Las Promesas Que Te Hice

CLASES DE VERANO

PARÍS – FRANCIA (DEPARTAMENTO DE SIEGFRIED Y LEROY)

— ¡Hola, Siegfried! Buenas noches… ¿Puedo pasar?

— Pasa —dijo un poco extrañado de verla allí en horas de la noche—

— ¿Ya cenaste?

— Aún no.

— Perfecto porque traje pizzas.

— ¿Nos trajiste pizzas?

— ¿Leroy, como estas? Así es… en vista de que los chicos buenos no saldrían esta noche, decidí premiarlos un poco con deliciosas pizzas.

— Ya sabes que Siegfried tiene prohibido salir, y en cuanto a mí si no me pongo a estudiar desde ahora, no llegaré listo para el examen del lunes —dijo un poco antes de tomar una porción de pizza y darle un gran mordisco— Tomaré dos porciones más y volveré a mi habitación para seguir estudiando.

— ¡De acuerdo!... ¿Te gusta, Siegfried?

— La pizza de pepperoni es mi favorita. Mi madre suele preparar para mí unas caseras qué le salen únicas.

— Bueno… Me temo que por el momento no podré traerte pizzas caseras pero… —dijo con suavidad mientras acariciaba el cabello del chico— podré aprender alguna vez para ti.

Siegfried no dijo nada y es era de esos que casi nunca decía nada, a raras excepciones en las que podía entablarse con él una conversación. Leyla Busquets ya lo conocía, o al menos eso creía e intentaba conversar con Siegfried, buscando por todos los medios no perder el hilo de lo que estaban hablando.

Quizás aquella noche hubiesen sucedido muchas cosas entre ambos aparte de simple conversaciones pues la joven Leyla en verdad lo anhelaba, y Siegfried intentaba casi siempre llenar el vacío que se albergaba en su corazón. Aquel vacío que solo su preciado ángel podría ser capaz de extinguir.

Jan Siegfried nunca tuvo intenciones de ilusionar a la chica. En ninguna ocasión le había dado motivos y esperanzas, sin embargo la joven era tan perseverante en sus intenciones de lograr que él la viera con otros ojos que estuvo a punto de lograrlo. Al menos por aquella noche.

Leyla decidió tomar el riesgo y la iniciativa aferrándose a los labios de Siegfried que acabaron correspondiendo a sus besos hasta que algo sucedió. Un repentino y escalofriante estruendo, se percibió sobre todo el cielo de París, y de inmediato los pensamientos de Siegfried fueron asaltados por su pequeño ángel.

— ¡Ohazia! —pensó en voz alta apartándose de la joven—

— ¡Dios, qué susto! ¿Acaso va a llover? —preguntó la chica y Siegfried se levantó del sofá donde se encontraban sentados—

La joven posteriormente la siguió.

— ¿Siegfried, todo está bien?

Para Siegfried nunca nada estaba bien y mucho menos estaba bien lo que acababa de hacer con Leyla, pero prefirió mantenerse en silencio mientras sujetaba entre su puño izquierdo aquella inseparable cajita que contenía la plumilla blanca de su pequeña Ohazia.

— ¿Quién es Ohazia? —preguntó con curiosidad sin recibir respuestas—

Siegfried, siempre en silencio abrió aquella cajita y se puso a observar la plumilla blanca.

— ¿Y esa plumilla? ¡Qué curioso! Mi hermana tiene una plumilla muy parecida a esa. ¡Es muy bonita!

El chico la observó por unos instantes.

— Es imposible que alguien más tenga una plumilla igual a esta.

— Te digo que sí… Mi hermana tiene una plumilla blanca parecida a esa. Me la enseñó cuando estuvo de visita hace poco aquí en París. Cuando la encontró, también la guardo como tú dentro de una cajita. ¿Tú sabes de qué es?

— ¿Dónde encontró tu hermana una plumilla blanca cómo esta?

— Por ahí.

— ¿Dónde es por ahí, Leyla? —reiteró la pregunta con vos elevada— ¿Dónde? Contéstame, por favor —pidió sujetándola de los hombros—

— Tranquilo, Siegfried… no comprendo por qué te pones así por una simple plumilla.

— Leyla, solo contesta a mis preguntas.

— Mi hermana Vivian me dijo que la encontró en una acera.

— ¿Una acera? ¿Cuál acera? ¿De qué lugar?

— Ella vive en Alemania, es maestra de teatro en International Institute of Performing Arts. Por aquellos alrededores, en la acera, encontró una plumilla como esa.

— ¿En qué lugar queda ese instituto?

— En Sankt Goar. ¿Qué sucede contigo?

— ¿Sankt Goar?

— ¿Me explicas por qué te pones así por una plumilla? —volvió a preguntar la joven mientras Jan Siegfried repentinamente, y de manera inesperada para Leyla, había dibujado una inusual sonrisa en su rostro— Cuando mi hermana me enseñó aquella plumilla, me contó una situación que a ella le había resultado muy triste. Vivian se encontraba a punto de presentar con sus alumnos un examen semestral de actuación, y a escasos minutos de su inicio, una mamá apareció de la nada, bastante molesta para llevarse a su hija. Vivian dijo que la pobre niña salió arrastrada y llorando por causa de la mujer. La pequeña deseaba mucho presentar su examen, pero no pudo ser, pese a todas sus súplicas. Contó que la niña fue subida a un coche, llorando desconsolada. Contó la historia con mucho pesar y dijo que fue allí mismo donde luego encontró aquella plumilla.



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En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

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