Habían quedado en juntarse los Sábados, con todos; El Currete, el Pirras, el zanahorias, el Pichas, el dos Velas; porque siempre se subía los mocos, el pobre siempre estaba resfriado y la Ade, porque se llamaba Adelia y como era chica no tenía apodo, solo diminutivo. Era una chica muy bonita, pelirroja, de pelo largo y cara pálida salpicada de diminutas pecas marrones. No parecía haber nacido en el pueblo, aunque es cierto que su abuela era francesa.
El Pichas se lo puso él; porque lo encontró una tarde, enganchado a unos de los árboles, de los muchos que se extendían a lo largo del río, antes de llegar al puente del río Garona.
- ¿Se ha ido?- le dijo Elías.
Nart se encogió de hombros contestando.
- No sé. ¿Dónde te habías metido?-
- ¿El oso!, si se ha ido?- decía con cara de pánico, mirando a izquierda y derecha.
Tenía una mancha en los pantalones que le llegaba hasta los pies. Del miedo se había meado encima. Desde entonces lo llamó “Pichas”.
El pueblo de Les, era frecuentado regularmente por alguno de los pocos osos que quedaban en los Macizos de Aran, después de la aniquilación que sufrieron con la guerra civil.
Unas veces se iban a jugar cerca del puente o al río, y la mayoría de las veces, a la plaza a jugar a las chapas o a peleas. Habían muchos sábados que Nart no acudía, si su tío lo necesitaba para algún recado en la botiga.
Corría con el Pichas por la plaza. Jugaban a peleas hasta que cansados, uno caía al suelo con algún rasguño de sangre, o el resto de la pandilla se unían para jugar a chapas. A peleas Ade no jugaba, siempre decía que eran unos brutos y unos guarros porque siempre intentaban mirar por debajo de la falda.
Una de las tardes de carreras y peleas, Moisés se acercó al banco donde jugaban Ade y Nart. Iba como siempre con su carrito repleto de trastos; cámaras, baterías, filtros, flash, cartulinas, algo parecido a los hierros de un paraguas, pero de tres pies con una bola en una punta, y supuesto, la merienda.
- ¿Nart, quieres acompañarme al puente?. Hoy habrá más movimiento que otros días -
- Hola Señor Moisés. ¿Puede acompañarnos Ade? -
- Umm, bueno, estaremos solo un rato, quiero enseñarte las cámaras -
Moisés le dio una pequeña mochila con una cámara, un carrete y un trozo de cartón negro con una ventanita recortada en medio, para aprender a miar y encuadrar antes de disparar.
Bajaron hasta una plana, justo al principio del puente, Moisés con su carrito y ellos dos con sus bocadillos; pan con algún embutido envueltos en papel de parafina, preparados para merendar, como hacían todas las tardes. Desde allí había una vista general del río y de la carretera que bajaba hasta la vieja estación. La escena era perfecta, y al sol aún le quedaba un rato para esconderse. Moisés corrió el carrito dándole la espalda al sol. Con armonía y con mucho cuidado sacó el trípode, o lo que para Nart era más una escopeta sin gatillo, sin cañón y sin culata. Lo cuadró, levantó las patas y con la misma rutina colocó la cámara en la bola, en el trípode.
- Ésta es la cámara con la que fotografiaba las acciones militares y los bombardeos en los pueblos de la comarca - Moisés explicaba cómo fotografió la guerra civil, daba detalles de cada imagen: botas de soldados italianos, gente corriendo, tropas entrando por la avenida con la victoria franquista. Tanto el inicio, como el final de la Guerra en la Val d’ Aran. Nart aprendió a estar callado, a escuchar como explicaba las historias de la guerra y como influyó la fotografía en ella. Adquirió, pese a su edad, la certeza de la muerte, sabía que murieron muchos en la guerra, porque el cementerio estaba lleno de lápidas y montículos de arena con cruces. Pero no estaba preparado para que murieran su padres.
Moisés cogió la cámara como el que coge un fusil, apuntado, esperando apretar el gatillo. Con el dedo en los labios hizo un gesto para que no hablaran, crujió el suelo en ese momento. Se quedaron quietos, muy quietos, el corazón les latía muy fuerte. El primer Jeep pasó a mucha distancia, en ese mismo momento disparó, una foto tras otra. Cada Jeep era el motivo de disparar uno, dos o tres disparos, era un Clic! sin parar, maldiciendo todos los santos canonizados de la iglesia católica. De vez en cuando paraba para de fumar, el mismo puro que parecía que no se despegaba nunca de sus labios. Ajustaba el objetivo y volvía a mirar por el visor. Nart y Ade aprendieron diez maneras de maldecir, una por cada vez que pasaba uno. Cuando estuvo satisfecho, volvió a mirar a Nart.
- ¿Queréis merendar? - dijo Moisés mientras rebuscaba en el carrito. Un trozo de puente sirvió de mesa, él torreznos, chorizo y queso, todo cortado con su navaja, remojado con una pequeña bota de vino sacada del fondo del carrito. Ade de jamón cocido. El de Nart de Salchichón, aunque lo dejó a medias, corría prisa por recoger y volver a la plaza. Moisés se mostraba ansioso por ver en papel lo que ocurrió en el puente, y ellos debían volver a la plaza, no podían tardar más de la cuenta.
Él se movía con sus cámaras, en silencio, sin apenas pronunciar ninguna palabra, más allá de su conciencia y de su humanidad. Aprendió a reflejarse a sí mismo, con pliegues como dobleces de ropa marcadas en su piel. El anciano Moisés existía desde hacía siglos, decía que su mejor amigo era su cámara, la guerra le arrebató sus ideales, pero no la cámara, con la que disparó indiscriminadamente contra los dos bandos.
Contaba a Nart, que él nunca disparó un arma, su guerra fue con una cámara recargada con carretes. Ayudó al bando republicano, enviando las fotos a los periódicos nacionales e internacionales. Por ello, muchos desempolvaron el lento deshacer de las páginas de periódicos, ilustrados con ediciones valientes y atrevidas, pasadas por los químicos del cuarto oscuro, con el único fin de encontrar referencias que nos explicaran por qué unos eran nacionalistas, y otros republicanos.
Luego continuaba en la plaza, en un pequeño descanso de la plaza, donde le explicaba los términos de la luz, el diafragma, la apertura, velocidad....y sobre todo le enseñó a Nart, que solo tenía que disparar cuando estuviese seguro de que lo que veía, era lo que quería hacer.