IV
Aunque ya eran las 10:00 am del lunes, Diana podía darse el lujo de aún permanecer en su cama. No era un día en el que tuviese que ir a la universidad, ni estaba próxima a tener evaluaciones, por lo que podía disfrutar el día. A diferencia de los demás ella sabía que pronto sus días de paz estarían próximos a terminar, en pocos días tendría que reemplazar al aún vigente cuarto pilar.
Cinco años atrás, a la edad de 15 años empezó a tener pesadillas con seres monstruosos con apariencia casi indescriptible. No podía dormir tranquilamente ni empezar el día con normalidad. Durante un año, despertaba con un tenue dolor muscular el cual se desvanecía completamente al cabo de una hora. Al cumplir los 16 años, su cabello paulatinamente había perdido su color rojizo y había adquirido un pálido color plateado. Solo sus padres sabían que el cambio de color era obra de su hija, por lo que tuvieron que respaldar la versión de su hija ante la directora de la escuela.
La noche siguiente a su cumpleaños, mientras permanecía en su cama dispuesta a dormir y teniendo fe de poder al fin soñar con algo agradable, su habitación se iluminó tornándose completamente blanco para luego, rápidamente aparecer en un espacio el cual lucía como una enorme biblioteca dorada, cuyo techo no alcanzaba a ver.
Estaba rodeada por gigantescas estanterías repletas de libros separados por largos pasillos. Pensó en acercarse a coger alguno de ellos cuando, algo llamó su atención. Se sintió atraída por una tenue luz parpadeante que buscaba guiarla. No tenía nada que perder, a diferencia de sus sueños anteriores, no había nada acechándola desde las sombras, por lo que aprovecharía en el camino en tratar de encontrar una salida por si se presentase alguna emergencia.
Estuvo caminando alrededor de treinta minutos hasta que llegó al centro de aquel lugar. Estuvo a punto de echar a correr cuando aquel ser la detuvo.
Diane giró y vió a aquel ser que conocía su nombre. Tenía el cuerpo cubierto por una larga túnica blanca con patrones dorados, cubierto con unas hombreras doradas. Debió medir alrededor de tres metros, era un ser sin rostro, su cabeza era una especie de llama azul incandescente al igual que sus manos y probablemente también el resto de su cuerpo bajo aquella túnica.
Lambda estaba familiarizada con aquellas preguntas. Cada 20 o 30 años solía escucharlas de quien sería el uno de los siete pilares, por lo que, su respuesta se había vuelto un tanto mecánica. Ello no implicaba que fuese a hacerlo sin cuidado, considerando que estaría explicando una responsabilidad de gran importancia.
Diana escuchó atentamente lo que Lambda trataba de explicarle. Desde el inicio de los tiempos existe oculto un mundo dentro del que conocemos, conectado a otros planos de realidad, al cual solo las personas que nacieron con cierto tipo de habilidades pueden acceder. Con el tiempo, tanto personas de este mundo como seres en otros, comenzaron a abusar del poder y terminaron siendo desterrados por sus distintas atrocidades cometidas. Luego de muchos sacrificios los más peligrosos junto a sus seguidores fueron enviados a tres de los mundos que ya no podían ser salvados.
Las personas con habilidades especiales continuaron actuando en secreto, impidiendo que el mundo nuevamente sea afectado de forma indirecta por cualquier tipo de magia de forma accidental. Pero se necesitaba proteger este mundo de las amenazas exteriores, por tal motivo, se construyeron 7 pilares alrededor del mundo, siendo siete sellos que almacenan su gran energía mágica y que recaen en una persona compatible que no sea descendiente de algún usuario que manifieste cualquier tipo de habilidad especial, para evitar toda posibilidad de corrupción de la magia.
A la vez por muchos años se buscaba destruir los pilares ubicados en cada uno de los tres mundos, lo cual sería una hazaña casi imposible. Por lo que la única solución tanto para este mundo como para los otros libres de aquella antigua maldad había sido centrarse en la defensa, para lo cual la especie de Lambda, viajó a los otros mundos a ofrecer sus conocimientos para establecer el sistema de defensa conformado por los pilares. Este sistema impedía que se abriese un puente directo entre nuestro mundo y los mundos oscuros, aunque los pilares de esos mundos generaban ocasionales filtraciones, las cuales en ocasiones habían se habían vuelto en lamentables pérdidas.
La función secundaria del sistema de defensa de los pilares era proteger la vida de todos los seres vivos ante cualquier amenaza de incursión, deteniendo el tiempo, separando nuestra realidad y trasladando el pilar a una realidad espejo. Esta era una copia de la nuestra, aunque podía llegar a haber diferencias en zonas que se hayan visto afectadas en algún enfrentamiento previo. Al ser solo una imitación de nuestra realidad no funciona ningún aparato eléctrico. Cada vez que el sistema ejecutaba esta acción era conocida como lapso vacío.
Siete personas compatibles eran elegidas periódicamente. El deber del pilar culminaba solo cuando su capacidad de almacenamiento mágico se agotaba completamente o cuando en cumplimiento de su deber estuviese a punto de caer y se viese obligada de transmitir dicho poder. Esta última parte generó gran temor en Diana. Estaba siendo involucrada en un lío del cual tenía idea, en un papel relevante y con la posibilidad de salir gravemente lastimada, o incluso algo peor.
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Editado: 04.10.2022