Las postales de Nart

1985 - 9 Las dudas de Nart 25 años después

  Después de veinticuatro horas, Nart pensó que debería salir a tomar algo. Comer algo más sólido que los bollos, leche y café. 
    Es curioso lo corta, que a veces parece la vida. Sobre todo cuando recuerdas las huellas que deja el pasado. Como ves, que casi todo tú pasado cabe en un libro, o hasta ahora en una cuartilla de pocas páginas, pensaba mientras andaba de un lado para otro de la habitación.
   Suponía que, aunque sabía que la historia había llegado a su final, no era lo que quería.  Era un buen desenlace, pero no el mejor. Tenía la sensación de que le faltaba algo más. Había obviado muchos detalles que le inquietaban. Cosas que esperaba que el editor pasara por alto. En esa época yo poco sabía de mi padre, se decía. Ni de las incursiones como maquis en el Valle, ni cómo consiguió la información de las armas. La vida después de la guerra civil empezaba a ponerse en ruinas, si es que podía ponerse más aún. 
   Durante los años siguientes, Nart tendría que ponerse a estudiar y trabajar durante el día y por la noche lidiar con la frustración y la impotencia de su madre. En eso se convirtió su existencia cotidiana.
   En Vielha estudió periodismo, compaginándolo con el trabajo, en temporadas de nieve, en hoteles, de recepcionista o camarero, y el resto del año, con Javier, en su empresa de distribución, trabajando en  el almacén o en la oficina. Aunque era siete años mayor que Nart, continuaron siendo amigos. Con los años, El Valle de Aran se fue consagrando a la nueva moda, las pistas de esquí en invierno, las rutas a pie y sus paisajes completaron el verano. El Valle de Aran se dejaba descubrir, los pueblos se acomodaban a las nuevas tendencias, y Franco, hacía una década que murió. 
   Veinticinco años habían pasado desde que los maquis estuvieron, o intentaron en el Valle, conquistar España, conformándose con doblegar a  cuatro pueblos. Campesinos, que por encima de sus ideologías estaba la familia. El factor humano, que no entendían la lucha de esos hombres del monte, cuando aquella gente, lo único que pretendían era sobrevivir.
   Recordaba la última conversación con Moisés en su exposición, la última en la que exponía sus fotografías, de antes, durante, y después de la guerra. Algo más quería Alberto de él. Más allá de vigilar las entradas, las salidas, Jeeps, para tener controlado a Arnau. 
   - Pasar desapercibido - le dijo Alberto, « estar cerca de mi sobrino que llegará en los próximos días ». Él sabía cómo era su sobrino; audaz, inteligente. No se conformaría con mentiras piadosas, su tío no estaba dispuesto a una mentira dilatada. Así que le pidió que no le dejara meterse en líos.
   - Las narices fuera de las cosas que no le incumben - le dijo a Moisés.  
 




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