Las princesas no viajan en tren

Capitulo 4

 

Carmín se relajó en su cama mientras se fumaba un merecido cigarro de marihuana. Su día había comenzado de manera patética pero ahora, en la suite presidencial del Hilton, todo parecía normal otra vez. Oh sí, su padre estaba haciendo algunas payasadas seguramente bajo los efectos de la senilidad, pero mañana se daría cuenta de su error y todo volvería a ser como antes. 

Un poco aburrida, tomó su computadora para revisar tiendas y comprar algo. Cualquier cosa, lo primero que viera y que le gustara. Necesitaba descargar un poco su frustración y aun estaba bastante furiosa por haber sido expulsada de la tienda Elite. Así que compraría en el exterior alguna cosa lujosa y bonita, algo que Elite no tuviera  y que ella pudiera mostrar en sus redes sociales o lucir en próximos eventos. 

 

Ni bien enciende la laptop, saltó una notificación. 

-Oh un correo, ¿a quién le importa? Ni que fuera una empresaria…

Pero decidió abrirlo al notar el remitente. 

-¿Jenna? ¿Por qué diablos me enviaría un correo? ¿Desde cuándo es tan formal?

Abrió el correo y al leerlo pensó que quizás los efectos de su cigarrillo esta vez eran más potentes. Porque Jenna jamás podría haber escrito algo así. 

-”Carmin sé que me estuviste llamando, por favor no insistas más. Lo nuestro se acabó, ya no eres una princesa y todo el mundo lo sabe, eres un meme, la imagen del fracaso y sinceramente no quiero que me relacionen contigo, tengo una vida social, ¿sabes? No me contactes. Suerte.”

 

Incrédula, Carmín cerró de un golpe la laptop. Luego la miró bien, la agarró, y la estrelló contra la pared. 

-¡Putaaaaaaaaa! 

Luego se puso de pie y pateó los restos de la computadora, arrastrándolos hasta el balcón de su suite y tirándolos a la calle.

-¡Te odio Jenna Smith! ¡Eres lo peor! 

 

Golpearon la puerta de la habitación. 

-¿Señorita Carmín? -oyó una voz masculina. 

Carmín abrió, y vio a un empleado del hotel. 

-Mira no me molestes, estoy teniendo una crisis, ¡nadie me quiere! ¡Jenna me dejó, nadie quiere hablar conmigo porque perdí mi cargo de princesa! ¿Te das cuenta lo espantosa que es mi vida?

El empleado la contempló con pena. 

-Lo…lo siento. Solo quería decirle que usted arrojó algo por la ventana, al parecer algún tipo de residuo electrónico que lastimó a una persona…

-¿Y eso a quién le importa? Ey, ¿no quieres fumar conmigo? -Carmín se hizo a un lado, levantando la scejas- Puedo invitarte a tener sexo, si tienes tiempo y resistencia. 

Soltó una carcajada, el empleado dio un paso atrás,horrorizado. 

-Oh te ves muy desnutrido, ¡no creo que puedas conmigo! Dime, ¿alguna vez te acostaste con una pelirroja de sangre azul? -soltó otra risa escandalosa. 

-Señorita, la persona lastimada exige una compensación. ¿Podría bajar al lobby?

-¿Cuál persona lastimada?

-La que lastimó usted.

-¿Yo?

-Recién. 

-¿Cuándo?

-Cuando arrojó las cosas por el balcón

-Ah sí, eso. No, no puedo ir. Estoy ocupada tratando de llevarme  a la cama a un empleado de hotel -volvió a reírse, el muchacho no hizo ningún movimiento.

-Mire señorita, no comprometa mi trabajo….

-Está bien, está bien, iré abajo a ver qué quieren ahora. No me dejan nunca en paz, denunciaré a este hotel por molestar a su huésped más importante con tonterías. 

 

Bufando, Carmín cerró la puerta en la cara del empleado y se dirigió al ascensor privado con el que contaba la habitación. Bajó, odiando la música incidental que se reproducía en el ascensor. Al llegar al lobby, vio a varias personas, entre ellas a periodistas. 

-Oh no…

Los flashes la atacaron junto a las preguntas. Dos hombres de seguridad le ayudaron a salir del enjambre de gente que se arremolinaba a su alrededor, y la acompañaron hasta la oficina del gerente del hotel. A esas alturas, Carmín estaba más furiosa que antes y todavía bastante fumada. 

 

-Señorita qué gusto verla -dijo el gerente, saludándola. Pese a su estado calamitoso, Carmín notó que el gerente dijo aquello por compromiso, ya que más bien estaba aterrorizado de tenerla en su hotel. 

-Ok, ¿cuánto tengo que pagar? -preguntó ella. 

-Quería presentarle al señor Fredman, es el damnificado. 

Carmín soltó una carcajada. Un hombre myor, sentado frente al escritorio del gerente, que no había dicho una palabra desde que ella entró a la oficina. Era calvo, y con lentes, y tenía un corte justo en el lugar donde más pelo le faltaba. 

-¡No pienso pagarle a un pelado! -exclamó Carmín- ¡Seguro está haciendo esto para que le dé dinero para el trasplante de pelo! 

Siguió riendo, esta vez ya no pudo parar, se sentó en una silla vacía junto al hombre, quien solo negaba con la cabeza y hablaba con el gerente acerca de la decadencia de la monarquía y de que esto sería escuchado por todos. 




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