A la mañana siguiente Nart tenía la intención de visitar el cementerio de Bossóst, pero antes quería llamar a Ade o al menos enviarle un mensaje, para que supiera que se encontraba en Vielha. Era una buena oportunidad para retomar el contacto. Desde que Nart se fue a Barcelona, su relación se había limitado a dos o tres llamadas al año: para su cumpleaños, Navidad y alguna de cortesía por saber cómo le iba su vida de Monitora. Abrió el whatsapp, busco su última conversación y debajo de esta escribió:
- Hola Ade, estoy en Vielha, llegué ayer, estaré solo mañana, el domingo salgo para Barcelona, he venido a una entrevista con un editor, si estás libre y puedes, dame un toque y nos vemos -
Esperó un momento a que el doble tick se pusiera azul, pero después de unos minutos sin que cambiaran de color cerró el Whatsapp y guardó el teléfono.
Casi de forma intuitiva, se dirigió con el Toyota MR2 a Bossóst, donde yacían los restos de su amigo Moisés desde hacía más de quince años. Motivo de la muerte: Obstrucción brusca del paso de sangre a lo largo de una arteria coronaria; según los médicos que la certificaron, un infarto. Aparcó el coche en el lateral de la reja que encerraba el cementerio y la iglesia de la Purificación de María, la puerta se encontraba abierta. Rodeó la parroquia, hasta llegar frente al pequeño baluarte, de donde se descolgaba del torreón principal del campanario. El cementerio era muy humilde, las sepulturas eran todas muy similares. Un camino de losas rosadas lo dividía en dos. Entre las tumbas el suelo estaba rellenado con gravilla. Allí se quedó parado unos minutos, en el centro del perímetro, delante de una lápida de mármol azul con una cruz negra, una de las más antiguas. Se acercó despacio, se arrodilló, quitó las hojas que había sobre ella y leyó: Moisés Masera García. 1886 - 1978 . Y abajo « Con tu cámara nadie te robara tu calma _ m.m _ ». Era todo lo que ponía en la lápida, el resumen de su vida. Un nombre y dos fechas áridas que abarcaban un tiempo, que intuían una vida llena de instantáneas acumuladas sobre sus hombros. La última fotografía de un carrete, interrumpido su revelado por la inexorable imagen de la muerte.
Recordó todo lo que aprendió con él: los consejos, las horas que pasaron en el cuarto oscuro, su salidas por los pueblos de la comarca. Se le hizo un nudo en la garganta y se tragó sus lágrimas. Pensó que un libro sería una buena manera de perpetuar su trabajo, su vida y de resarcirse por todo el tiempo que pasó en Les.
A la media hora Nart recibió el mensaje de Ade. Para que él no se desplazara le escribió:
« Ok, espérame en la cafetería Ruda, tardo cuarenta minutos ».
La escultura de bronce de una abuela, se encontraba en las escalera de acceso a la cafetería, sentada en un escalón, y sobre sus rodillas urdía un jersey de lana, esta era conocida en toda la ciudad, además estaba a solo unos metros del Hotel Urogallo.
Sin esperar contestación, Ade se dirigió a Vielha. Cuando llegó a la cafetería, Nart la estaba esperando tomando una Coca Cola.
- Hola Ade, que alegría de verte - le dijo nada más verla y darle dos besos en la mejillas.
- Que elegante estás - le contestó ella mirándole de arriba abajo.
- Gracias Ade, tú estás muy guapa, como siempre -
Nart le explicó la reunión con Ernesto Urribia.
- Es una buena oportunidad para que recuperemos el contacto - dijo Nart.
- ¿Estás seguro que podrás remover todo eso otra vez? -
- Tal vez no, pero sé que debo hacerlo - le contestó Nart.
- Esta bien, si es importante para ti - dijo Ade y tras un segundo añadió - porque aquello paso hace veinticinco años joder!, ¿por qué no lo dejas correr? -
- No puedo Ade, estoy seguro que lo entiendes-
Le tendió la mano, como hacía ella hacía tantos años. Se levantaron y Ade lo estrechó entre sus brazos. - Hay cosas que cuestan mucho de olvidar - dijo ella -
- ¿Sabes lo peor? - continuó Nart - lo que te pasó a ti, y no poder hacer nada -
- La culpa fue de ese mal nacido - sacudió la cabeza Ade.