"Y vi otra señal en el cielo, grande y maravillosa: siete ángeles que tenían siete plagas, las últimas, porque en ellas se ha consumado el furor de Dios"
Apocalipsis 15:1
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Mi nombre es Cassandra Evans, soy profesora en biología por la Universidad de Stanford. Tengo 36 años, vivo con mi mascota, un perro husky blanco. Todo parecía igual que otras mañanas. Prepare mi café solo con una cucharada de azúcar, negro sin cremora. Eso siempre me hacia despertar y mejorar mi estado. Le había dado su tazón de croquetas a mi perro y había cambiado su recipiente de agua. Mi casa estaba cerca de la universidad, aun así, el caminar no era mi fuerte. Me dirigí a mi coche y a lo mucho hacia 5 u 8 minutos. También me resultaba de ayuda el coche ante cualquier cosa. Di mi clase a mis alumnos de primer año de universidad. Aun se veían muy verdes en cuanto a la ciencia, pero veía potencial en algunos de ellos.
Cuando me encontraba explicando la Ley de Mendel, veo que entran de prisa a mi clase. Continúo describiendo las tres leyes, enfocándome en la primera por el momento.
-Señorita Evans, necesitamos hablar con usted.
Me quedo sorprendida por las agallas de aquel caballero de unos 45 años el cual ha interrumpido mi clase.
-Perdone, ¿Y usted quién es? -le pregunto.
El hombre todo tenso y muy serio por cierto ve alrededor de mi clase y se ve perdido entre aquella multitud que ha girado a verlo.
-Mi nombre es Richard García, trabajo para el CDC, que es el Centro de control y prevención de enfermedades. Vengo por parte del gobierno.
Lo veo de nuevo y me pregunto cual es el motivo de su presencia.
- Okay, ¿Y por qué entra a mi clase así?
- Es algo muy importante, es de nivel urgente.
Me rio por su seriedad e impertinencia.
De pronto veo que entran unos guardias de seguridad y comienzan a llenar el espacio solo para desalojar mi clase. Yo les hablo, pero parece que están sordos por que no escuchan queja alguna de mí.
Al final quedamos Richard y yo, a lo cual yo lo veo totalmente molesta por lo que acaba de hacer.
-Dígame. ¿Qué es eso tan importante que incluso tuvo que sacar a mi clase?
-Necesito que me acompañe al centro psiquiátrico Rossville -al ver que iba a objetar de nuevo el me interrumpe-. Y sin objeciones Doctora Evans.
Lo acompaño a dicho lugar y durante el trayecto iba en silencio. El hombre no era un buen conversador. Al final me coloco mis airpods y reproduzco Resistence de Muse, para evitar el silencio incómodo.
Cuando llegamos, al fin veo lo que ha pasado.
Muchas personas entrando y saliendo del lugar con trajes protectores, gente saliendo de manera descontrolada. Yo no entendía muy bien, pero la imagen del lugar no me parecía muy buena. En especial cuando vi salir a una persona que no estaba dentro de sus cabales y además estaba gritando.
- ¡Doctora! ¡Doctora! ¿Está bien? Necesito que se ponga este traje.
Comienzo a tragar saliva porque no sé a dónde me había metido.
- Me va a explicar de una buena vez que esta pasando -le hablo de manera autoritaria.
- Necesito que lo vea para que usted lo entienda mejor que yo.
Eso fue lo último, pase a la parte de atrás de la camioneta y tome un traje colocándomelo encima de mi ropa. Pronto bajamos los dos ya vestidos. Y aun veo al demente gritando incoherencia. Nadie podía atraparlo porque todos parecían enfocados en otra cosa.
- “Los demonios han bajado para atormentarnos. Corran pecadores, huyan, antes de que sea tarde y mueran”.
Me le quedo viendo y él no tardo en notar mi presencia. Vino a mi lado y corrió a gritarme.
- ¡Váyase, escóndase, no entre ahí, si no jamás regresara de nuevo!
Richard viene a alejarlo de mí, lo que provoca que caiga sobre el césped. Tendría unos 55 años probablemente o tal vez más por las canas en su cabello. Después de eso, unas personas lo atraparon, amordazaron al instante en que lo ponían de pie.
Aun debajo de todo el traje que llevaba podía sentir un extraño escalofrió como el frio inundando mi cuerpo. Pude ver unos insectos volando sobre el lugar y unas personas vestidos de civiles y otros como personal médico, sin trajes, sin nada.
Pronto entramos a una habitación donde había pedazos de papel escrito en la pared, algo de sangre en la pared y forenses tomando foto a una persona sin vida. Tal vez de unos 17 años de edad, masculino. Pude verlo cubierto de cientos de moscas en su cuerpo el lugar era realmente asqueroso. Tenia unos recipientes llenos de agua, un cuerpo inerte totalmente pálido, una habitación totalmente deshecha y cayendo a pedazos entre algunas personas entrando y saliendo.
- Doctora puede checar al cuerpo por favor.
- Pero los forenses ya hacen eso -le contesto.
- No quiero que solo revise el cuerpo si no lo que hay en él -me responde.
Voy a un lado de aquel cuerpo que para mi parecer estaba pudriéndose. Richard se alejó un momento ante el llamado de alguien. Así que comencé a explorar alrededor del cuerpo, pero algo me hizo reaccionar y asustarme terriblemente.
La persona que yacía en aquel lugar se había movido y tomado mi mano cuando iba a revisar el cuerpo.
- ¡Auxilio Richard! -grito en repetidas ocasiones.
Cuando este regresa, el cuerpo regreso también a su estado anterior.
- ¿Qué sucede? -me pregunta y yo estoy llena de nervios y no puedo formular una frase sensata. Así que al final le respondo con otra cosa.
- Yo… me pareció ver algo, pero creo que lo confundí.
- Se que es difícil tratar con una persona así y menos si no está acostumbrada a trabajar con alguien fallecido. El hecho que este aquí es por que es una de las mejores biólogas de la nación y creemos que se pueda tratar de una enfermedad la causante de la muerte.
- ¿Y por qué no esperar a una autopsia?