Las Promesas Que Te Hice

PROMESAS

HOTEL CAFÉ HERRMANNS MÜHLE

— Finalmente llegas, hijo. Ya me tenías muy preocupada. Juro que no sé por qué sentí qué te dejé en la boca del lobo cuando salí de aquella mansión —dijo la señora Esther, angustiada, abrazando a su hijo— ¿Todo está bien?

— Nada está bien, madre. ¡Nada! —contestó él echándose sobre el sofá—

Durante lo que quedara de aquel día, todo lo que deseaba el joven Jan Siegfried era ir a descansar. Dormir y dormir, y para su madre estaba bien que lo hiciera pues de ese modo no le darían ganas a su hijo de salir nuevamente a embriagarse dentro de alguna taberna tal y como lo había hecho la noche anterior.

El chico se dispuso a intentar conciliar el sueño, no obstante un persistente llamado al teléfono móvil de su madre lo alertaba constantemente y le impedía siquiera cerrar los ojos. — ¡Disculpa, mi amor! Ya lo puse en silencio.

— ¿En silencio, madre? ¿Por qué no contestas? ¿Quién es?

— Tú no hagas caso por mi teléfono, hijo. Sigue descansando.

— Madre… ¿Acaso es mi padre? ¿Por qué no le contestas?

— No les...

— Sé que es él, tú ni siquiera sabes mentir —le dijo levantándose del sofá y arrebatándole el teléfono móvil de las manos—

— Devuélvemelo… Te lo ordeno, Juan Sigfrido. No seas así de impertinente, hijo, y te agradeceré que no me mires de ese modo.

— ¡Madre! —exclamó por segunda ocasión—

— No sé qué decirle a tu padre. Le contesté una vez y me invadió con cientos de preguntas más, y cuando ellas tienen que ver contigo no hay manera de contestarlas.

— Pues yo le contestaré sin ningún problema. No te preocupes…

— Siegfried…

— ¿Padre?

— ¡Vaya! Hasta que por fin alguien se digna en contestarme y justamente eres tú. ¿En qué líos te has metido esta vez, hijo?

— ¿Por qué siempre crees que me meto en líos?

— Porque aparte de cuidar de los viñedos, meterte en problemas es lo que mejor sabes hacer en tu vida. También porque esa es la única razón que impulsaría a tu madre a dejarlo todo sin avisar para ir detrás de ti.

— Mmm… Si piensas que estoy metido en problemas entonces quédate con esos pensamientos y no atosigues de nuevo a mi madre con tus llamadas insistentes.

— No seas grosero, muchacho y contéstame.

— ¿Qué quieres oír, padre? ¿Qué en verdad estoy metido en problemas? Pues entonces lo estoy. En una taberna me agarré a golpes con otro sujeto y yo estaba tan ebrio que casi lo maté a puñetazos. Estuve demorado 3 días hasta que llegó mi madre y pudo pagar mi fianza para salir en libertad. ¿Te quedarás en paz ahora? ¿Estás contento? —Vociferó colgando posteriormente la llamada en medio del ahogo de su coraje—

— ¿Qué fue lo que hiciste, hijo?

— Lo que tú no hiciste y lo que mi padre deseaba oír.

— ¿Y tú piensas que con eso tu padre quedará tranquilo? Luego de todo lo que le has dicho tomará el primer vuelo disponible en la mañana y en un par de horas estará tocando la puerta de este hotel —e advirtió, sin embargo a Siegfried todo lo que le interesaba en esos momentos era continuar recostado sobre el sofá para intentar descansar— ¿Hijo, porque no hablas de una vez con Odette para que podamos volver a casa? Estoy segura de que ella sabrá entender. Es aún una niña y ninguna pequeña querría separarse de sus padres. Lo que siente que la amarra a ti es una ilusión. Una fantasía.

— ¿Una fantasía? Madre, por un momento sentí que ya me habías entendido, pero veo que no. Ohazia y yo estamos destinados el uno al otro. Estamos aquí por una sola razón y somos solo ella y yo en este mundo miserable. ¡Nadie más que ella y yo! Mi pequeño ángel tiene a su familia y la ama. Yo tengo a la mía y también la amo. Tú más que nadie sabes que son lo único bueno que me han pasado en mi vida, madre. Tú y mi padre me salvaron y me ofrecieron todo lo que este mundo me negó, pero nada ni nadie podrá frenar que estemos juntos. Ohazia sería capaz de dejarlo todo atrás por venir conmigo, y yo haría lo mismo por lo tanto no será fácil para mí decirle que no podré llevarla ahora, y no será fácil para ella entenderlo.

Esther lo comprendió. Por supuesto que lo comprendió, pero no tenía palabras para expresar el pesar que sentía por su hijo. Todo lo que pudo fue abrazar a su hijo mientras él se desahogaba. Respetó sus acciones, esperanzada de que Jan Siegfried lo haría todo correctamente.

A la mañana siguiente tal y como Esther lo había sospechado, su esposo llamó a la puerta del hotel. Peter había tomado el primer vuelo disponible de la mañana y antes del mediodía ya se encontraba en Goarhausen para ponerse al tanto de lo que sucedía con su hijo.

Desde luego que Jan Siegfried no le explicaría a su padre la verdadera razón por la cual había viajado hasta ese lugar y tampoco Esther, pues Peter simplemente nunca lo entendería, por lo tanto correspondería convencerlo de que en realidad todo estaba bien y que solo se encontraba allí a petición de su abuelo.

— ¿Acaso te resulta gracioso lo que hiciste? ¿Hiciste que cancelara todos mis compromisos del día para venir hasta aquí con el primer vuelo disponible y resulta que tú me mentiste? ¿Y tú Esther, no dirás nada?



#4457 en Novela romántica
#1143 en Fantasía

En el texto hay: fantasia, angeles, promesas

Editado: 10.02.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.