.

Me regaña mi mente. No separo mis ojos del espacio vació en dónde ella estaba, estúpidamente creyendo que si no me muevo aparecerá de nuevo ahí.

No ha cambiado nada, sigue estando tan hermosa como siempre. Mi corazón cobro vida en cuanto la vi, y aún después de que se fue puedo sentir el fuerte palpitar en mi pecho. Tomo una gran bocanada de aire luchando contra las lágrimas que se asoman en mis ojos al ver que no va a regresar.

—¿Se encuentra bien?—Jared pregunta apareciendo frente a mí.

Parpadeo eliminando las lágrimas. Reconstruyo mis muros alrededor de mí.

—Tenemos que regresar a Regnum, antes de que se percaten de que me he ido—le informo.

Paso a su lado evitando su mirada, llego hasta el automóvil que nos trajo hasta aquí.

Durante el camino a Regnum mi mente no puede dejar de pensar en la conversación que tuve con ella. Si hubiera dicho algo más, si hubiera insistido... pero eso no me hubiera ayudado. Cuando algo se le mete a la cabeza a Amelia es casi imposible hacerla cambiar de opinión. Ella no quiere saber nada de mí, me lo dejo claro cuando nos separamos.

Recuerdo todo con un sabor agridulce. Lágrimas, suplicas, dolor y gritos por ambas partes... Lo había complicado todo, puse mis impulsos y sentimientos antes que los de ella. Fui egoísta y un completo idiota. Nunca me he perdonado lo que hice, si pudiera volver el tiempo atrás lo cambiaría todo. Haría lo que fuera por que ella nunca hubiera pasado por el infierno que pasó. Pero para mi mala suerte no hay forma de hacer eso, tengo que vivir con su resentimiento, con su indiferencia aunque me duela y calé hasta los huesos.

Llegamos a Regnum en menos tiempo de lo que espere. Caminamos por un pasadizo secreto para que nadie sepa que salí del castillo. Llegamos sin problemas a los pasillos que dirige a mi despacho.

—Señor, su hermana esta esperándolo dentro.

—Gracias, Jared. Esto es todo por hoy, puedes irte a descansar—hace una reverencia antes de irse.

Avanzo hasta mi despacho, me preparo mentalmente antes de entrar, ya que sé lo que me está esperando una vez cruce la puerta. Constance aparece sentada frente a mi escritorio, choca la punta del pie contra el suelo, claro signo de que esta controlándose para no saltar a gritarme.

—Constance, que grata sorpresa—digo con un poco de sarcasmo.

—¿Dónde estabas?—no tarda en interrogarme.

Se cruza de brazos entrecerrando sus ojos. Me muevo por el cuarto hasta mi silla, ignoro a mi hermana viendo unos papeles en la mesa.

—¿Desde cuando tengo que informarte lo que hago y en dónde estoy? Te recuerdo que nuestra madre falleció hace años, que en paz descanse—se persigna ante la mención de nuestra madre.—Y la última vez que revise yo seguía siendo el rey.

—No tienes porque ser tan grosero. Tengo mucho tiempo esperando a que llegaras—explica. Alzo la vista a ella esperando que continúe.—He venido a informarte que estoy preparando la cena para anunciar que los poderes de Victoria ya se manifestaron.

La miro seriamente. Que Victoria ya tenga sus poderes significa que mi hijo ya puede desposarla. Él no me ha mencionado nada, pero cada vez que el tema surge en nuestras conversaciones puedo ver en su rostro que es algo de lo que quiere evitar hablar. Ha estado postergando el tema por mucho tiempo. Sé lo que siente porque yo una vez estuve en su misma posición.

—Muy bien. Cuando eso pase empezaremos todo para la ceremonia del beso eterno—pongo fin a este tema, ella no se mueve de su lugar—¿Eso es todo?

—Sí.

—Si es todo, puedes retirarte.

Su ojos no se despegan de mí, hacen un recorrido por mi cuerpo como si estuviera estudiándome. Mi expresión se endurece, estoy agotado, no ha sido mi mejor día, no quiero una de sus muchas peroratas sin sentido, quiero que me deje solo. Parece entender el mensaje porque sale por la puerta sin decir nada.

Me dejo caer en mi silla. Froto mis ojos con mis manos, agobiado por todo esta situación. Hay momentos en lo que siento que todos los problemas parecen estar rebasándome. Si no tuviera el apoyo de mi hijo no creo que pudiera haber mantenido todo en regla y a tiempo, menos con mi hermana respirando en mi nuca todo el tiempo. Sé que quiere ayudar, o cree que lo esta haciendo, pero solo ayuda a aumentar mi ansiedad y estrés.

Me reclino en la silla agotado, mis parpados pesan, en segundos mis ojos se cierran involuntariamente.

Alguien toca a la puerta despertándome. Miro a la ventana, rayos de sol entran al cuarto iluminándolo todo. ¿Cómo es esto posible? ¿Sólo cerré los ojos unos segundos? Vuelven a tocar la puerta. Me enderezo en mi lugar acomodándome.

—Pase—Jared entra por la puerta.—¿Qué pasa?

—El General Alastair pidió verlo.

Sin necesidad de decir nada más, me levanto de mi asiento saliendo del despacho, Jared avanza detrás de mí.

—Dile a mi hijo que quiero verlo—le ordeno.

—En seguida.

Sigo mi camino hasta llegar a la sala de reunión. Seguramente Alastair ha venido a reportarme sobre las piedras desaparecidas. Por nuestro bien espero que venga con buenas noticias.

—Su majestad—Alastair hace una reverencia.

—Cuénteme Alastir. ¿Qué noticias me trae?—me acomodo en el asiento invitándolo a hacer lo mismo.

—Tenemos bajo control los ataques al muro. Hemos reforzado la seguridad en todas las orbes. Terra esta ayudando a mantener la muralla en pie.




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